Perspectiva – Desde Canadá
XXVI
Bastó que fuera de las cinco de la tarde a las once de la noche: al finalizar este lapso, la nieve cubría todo lo que la vista alcanzaba a cubrir y, sin que aún llegara oficialmente –que eso sucederá hasta dentro de un mes, más o menos–, su majestad el invierno reclamó como suyos el paisaje y los termómetros.
Desde hacía varios días los lugareños me habían comunicado que no faltaba mucho para ello, lo oteaban en el ambiente, en la temperatura matutina; algunos de ellos incluso me dijeron que estaba retrasada. Todos, sin excepción, esperaban la primera nevada de este año.
El domingo pasado, el 22 de noviembre, veinte centímetros de nieve finalmente confirmaron sus predicciones.
Casi todos los días aprendo algo sobre este sorprendente país y sus costumbres. Después de la nevada, aprendí aun más.
Por ejemplo, la pieza más importante del guardarropa de repente es el abrigo, y debe seleccionarse en virtud de la nieve en el pronóstico del día: en presencia de la nieve, un abrigo que no sea impermeable sirve para una progenitora.
Cuando la noche anterior nieva, es necesario asignar tiempo adicional la mañana siguiente para retirar toda la nieve de la superficie del coche porque, de no hacerlo, cuando se transita se puede desprender y, a altas velocidades, puede convertirse en un proyectil que puede romper un parabrisas.
El calzado es tan importante como el abrigo: una mala elección puede arriesgarnos a problemas de salud. Si, por ejemplo, usamos calzado bajo y nos es necesario caminar entre la nieve, el frío y la nieve se deslizarán al interior, y los calcetines, y el sentimiento de incomodidad, estarán igualmente mojados y congelados hasta llegar a casa. Así pues, botas son la mejor elección, con la opción de dejar el par que deseemos usar durante el día en nuestro lugar de trabajo, y ahí hacer el cambio, sin olvidar nuevamente calzarse al salir del edificio e ir a casa.
Finalmente, los necesarios complementos son los guantes y un gorro; los primeros deben ser impermeables por las mismas razones que en el párrafo anterior: la nieve moja, y el frío extremo quema nuestra piel si la exponemos directamente. El gorro permite cubrir las orejas y la parte superior de la cabeza, aunque puede sustituirse por la capucha del abrigo (si lo posee).
La bufanda es opcional: mientras el abrigo cubra hasta la garganta pudiera no ser necesaria, pero algunos la usamos para reforzar la protección de la zona y/o eventualmente cubrirse la nariz y respirar a través de ella.
Todo lo anterior es una necesaria rutina de todos los días a partir del otoño, y posiblemente hasta entrada la primavera, justo después de haber consultado el pronóstico del clima.
Debido a las bajas temperaturas (mientras escribo estas notas mi termómetro indica que afuera hay ocho grados centígrados bajo cero), la nieve no se disipa, ni se derrite, se acumula lentamente, llenándose de lodo, polvo, cambiando del blanco al gris, por lo que el tono de los días muchas veces asemeja el entorno, principalmente cuando el sol se niega a aparecer en el firmamento.
Las barredoras se encargan de retirar la nieve de las calles, pero no siempre de las aceras, por lo que hay que ser muy cuidadoso al caminar por ellas. Muchas veces nos toca a nosotros, con una inmensa pala, retirarla de los escalones de la casa y de las superficies de rodamiento de nuestros vehículos. ¿Lo interesante? Hay que hacerlo sin preocuparse mucho por la temperatura bajo la cual lo hagamos: debe hacerse, o arriesgarse a una caída o a no poder circular en el coche.
El invierno, la nieve, en realidad, también reactiva ciertos negocios que dormitan durante el verano: se puede contratar a gente que se encargue, por una módica cantidad, de diciembre y hasta el último día de marzo, de retirar la nieve de nuestras calles y entradas. Las personas que se dedican a esto son muy madrugadoras, porque deben desalojar la nieve antes de que salgamos hacia el trabajo y en algunos casos, como el mío, eso sucede a las 6:15 de la mañana.
Muchas de estas barredoras son bulldozers adaptados, otras son camionetas de doble tracción a las cuales se les ha adaptado una barredora en el frente; su labor es sencilla: deben, en la medida de lo posible, mantener libres las venas y arterias que alimentan este país, las carreteras y las calles.
Al vivir junto al río St. Lawrence, resulta un fenómeno interesantísimo observar cómo se va congelando su superficie. Con la primera nevada, en las riberas se advierten ya los primeros bordes con hielo; la imagen mental con la que asocio lo que veo es la de aquellos recipientes metálicos en los que poníamos agua y luego subíamos al congelador de nuestros refrigeradores: conforme el agua se congelaba, el hielo avanzaba de los bordes hacia el centro. Exactamente lo mismo sucede con el río: las riberas son lo primero en llenarse de hielo que avanza hasta convertirse en un sólido bloque de hielo.
Lo anterior, como pueden imaginarse, tan solo aumenta la sensación de frío en el medio ambiente.
En la siguiente entrega les platicaré un poco más de las preparaciones en este país ante la inminente llegada del que comanda las actividades y muchas de las costumbres: el invierno.
Cuídense mucho.
S. Alvarado D.