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XXXII
¿Te has perdido?
– Has escuchado muchas historias, pero también debes descansar… ¿Me escuchas? ¿Estás bien? Dime cómo te llamas.
– Te dije… Me trajo hasta acá un… Espera, la historia sigue…
– No hay prisa, dime tu nombre. ¿Damiana?
– Señor del monte, soy Genaro…
– Ya recuerdo: tu nieto también está aquí.
– ¿Nieto? Tengo ocho años, no tengo hijos ni nietos.
– Ah, pero aquí todo sucede al mismo tiempo. Hay cientos de niñas y niños de todas las épocas aquí, aunque en realidad su tiempo hace mucho terminó.
– ¿Terminó? ¿Por qué? ¿Los trece?
– No. Cada existencia tiene su principio y fin, pero no es cosa de que desaparezcan, sólo se transforman.
– Todos ellos ¿también están escuchando historias? No los vi cuando llegué. ¿Siempre estuvieron aquí?
– Sí…
– Quiero seguir escuchando historias, alguien estaba en peligro de muerte.
– Muerte… Eso es un invento… Sólo existe la vida. ¿Sabes cuánto tiempo llevan existiendo estos mares y tierras?
– No…
– Ustedes dicen que más de cuatro billones de años, cuatro billones de vueltas al sol… pero muchos ya vivíamos aquí incluso cuando no existía el sol. Yo ni siquiera me había transformado en señor, niño o alguien del monte. No era necesario.
– Has vivido mucho, pero yo no tengo tanto tiempo, soy humano…
– El tiempo del que hablas es sólo una medida, igual que la muerte, pero ese tiempo es insignificante en el infinito, igual que la muerte sólo es un simple rumor ante la vida.
– Trataré de entenderlo, o al menos intentaré no olvidarlo mientras sigo escuchando…
La Persona del Sueño
Segunda parte. La vida
El señor del monte es un niño – El nieto, la libélula y un niño extraño – Sin nombre – Cuando llegan los Chaa – Animal o ser mágico – Abuelita del tiempo y el espacio – Abuela Och – La abuela que se hizo niña cuando subió al cerro – Los que robaron la magia y la llevaron a un castillo – Carta al joven aventurero – Los seres mágicos recuerdan al joven, él se olvida de sí – La princesa ya no lo era – ¿Te has perdido? – Carta para ti – Todo empieza y termina al mismo tiempo
Escrito e ilustrado por Rubén Camilo Solís Pacheco