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La Poética del Grito

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La Poética del Grito

Algunos aullidos luego de Ginsberg y Maldoror

En el principio todo era el grito, y para poder entenderse se convirtió en palabra. Sobre esa palabra, que llamamos lenguaje, surge la comunicación, apropiando la naturaleza como símbolo. La poesía es oralidad. De ahí el equívoco del término Poesía Sonora al performance donde algunos gruñen como cerdos, pían como aves, y desde la guturalidad tienen pretensiones de ser los poetas que se creen percibir.

La invención de la imprenta es uno de esos pequeños momentos de la historia cuando se dio por terminada la Edad Media. Validemos su momento histórico; si fue con la caída de Constantinopla, con el descubrimiento de América, que se logró trazar una nueva época para el ser humano, y salir del oscurantismo, tendremos que seguir en aquella búsqueda de los nuevos signos para estos nuevos mundos que somos al abrir cada libro, al leer cada obra. La invención del internet, tiene el mismo valor humano que la invención de la imprenta, pero no la sustituye, sino la renueva. De esta forma, la oralidad de toda poesía fue grabada en hojas de papel mediante los tipos arreglados en las planchas de la imprenta, y la reproducción de las ideas se hizo mayor. La internet sigue validando este romanticismo y lo reafirma en su propósito: la comunicación de ideas. Pero suma a ello la voz y el video, devolviendo la sonoridad a los poemas, la voz y la oralidad a la poesía y los poetas.

Por eso mismo, claro que en su performance pueden gruñir como cerdos y crear alguna estética, hacer los sonidos que deseen, pero «Eso no puede ser llamado Poesía Sonora». Sonidos y Ruidos, claro que los hay, y pueden incluso hallar y mostrar un ritmo (aún el más arrítmico), y establecer algún sentido; pero el acto de arrastrar los fonemas y reconstruirlos mediante la audición debe ser nombrado «como algo diferente». No tengo yo el nombre, pero los invito a ser creativos y bautizar sus intenciones audibles, mas no llamándola Poesía Sonora porque toda la Poesía, al ser Oralidad, es una Poesía Sonora.

En la tradición un canon

Para poder entender La poética del grito y establecernos sobre ella, primero habrá que mirar la tradición. Tal como decía Giambatista Vico, pasamos de la Edad Teológica (Biblia, Corán, Mitologías China, Hindú, Griega, Romana, Egipcia, Celta, Popol Vuh) a la Edad de los Héroes (semidioses y héroes y heroínas de las mismas obras citadas, más el Poema de Gilgamesh, las hazañas de los jueces, profetas, los reyes Saúl, David y Salomón, así como La Ilíada, La Eneida) a la Edad Humana (desde La Odisea, a las rebeldías que se narran en Las mil y una noches, El Decamerón, Los cuentos de Canterbury, para llegar a la obra de Cervantes, Shakespeare, Moliére, Goethe). En esta época comenzamos con El Romanticismo a sentirnos humanos, demasiado humanos habría que decir con Nietzsche, a reconocer con la filosofía y el arte esa Muerte de Dios, que no es otra cosa que el desmarcarnos de la Institución fundada en aquellos apóstoles cristianos, en sus festejados Corruptores, desde Pablo hasta Benedicto XVI (ya miraremos lo que nos deja Francisco para los siguientes años).

El arte por el arte” dicen al leer la obra de Oscar Wilde, excepto su De profundis donde el autor plantea todo su sentimiento ante la censura de una sociedad que lo arroja a la prisión. La poesía ha muerto, no en plena era socialista, sino mucho antes, desde aquella obra de Stirner, El único y su propiedad. Así, cuando llegamos a Bertolt Brecht, lo escuchamos gritar: La poesía no se vende / porque ya nadie quiere comprarla. Avanzamos las hojas del tiempo y nos apuntamos ya con Heberto Padilla, para terminar cumpliendo aquel oráculo de: ¡Al poeta, despídanlo! Ese, ese no tiene aquí nada que hacer. Hay que sacar al Aguafiestas. Porque desde aquellos días, con la fundación de La república, Platón nos quiso enseñar el por qué habría que expulsar a los poetas para lograr una sociedad más clara, fundada en la economía racionalistas, no en un mundo cargado de ideales.

