No hay refrán perdido
ADRIANA RALÓN
ELEMENTOS QUE CONFORMAN REFRANES HISPANOAMERICANOS
Muy buenos días, queridos lectores. Nuevamente estamos reunidos. Como siempre, agradezco que hasta aquí continúen leyendo las líneas de esta monografía. Les invito a seguir saboreando las letras escritas hoy para ustedes, y las que aún están por venir.
Reciban, como siempre, un cordial saludo.
Para penetrar en este lindo mundo paremiológico latinoamericano, vamos a servirnos de las cuatro causas aristotélicas: material, formal, eficiente y final.
¿De qué están hechas las paremias latinoamericanas? ¿De dónde han brotado? ¿Cuáles son sus fuentes? Las respuestas son múltiples y variadas: la Historia, con sus avatares y vicisitudes, la animosidad entre pueblos y terruños, la geografía, la flora, la fauna, los alimentos y las frutas, los utensilios, los autores costumbristas, el racismo y la picardía.
Por ejemplo, en Hispanoamérica los animales han servido para que las culturas latinoamericanas expresen sus cosmovisiones, y la picardía es quizás la fuente más fecunda e inagotable de paremias. La picardía, o lo que Bajtin llama la cultura cómica popular o cultura de la risa, invierte la cultura oficial o cultura de la seriedad.
Lo que sí es verdad, es que se ha calculado que alrededor de 80% de los refranes hispanoamericanos son de origen español, o por lo menos han llegado al Nuevo Mundo por medio de los españoles. Esto también significa que hay mucha semejanza entre los refraneros de distintos países hispanoamericanos. Es lo que destaca en primer lugar de lo que tienen en común los refraneros hispanoamericanos: esa amplia base heredada de España.
Todo lo anterior conforma una idiosincrasia que se trasmite a través de la lengua, en este caso del refrán, que refleja el pensamiento y la cultura hispanoamericana.
ANTOLOGÍA E INTERPRETACIÓN DE REFRANES HISPANOAMERICANOS.
La América que amo es la América hispanohablante y la selva que me propongo explorar es la de su lengua, la de sus infinitas variaciones… La selva léxico-tropical del español que hablan los americanos es lo que a uno le atrae con el fulgor hipnótico que la polisemia de sus palabras emite, un brillo superior al del resplandeciente verde de las hojas de sus ceibas, palmas y flamboyanes. En donde perderse es un placer inevitable, aunque a veces uno no evite la “mamadera de gallo”, o tomadura de pelo, que los equívocos provocan. Si el amigo Valdés, en Bogotá, nos pregunta “¿Le provoca un tinto?”, sabemos que nos pregunta si nos apetece un café solo; el problema es pedir un cortado, un guayoyo en Caracas, o un medio pollo en Santo Domingo, que es un periquito en Colombia.
La geografía decide las acepciones. Niño puede ser patojo, pibe, cipote o chamaco; guagua lo mismo puede referirse a un autobús que a un lactante, depende dónde. Puede que en ocasiones el vocabulario nos pierda, pero la intuición es segura brújula para orientarse en tales trances, sobre todo cuando nos dejamos guiar por la intuición inteligente de la sabiduría popular, o sea, por refranes, dichos y paremias que en ambas orillas cocinan las (casi) mismas habas o reflejos sociales.
Si un venezolano opina de una pareja diciendo “Son como cachicamo llamándole a mocorroy conchudo”, aun sin entender el significado exacto de cada palabra, comprendemos o intuimos el de la frase entera: “Son tal para cual.”
Así, continuando ya en el terreno de los refranes, se pueden mencionar paremias semejantes que son usadas a lo largo de toda Latinoamérica, con todo el peso cultural de cada país.
En Venezuela, el armadillo o cachicamo, en virtud de sus características somáticas, es uno de los principales protagonistas de su refranero. He aquí dos ejemplos:
- “Cachicamo y cachicamo no se rompen la camisa” equivale a decir “Tigre no come tigre” o que “Los bomberos no se pisan la manguera”
- Mocorroy no sube palo ni cachicamo se afeita, sabida la acepción de palo (=árbol), el sentido del aforismo se explicita, pues no existen tortugas trepadoras ni el armadillo puede afeitarse al carecer de pelo.
Perdidos en tan movedizo manglar, a veces la sorpresa es mayúscula. El “abrirse” (irse) de nuestros postmodernos, no es más que el falso arcaísmo “abrirse” (sentir miedo, huir) ecuatoriano.
En ese tono arcaizante damos en el Caribe con esta deliciosa sentencia: “Al que es barrigón, ni aunque lo cinchen de chico”, referido a personas con defectos irremediables provenientes de su mal carácter.
En la misma región, otro refrán equivalente, “El que desciende de coco hasta piñonate no para”, fácilmente comprensible para quien haya probado el sabroso piñonate dulce a base de batata y pulpa de coco.
Ante tal variedad de matices, los puristas se desesperan, pero el explorador se entusiasma. Remontar las aguas del Orinoco, calcular la armonía cósmica de Tikal, o interrogar al astronauta de Palenque pueden ser excitantes expediciones, pero ninguna de ellas tan arriscada e imposible y, por tanto, fascinante, como la de perderse en la intrincada jungla del verbo y proverbio hispanoamericano.
La causa formal de los refranes latinoamericanos son sus propiedades lingüísticas. Hay muchos: arcaísmos, deformaciones gramaticales, contracciones, debilitación consonántica y vocálica, creación de nuevas formas léxicas… Pero resalta otra propiedad lingüística en los refranes hispanoamericanos: las perversiones paremiológicas, que deforman los refranes y, con ello, se recrean constantemente.
Referencias
Julia, Sevilla Muñoz, 2000. Shirley L. Arora y la paremiología hispanoamericana.
Raúl, Guerra Garrido, 1997. Cachicamo llamándole a mocorroy conchudo. Una aproximación a la paremiología hispanoamericana.
Gonzalo, Soto Posada, 2000. Aculturación e identidad del hombre latinoamericano: una aproximación paremiológica.
Ilustraciones Archivo AHGA.