No hay refrán perdido
Las letras nos reúnen en este nuestro Diario del Sureste que se ha vuelto entrañable y nuevamente nos encontramos en este artículo, esperando que aún se deleiten con las palabras encontradas cada semana.
Agradezco que sigan con nosotros. Sin más, les invito a continuar la lectura. Cordialmente, su amiga
Adriana Ralón
EL REFRANERO MEXICANO
Labor humanística en México sobre el refrán
Refranero mexicano no es el conjunto de los refranes hechos en México sino los refranes que los hablantes mexicanos usan o han usado en su hablar, independientemente de si fueron acuñados aquí o en otra parte; o de si sus hablantes originales fueron mexicanos, españoles, hebreos, latinos u otros.
La tradición paremiológica mexicana enraíza en las corrientes de la sabiduría mundial. Como ejemplo de ella habría que citar a uno de sus pioneros, Darío Rubio. Luego de una bien ganada fama en el estudio del español mexicano, en diciembre de 1932 publica su obra “Refranes, Proverbios y Dichos y Dicharachos Mexicanos”.
Esta tradición en pos de una paremiología mexicana fue continuada por don Miguel Velasco Valdés con su Refranero Mexicano, publicado por Libromex en 1961; por Patricia de Anda Hermoso con su obra “Dichos y Refranes”, y por José Pérez en sus “Dichos, Dicharachos y Refranes Mexicanos”, entre otros como el polígrafo potosino don Joaquín Antonio Peñaloza, autor del “Vocabulario y Refranero Religioso de México”.
Si hubiera, empero, que “corregirle la plana” a don Darío Rubio le diría que, en 1921, en Guadalajara, apareció publicada la “Historia de Modismos y Refranes Mexicanos” de José Trinidad Laris, usada por el mismo Rubio, y, un año después, también en Guadalajara, en la tipografía Jaime, Luis M. Rivera publica su libro “Origen y Significación de Algunas Frases, Locuciones, Refranes, Adagios y Proverbios”. Un año antes de la aparición del libro de Rubio en 1931, en la Revista de la Universidad de México, Manuel López López publicó un artículo que tituló “Modismos y Refranes del Periquillo Sarmiento”. Fernández de Lizardi, pues, inaugura la recopilación de refranes mexicanos con una técnica que habría de continuar luego Agustín Yáñez, sobre todo en “Las Tierras Flacas”.
Los nombres de Sahagún, Clavijero, el padre Molina, etc., deben figurar en todo inventario, así sea provisional, de paremiólogos mexicanos. Los dichos mexicanos, por ejemplo, han sido coleccionados y estudiados no sólo por los paremiólogos sino por los lingüistas y demás interesados en el habla mexicana. Sólo por dar algunos nombres, menciono a Ignacio Alcocer con “El Español que se Habla en México” (1936), a Rubén M. Campos en “El Folklore Literario de México” (1925), a Antonio Alatorre en “El Idioma de los Mexicanos” (1955), a José Casasola con sus “Dichos Mexicanos” (1953), a Juan Cuadratín con sus “Dichos Populares” (1961), a E. Gómez con su Colección de Refranes y otras Expresiones que se usan en el Estado de Durango (1937) o a Manuel Revilla con sus “Provincialismos de Expresión en México y Provincialismos de Fonética en México” (1920).
EL REFRANERO MEXICANO, PARADIGMA DEL MESTIZAJE
El refranero mexicano es, ciertamente, un importante aunque inexplorado documento del mestizaje cultural. Los moldes de la paremiología española son incorporados no sin modificación, a las circunstancias mexicanas. Hay, también, subtipos de la paremiología española que desembocan, casi intactos, en el refranero mexicano, como hay otros hechos acá con el sabor del ingenio y la cotidianidad mestizos. En el refranero mexicano se reflejan los tabúes y prejuicios de viejas axiologías, las creencias ancestrales, su experiencia de las pequeñas cosas hasta llegar a definir “lo mexicano.
La investigación paremiológica es incipiente, entre nosotros. No hay siquiera indicios de sondear, por ejemplo, los residuos de la ciertamente existente paremiología indígena fuera de las escasas noticias que de ella dan documentos como la Relación de Michoacán o trabajos como los de Ángel María Garibay, entre otros. En la Historia General de las Cosas de la Nueva España, Sahagún demuestra su interés por la paremiología indígena. Reporta, en efecto, a lo largo de la obra no sólo las creencias, rituales y tabúes sino una colección de Adagios. En el capítulo 41 del libro sexto, en efecto, titulado “De Algunos Adagios que esta gente usaba”, Sahagún da cuenta de una pequeña colección de dichos y refranes indígenas. Entre los últimos menciono los siguientes:
- Hay días mal afortunados.
- A nadie menosprecies por vil que parezca.
- Iba por lana, y volví trasquilado, y tropecé en la piedra.
- Pensé en ganar algo y perdí lo que llevaba, acontecióme como a la mariposa que de noche se llega a la candela, por amor de la luz que la deleita y quémase en ella.
- No hay lugar secreto, no hay cosa que no se sepa.
Cada dicho y refrán es explicado por Sahagún y, en algunos casos, hace remontar la explicación a la historia que hay detrás, al detalle lingüístico, a la equivalencia paremiológica. Es importante, por lo demás, notar que en la traducción que hace al español de los refranes mexicanos Sahagún utiliza el lenguaje paremiológico del español. Es decir, vierte los refranes indígenas en moldes españoles. Este es, por supuesto, uno de los primeros rasgos del hibridismo paremiológico antes aludido y, ciertamente, no explorado.
Fuentes
- Herón, Pérez Martínez, Hacia una paremiología mexicana; La fortuna del refranero mexicano.
- Gonzalo Soto.
- Ilustraciones: Archivo AHGA