Letras
II. Testimonio de una iniciación: la Prueba del Aire, la Prueba del Sueño.
Éramos pequeños, mis primos y yo, cuando el padre de mi madre comenzó a preguntarnos lo que soñábamos por las noches.
Mis primos y hermanas, que en ese entonces tenían la facultad de recordar sus sueños, relataban sus vivencias, dejándome asombrado con las imágenes que describían.
En esas pláticas me hallaba en medio de pintores en el arte del relato. Si mal no recuerdo, Jorge Ramón volaba mucho y repentinamente caía al vacío; Julián cuidaba ovejas, gallinas y pavos en una parcela mitad huerta, mitad desierto; Gonzalo recordaba corazones sangrantes colgando de enredaderas fosforescentes en los atardeceres lluviosos; Gregorio atrapaba mariposas que se convertían, en sus manos, en abejas enormes que al zumbar lo dejaban aturdido; a Gloria, mi hermana mayor, le asustaba que un ángel sin rostro la aprisionara en el centro de sus pinturas expuestas en una casa de espejos. Yo, que no poseía la facultad de recordar mis sueños, me sentía extraño y desesperado entre aquella sociedad de soñadores.
Un día mi abuelo y yo estábamos en el monte de Chanya’1. Con cierto temor me atreví a preguntar:
–Abuelo, ¿por qué yo no recuerdo mis sueños?
Él, que estaba despuntando una horqueta de chucún2 con su machete encorvado, detuvo el corte y me dijo:
–En el Universo todo sueña y todos sueñan, pero no todos recuerdan; sólo recuerdan sus sueños los limpios de corazón, los limpios de espíritu…
Después de que acabamos de amarrar la leña con bejucos, cuya resina despedía un olor penetrante que se mezclaba con el de las jícamas recién desvestidas, prosiguió:
–El hombre, cuando nace a la vida terrenal, ingresa a la geografía de los seres durmientes. Si no trabaja con el poder de su espíritu, si no trabaja con el poder de sus sueños, es un hombre que vive dormido. Los sueños son revelación para la rebelión. Al soñar y recordar tus sueños puedes recobrar el código de tu primigenio y luminoso origen, y volver a la vida… somos fragmentos de luz…. pedazos de sol…
Transcurrido el mediodía terminamos de recoger los huevos de codorniz de los nidos debajo de los arbustos; sentado en un tronco leñoso, me dijo en tono enfático:
–Te he venido observando desde hace mucho tiempo, y noto en ti preocupación porque no puedes recordar tus sueños, estás pálido, no duermes bien.
“El otro día que desgranaste maíz y quedaron en el suelo algunos granos, hice un trazo con ellos y la figura que se formó indica que es necesario practicar contigo ceremonias de petición para que puedas recordar y trabajar con el poder de tus sueños.”
Y antes de colocar el tercio de leña sobre su espalda, con gesto solemne me indicó:
–El día anterior a la ceremonia de petición, deberás ayunar. Si el hambre te molesta y sientes que no resistes el ayuno, podrás ingerir agua y miel. Nada más. Ese día de recogimiento, de meditación y de tranquilidad de espíritu, deberás renunciar a tu nombre social y adoptar el que nos indique el viento, que sólo tú sabrás. Será tu nombre mágico.
Y reiteró:
–Nadie deberá conocerlo más que tú. El privilegio de poder que otorga se acrecienta y se mantiene si guardas silencio de su origen. Este nombre en secreto es poder, si otros lo saben, lo pierdes para siempre.
“Por otro lado, y horas antes de la ceremonia de iniciación, deberás desalojar malos pensamientos que atan tu espíritu a los apegos de la carne.
“Finalmente, habrás de convertirte, de Cazador de Sueños en hijo de Cazador de Auroras.”
La tarde del 19 de marzo de 1961, mi abuelo llegó a la casa para hablar con mi padre y mi madre. Concluida la plática, supe que les había ido a pedir que no fuera a la escuela al día siguiente, porque lo acompañaría al monte.
Oscurecía cuando mi abuelo y mi padre salieron a tomar chocolate que mi madre preparó, antes de que mi abuelo se fuera a descansar a su casa.