Pero los poetas vuelven y la Palabra, que es toda forma de comunicación, sigue ahí, entre sus dientes, siendo masticada. Esa es la poesía. Mírenlo bien, aquel masticar y masticar el lenguaje para comunicar las ideas en pleno escupitajo. Es en este acto donde tenemos que detenernos; mirarnos desde cada átomo, cada cabello, cada célula, toda gracia inundada en nuestros defectos, cada acto de egoísmo y de soberbia en que nos hemos sobrevivido. Hasta acá hemos llegado cuajados en la Época del Caos, que esperemos se prolongue para no volver cíclicamente a otra Edad Teológica, como nos lo han querido hacer creer los fatalistas.

Porque todo lenguaje no es más que una convención de aquellos símbolos, el cómo traducimos los sentidos para darnos representatividad como comunidad, pueblo, e historia. Desde ahí hemos perseguido la tradición para conocerla, romperla, deformarla y transformarla. Esa es la cresta de la ola. Esa Cultura perseguida siempre del proceso Contra cultural. Debemos saber situarnos en el reconocimiento de ser los perseguidos, para detenernos y enfrentar a los que nos persiguen, saber analizarlos, y ser perseguidores. Así miramos hoy la poesía, persigue la tradición, pero no niega a los que la persiguen para romperla. Para cada grupo que se asienta en una época, hay un grupo que sale a desafiarlo: para el Romanticismo, surge el Modernismo, que es enfrentado en nuestro México por el grupo de Los Contemporáneos; para negarlos surge Octavio Paz, el más joven que ingresara de la mano de Carlos Pellicer, y que terminara negándolos; para negar a Paz surgen los Infrarrealistas, y en medio de esa batalla se deja escuchar la voz de aquellos Estridentistas, agrupados por Manuel Maples Arce que nos dice: Yo soy un punto muerto, en medio de la hora. ¿Cuál es aquella hora en la que el hablante lírico de Maples Arce se sitúa? La hora de la revolución poética.

Abigael Bohórquez terminará diciendo con su Manifiesto Poético: Mientras no tenga el lápiz / curvaturas de hoz para segar el trigo, / rumor de cascos para horadar la mina, / devoción de machetes para abrir carreteras / no me sirve.

Ya no estoy para rosas. / Si vienen a saber si estoy en casa / que no estoy para nadie; / mucho menos para esos menesteres / de cantar a la boca, a la libélula, / al sol, a la oropéndola, a unos ojos remando.

Mientras no tenga el lápiz / sonido de martillos levantando edificios / cantos de obrero en marcha, / ímpetu de azadón, / pico y máquina de coser, / mientras no venga mi lápiz / a decir las verdades del hombre, / mientras venga a decirme solamente / de un agónico tacto, / no me sirve.

Ha de cantarse, esto es lo que se debe / señoritos poetas / de intocables perfiles y cafés literarios / al hombre por el hacha, / al hombre por el túnel, / al hombre por la huelga, / por la turbina, / por la válvula, / por el soplete, / por el tractor y el émbolo, / ha de cantarse al hombre por la ordeña,/ por la siega, / por los claros oficios, / por la cabalgadura,/ por el fierro de herrar, / por el volante / y el verano sudado / y la axila perpetua/ el muslo ejidatario / y el ombligo minero.

Puede el hombre, si quiere, / con terquedad de péndulos / llegar hasta los huecos de un cuarto amanecido, / son saliva y cigarros / romperse una quijada, / puede hacer lo que guste;

Yo canto al zapatero, / al leñador, / al paria, / al hombre estrictamente situado en sus bolsillos, / (…)

Canto al hombre del mundo, / por el dedo en las llagas de su estatua, / de su hambre y de su hombría; / si no tiene mi verso / sonido de martillos levantando edificios, / cantos de obrero en marcha, / ímpetu de azadón, / pico y máquina de coser, / si no viene mi verso / a decir las verdades del hombre / no me sirve. / Eso es todo.

Porque es la vida misma la que nos impulsa, porque nos hemos descubierto afuera ya de la Caverna y hemos estudiado las estrellas, las profundidades del mar y de la tierra, y hemos sondeado, desde el psicoanálisis y con la psiquiatría, los recovecos de la mente humana, las funciones del cerebro, y sabemos de la Esquizofrenia, y del Trastorno de Déficit de Atención, como del Trastorno de Personalidad, y la Bipolaridad, y hoy nos anunciamos: “Hola, soy paciente psiquiátrico, y merezco tu respeto; Hola, soy homosexual y también tengo derechos; No me llames indio; no me llames Puta; no me digas Zorra; no me digas que todo hombre debe mantener a su mujer, que es su obligación; no me digas “Los niños no lloran”; Ya no me calles diciendo: Calladito te ves más bonito, porque ha llegado la hora del Carbunclo y el Chancro, y de las demostraciones Ceremoniosas de Romper con los Pudores, y mirar en el Otro aquel Contrato Social descrito por Rousseau: Para no terminar como las bestias de la naturaleza, donde sobrevive el más fuerte, el más rápido, hemos firmado esta convención, de pertenencia social. Nos respetamos. ¿Cuándo inventaron, pues, la moral, la censura?

