C
La Pereza
Por no querer trabajar
lo llevan vivo a enterrar;
y aunque va vivo en la caja
no le asusta la mortaja.
Un buen viejo
el cortejo
paró en mitad de la vía
y al difunto que le oía:
–Baje, amigo, le decía,
baje, amigo;
le doy diez cargas de trigo,
ya que de todo carece,
para que el trabajo empiece.
Alzó el muerto la cabeza
y dijo con gran pereza:
–¿El trigo… molido está…?
–Eso… usted lo molerá.
¡Oh qué inoportuno tan perro!
Señores… ¡siga el entierro!
Al ocioso
horroroso
es el afán del trabajo;
y antes quiere
y prefiere
de la tumba estar debajo.
Rodolfo Menéndez
Continuará la próxima semana…