De madrugada, y con el mayor sigilo, mi padre fue a encaminarme al lugar, cercano a la huerta, donde mi abuelo me aguardaba.
Al llegar, él ya estaba listo y partimos… Camino a la milpa voy detrás del abuelo. Delante de él avanzan y retroceden, oliendo y marcando las veredas con sus orines, los perros Navai, Bok’bok y P’urush. Los veo merced a la luz de la lámpara de mano que el abuelo traía encendida.
A nuestro paso por los atajos, los grillos pasan revista a las sombras en movimiento… De tanto caminar, traigo los pies y las alpargatas3 húmedos de rocío.
Atrás de nosotros, al Poniente, el pedazo de luna que presidió nuestra salida de la huerta se ha ocultado sigilosamente sobre el tupido biombo de ramas de árboles típicos de la región: el frondoso ts’alám; el ts’its’ilché, cargado de néctar y aromas de miel; el k’anlol, de campánulas amarillas, que entrelazados ensombrecían nuestro camino a Oriente….
A punto de llegar a nuestro destino, los perros ladraron y, abriéndose paso entre el follaje, se fueron a perseguir el movimiento de algún animal. En su estampida alborotaron a las chachalacas que escandalizadas corrieron sin rumbo. Una casi me atropella y me hace soltar el calabazo de agua que traía en las manos. De pronto algo pareció asustar a los perros que, regresando junto a nosotros, ladraban sin descanso… El abuelo apagó la luz; enceguecido por la repentina oscuridad tuve ganas de correr, pero el abuelo me detuvo tomándome del brazo izquierdo. Al sentir su mano firme apacigué el escalofrío que sacudía mi cuerpo. Los perros se callaron y seguimos con nuestro destino recorriendo veredas y atajos…
Pero cuando íbamos a pasar por encima de los troncos que servían de entrada a la milpa, una víbora de cascabel aporreó su cola en el suelo y nos advirtió de su presencia. El abuelo y yo la buscamos por debajo de los palos y bejucos secos hasta encontrarla enroscada y con la cabeza erguida. Despedía furia por sus ojos y, amenazante, nos impedía el paso. A diferencia de otras veces, el abuelo le habló al animal de manera tranquila y lo conminó a retirarse. La víbora bajó la testa y, estírándose, desapareció de nuestra vista.
Brincando con precaución llegamos al cobertizo de palmas cuando aún no amanecía…
Allí, en el centro de la milpa de Nojk’ankab4, solemne se imponía el silencio.
En medio de las tinieblas todo estaba en sosiego, en quietud, en paz. Junto a mi abuelo, hijo de Cazador de Auroras, estábamos al acecho, estábamos a la caza del alba.
Él, arrodillado detrás de mi cabeza y con las manos extendidas sobre mi frente, esperaba una señal mientras repetía un conjuro poco audible. Decía:
–“Ooken tak’an, jóok’en cheche’… óoken tak’an, jóok’en cheche’… óoken tak’an, jóok’en cheche’…”5
En esos momentos de oración, en esos momentos de encantamiento, estaba desnudo y tendido sobre un tapete circular de hierbas, predominantemente k’akaltún6, y con el cuerpo situado hacia el Oriente. Olía a humedad y a suave copal7 que el abuelo había sahumado en el entorno: un techado de palmas, hileras de plantas de yuca, uno que otro palo de nanche y el cuerpo enorme de una ceiba que presidía el ritual de los prodigios….
Al cabo de un rato, el abuelo cesó de orar.
Inusitadamente, empezó a respirar fuerte y pude percibir que se convulsionaba. Cambió de voz y ésta era más ronca. Su voz no era la suya y me pareció que salía de las profundidades de una cueva; por lo que dijo y no entendí, seguramente hablaba en el idioma del maya antiguo.