Como todo poema es una manifestación estética del lenguaje, y el lenguaje la herramienta de comunicación de las sociedades, todo poema es social; es con el mismo poema con quien debemos y podemos afianzarnos, para Respetarnos en el Respeto por el Otro, en medir los límites de Uno Mismo, en el Inicio del Otro. Esa es entonces La poética del Grito: una forma de hablar en la poesía de nuestras dolencias, nuestros miedos, y nuestros desenfrenos, sabiendo y reconociéndonos como El Otro. Seamos el Otro. Somos El Otro. El Otro que soy para los demás. Vencer el Ego, desterrar al Super Ego, y reconocer la calidez del Otro que somos para ellos, la agonía del Otro que soy para los demás. Porque somos El otro de cada ser que está a nuestro lado, y nos rodea, nos abre camino, nos deja pasar, nos detiene, nos empuja, nos escupe, nos canta y nos celebra, como Whitman, más allá de Whitman: Yo me celebro y me canto, Yo soy el Único, y soy diferente a ti, Soy tú Otro, Soy el Otro, Mi Propio Otro, que poco a poco habré de ir descubriendo. Y así poder reconocernos y, como el Otro que somos, ganar en la diversidad.

No hay que mirarnos a nosotros mismos para mirar luego al Otro en aquellos –canallada soberbia –, sino saber y reconocer que nosotros somos El Otro de los que nos rodean. Como ese Otro que somos debemos hablar, comunicarnos, exigir el respeto en ese beneficio. Mirar nuestras profundidades, que nos hacen tan diversos y tan mutables. Somos únicos, diferentes. Individuales y plenos. Sabemos y reconocemos que no es la Familia el núcleo de la sociedad, payasadas cristianas que nos quieren seguir contando Los Necios, sin mirar el fracaso y la desesperación de aquellos muchos que siguen rechazando por ser diferentes, por ser individuos que no encajan en sus montados teatros sociales. Cada Individuo es el núcleo de una sociedad, es el átomo que cohesiona mediante los dos tipos de enlaces que nos ha entregado la Química. Enlaces iónicos que son tan volubles, como enlaces covalentes difíciles de romper, que se brindan el uno al otro la energía vital del reconocimiento. He ahí la poesía de nuestros tiempos, he acá La poética del grito, desde la cual podemos escuchar la voz del poeta español Miguel D’Ors, en su Camino de Imperfección decir: Joven, / yo era un vanidoso inaguantable. / “Esto va mal”, me dijo un día el espejo. / “Tienes que corregirte”. / Al cabo de unas semanas era menos vanidoso. / Unos meses después ya no era vanidoso. / Al año siguiente era un hombre modesto. / Muy modesto. / Modestísimo. / Uno de los hombres más modestos que he conocido. / Más modesto que cualquiera de ustedes. / O sea / un vanidoso inaguantable / viejo.

La poesía que ha desbaratado el silencio, que se ha vuelto grito inmodulado, grito creciente, grito incómodo que surca los espacios, hasta encontrar receptor y atravesarlo. ¡Cuántas veces nos hablaron de las grandes civilizaciones! Ahora reconozcamos al tiempo histórico que todo lo sepulta debajo de los polvos, cuyos granos no dejan de viajar de un lado a otro en esta esfera. A qué seguir esperando, si tenemos ante los ojos la Maravilla del lenguaje que salta desde un ordenador, y nos arroja las mil posibilidades para dejar de ser Callados, para dejar de Ser las Víctimas, para dejar de ser La Queja, y ser la Voz, comenzar a ser Aquel que puede hablar, Aquel que tiene las posibilidades de la Reflexión. En una sociedad (en toda sociedad) que tiene que evolucionar, y continuar su evolución, somos el átomo, somos los individuos que la conforman y la habitan; debemos perseguir la búsqueda del Otro que somos muy dentro de nosotros, para sabernos, por demostración interior, que somos capaces de Recibir aquello que pedimos para el Otro.