Así, y luego de experimentar una calma reconfortante, hasta entonces para mí desconocida, pasaron largos minutos…
Inesperadamente convocó la presencia de los vientos de los puntos cardinales: lak’íin8, chik’íin9, nojol10 y xamán11…
A la tercera invocación sopló el aire tibio que traía la dirección de lak’íin, arrastrando la hojarasca de los árboles… De pronto, empecé a estremecerme y sentí un cosquilleo en todo el cuerpo. Inmediatamente una luz celeste, que luego se convirtió en dorada, envolvió mi cuerpo y el de mi abuelo. Silbó en eco el bech’12 y otra vez reinó el silencio; silencio que fue interrumpido por la advertencia del abuelo, quien exclamó:
–¡Ti’ólal a k’ik’el bin a wojelte’ tu’ux ku tal u chun a wíinklil, tu’ux ku tal u chun úuchben a ch’i’ibalo’ob…!
“Bálé, ti’ólal a wáayak bin a wojelte’ tu’ux ku tal u chun a pixan, tu’ux ku tal u chun u xul a bel…! 13
Luego añadió:
–Los sueños no se extinguen igual que los hombres. En ocasiones se declaran muertos sueños que viven. Mas los sueños son casi perennes: se resisten a ser enterrados o realizan el prodigio de volver, de resucitar…
“Antes de que el sol se asome en destellos luminosos, los sueños de nuestros antepasados se cumplirán y habrán de estar con nosotros al conjuro del poder del silencio, del poder del viento, del poder de la palabra.
“No olvides que los sueños no son para acumular saber, ni para entregarse a las fantasías. Los sueños son una rendija de luz para el ejercicio del poder del espíritu. A su paso intemporal, y a veces incoherente, los sueños dan cuenta de tu historia personal que remonta años hacia atrás o hacia adelante, dejan signos en huellas, dejan signos, claves y rastros…
“Soñar es un ejercicio del espíritu que trata de escapar de la prisión de la carne, y recordar tus sueños te servirá para tu superación interior…
“El hombre que vive y no sueña es un hombre muerto en vida. Mas ¡ay de aquel que sueña y no realiza sus sueños! Acosado por las pesadillas acaba por sucumbir al insomnio de una realidad que no es suya.
“Sé un guerrero incansable con tus sueños y busca dentro de ti el objeto de tus conquistas.
“Realizando tus sueños no serás esclavo de nadie, ni pretenderás someter a otros, porque habrás probado los caminos de tu verdadera liberación.
“Recuerda siempre que, en el universo de la naturaleza, los sueños se convierten en realidad.
“La lluvia es el sueño del agua.
“El humo es el sueño del fuego.
“El azul del cielo es el sueño eterno del aire.
“Pero tú, que estás hecho de maíz amarillo como esa luz que nos cobija, ¡despierta!, ¡abre los ojos!, ¡abre el espíritu! Tú, hombre, ¡tú eres el sueño privilegiado de la Tierra!
“El hombre que vive y no sueña, aunque viva muchos años, es un mutilado de espíritu, es un hombre muerto en vida.
“¡Vive!, ¡realiza tus sueños!, ¡accede a su luz!, que tu vida, sueño que otros soñaron, será inmortal.”
Más tarde, cuando abrí los ojos, contemplé extasiado el obsequio de la aurora: amanecía y, en el cielo, una greca enorme filigranada en nubes ámbar y rosa inundó de paz mi alma.
Jorge Miguel Cocom Pech
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1 Nombre de un lugar conocido como Pequeño Chicozapote.
2 Árbol maderable y medicinal.
3Sandalias de cuero.
4 Lugar de la Gran Tierra Roja. Está situado a tres kilómetros al Oriente de la ciudad de Calkiní. En este lugar, don Gregorio Pech realizaba ceremonias y rituales antiguos.
5 Conjuro: ¡Entra madurez, sal inmadurez!
6 Albahaca silvestre, de uso medicinal. Sus hojas y raíces se emplean como purgante.
7 Árbol cuya resina se usa como incienso para ceremonias religiosas.
8 Oriente.
9 Poniente.
10 Sur.
11 Norte.
12 Codorniz
13 Conjuro: ¡Por tu sangre sabrás el origen de tu cuerpo, el origen de tus antepasados! ¡Pero, por tus sueños sabrás el origen de tu espíritu, el fin de tu camino!
Continuará la próxima semana…