En una sociedad que cada día se aísla, seremos la posibilidad de la reunión. El reconocimiento del Individuo como núcleo social nos sitúa ahí a todos: sin importar el género, la religión, la diversidad sexual, política, alimentaria y económica. Dejar de decir: “Si haces eso estás mal, Si comes aquello estás mal, Si dices que no lo hagan también estás mal”, y a cambio comenzar a pensar en lo propio, lo que yo hago, si yo escucho, si yo que Soy Tratado como El Otro de los demás puedo mirar solo mi alrededor, entonces será lo mío aquello que joda / no joda a los demás.

La Poética del Grito se aplica en todos nuestros actos. Ese gesto no necesita de dioses ya muertos desde el siglo XIX, pero sí necesita de la Espiritualidad y la reclama; aquella espiritualidad que es la búsqueda de todo conocimiento, todo respeto de creencias, toda diversidad de cultos que no harían otra cosa que reconocernos similares, mínimos reconocedores de aquello que Nos Es Desconocido, y que nos haga alcanzar aquellos conceptos que podemos llamar el Amor, la Esperanza, alguna Fe cualquiera, en la que podemos sentarnos el uno frente al otro y exponer nuestros miedos, temores, logros y justicias, unos enfrente de nosotros como en Toda Reunión de Autoayuda y decirnos: “¡Hola! Me llamo Adán, y soy poeta.” Es bajo aquel polvo cotidiano en el que los años transcurrieron, transcurren y seguirán ocurriendo, bañados de sangre, de espada, de hoguera, de alimentos genéticamente modificados, de estrés, de vacunas que pueden hacernos daño, de sexos y perversiones, de arrestos y libertades condicionales donde tendremos que seguir habitando con los sicópatas y con los moralistas, y con aquellos que sufren la persecución de creer que son Libres que como tantas cosas que podemos reconocer en las múltiples sociedades humanas, seguirán haciéndonos daño. ¿Acaso no sabemos que el Hombre, el Ser Humano, es una maravilla para la adaptación y la sobrevivencia? ¿Que al final logrará adaptarse a cualquier barbarie, para sobrevivir?

La poética del grito está en la modernidad, en el ser modernos, en el reconocernos parte de este siglo XXI, y nos sitúa en el raciocinio espiritual que nos brinda todo lenguaje, como dice el poeta Ángel González en su poema Luz llamada día trece.

A cada cosa por su solo nombre.

Pan significa pan; amor, espanto;

madera, eso; primavera, llanto;

el cielo, nada; la verdad, el hombre.

Llamemos luz al día, aunque se asombre

quien dice «Es martes hoy, ayer fue santo

Tomás, mañana será fiesta». ¡Cuánto

más verdadera que cualquier pronombre

es esa luz que cuaja el aire en día!

Hoy es la luz llamada día trece

de materia de mayo y sol, digamos.

Y si hablamos de mí -puesto que hablamos,

de algo hay que hablar-, digamos todavía:

pasión fatal que como un árbol crece.

No somos el árbol, sino las ramas del árbol, el fruto del árbol, la raíz, el tallo y las hojas del árbol. Porque somos la fundación del todo, la célula todopotencial que puede mutar o puede especializarse, ser función, ser objetivo, ser necesidad en este sistema de procesos y procedimientos que nos entrega hoy el universo social en que nos desempeñamos. Porque, como dice el poema Oda a los nuevos bardos -también de Ángel González-, necesario es lanzar a la basura aquellos arquetipos del poeta que solo busca en el presupuesto la función de pertenencia a una tradición que pretende ser impuesta en la beca, el premio y la edición, dejando claro lo que he decidido llamar La poética del grito:

Mucho les importa la poesía.

Hablan constantemente de la poesía,

y se prueban metáforas como putas sostenes

ante el oval espejo de las oes pulidas

que la admiración abre en las bocas afines.

Aman la intimidad, sus interioridades

les producen orgasmos repentinos:

entreabren las sedas de su escote,

desatan cintas, desanudan lazos,

y misteriosamente,

con señas enigmáticas que el azar mitifica,

llaman a sus adeptos:

-Mira, mira…

Detrás de las cortinas,

en el lujo en penumbra de los viejos salones

que los brocados doran con resplandor oscuro,

sus adiposidades brillan pálidamente

un instante glorioso.

Eso les basta.

Otras tardes de otoño reconstruyen

el esplendor de un tiempo desahuciado

por deudas impagables, perdido en la ruleta

de un lejano Casino junto a un lago

por el que se deslizan cisnes, cisnes

cuyo perfil

-anotan sonrientes- susurra,

intermitente, eses silentes:

aliterada letra herida,

casi exhalada

-puesto que surgida

de la aterida pulcritud del ala en

un S. O. S. que resbala

y que un peligro inadvertido evoca.

¡Y el cisne-cero-cisne que equivoca

al agua antes tranquila y ya alarmada,

era tan sólo nada-cisne-nada!

Concluir

La poética del grito entonces, para que podamos entendernos en este comentario final, nos sitúa en el Ahora, en esta posibilidad de mirar, desde la multiplicidad de plataformas, los recovecos de la historia de la humanidad, sus sociedades, dramas, y batallas, como grandes descubrimientos (el canon y la tradición de querer y saber leer). Es en este ahora en donde tenemos que Gritar el reclamo de Estar Vivos, de saber que Lo estamos. Más allá de las revoluciones, las guerras, los dramas existenciales, Existimos. Somos Individuos que le damos cohesión a las sociedades del Hoy. Dejemos atrás el drama del Yo, y busquemos al Otro que somos en Nosotros mismos, El otro que somos para los demás, porque lo somos.

Que sea nuestro hablar nuestro poema, nuestro Yo hablante, aquel que sirva de ejemplo a nuestra propia vida, representada en el Caos que provoca nuestra existencia en los demás. Gritemos en el Poema nuestra propia Gloria, nuestra Propia Ruina. Gritemos por la salvación. Gritemos nuestra asexualidad; miremos nuestros cromosomas y no nuestros genitales; leamos nuestras feromonas y no las gastadas censuras. Gritemos por nuestra oscuridad, por nuestra alegría y nuestro lamento.

Ya no basta el canto. Lo que nos queda es el Grito, y el Grito surcará las avenidas, la selva, las montañas, los océanos.

Vayamos a por él.

Pienso para mis propios ojos

para la cuenca de mis ojos

para el leopardo en que nos hemos dividido las manchas,

porque esta tarde estoy sentado en la oficina,

y allá afuera van buscando por las calles a todos los poetas.

Y ella me lo ha dicho,

lo ha publicado encima de los postes,

lo va cantando,

de qué nos sirven los poetas si permanecen tristes

si van por la vida con el pene para fuera,

la vagina limpia, limpio el rostro, el pene para fuera.”

La fruta que todos queremos ahogar en el mercurio

y cómo sube el mercurio mientras las bolsas caen.

Ahí los van buscando. Ellos nos buscan.

Nos persiguen por los pasadizos debajo de las calles,

dentro de los postes y entre los conciertos.

En los cafés nos van buscando

y somos la luz dentro del charco.

Somos el mesero que no tiene conciencia,

ese que mete los dedos en el vaso de whisky,

el que salpica al servirnos vino,

ese mesero que no se tienta para ignorar a los clientes,

que limpia los cubiertos en el mandil

y te saca la lengua en el aparador.

Soy esa flor,

la niña de piernas abiertas

y el dedo que la recorre con saliva.

Acá estamos en la arena, detenidos,

y van pasando los aviones

con sus fugas de petróleo.

Sólo somos máscaras

y el rímel

se nos va corriendo sobre el pecho…

Adán Echeverría

Adán Echeverría. Mérida, Yucatán, (1975). Posdoctorante en el Instituto de Investigaciones Oceanológicas de la UABC. Doctor en Ciencias Marinas. Premio Estatal de Literatura Infantil Elvia Rodríguez Cirerol (2011), Nacional de Literatura y Artes Plásticas El Búho 2008 en poesía, Nacional de Poesía Tintanueva (2008), Nacional de Poesía Rosario Castellanos, (2007). Becario del FONCA, Jóvenes Creadores, en Novela (2005-2006). Ha publicado en poesía El ropero del suicida (2002), Delirios de hombre ave (2004), Xenankó (2005), La sonrisa del insecto (2008), Tremévolo (2009), La confusión creciente de la alcantarilla (2011) En espera de la noche (2015); los libros de cuentos Fuga de memorias (2006) y Compañeros todos (2015) y las novelas Arena (2009) y Seremos tumba (2011). En literatura infantil ha publicado Las sombras de Fabián (2014).

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