No hay refrán perdido
LA LABOR HUMANÍSTICA EN ESPAÑA Y EL USO DE REFRANES EN LA LITERATURA DEL SIGLO DE ORO. SIGLOS XIV AL XVII.
PARTE 3
Adriana Ralón
Saludos, mis queridos amigos.
Agradezco nuevamente el encuentro que hemos resuelto tener cada viernes para seguir entusiasmándonos con el avance de esta investigación sobre el estudio del refrán.
Sin más, les invito a continuar sumergidos en las letras de esta publicación.
Justo al iniciar el siglo XVI, cuando apenas tenía treinta y un años, en el año 1500, publicó Erasmo su Adagia. Esta obra ejerció realmente una considerable influencia en la paremiología del siglo XVI, aunque no tanta como se ha pretendido.
Nuestros humanistas y los colectores de refranes en España en ese siglo coinciden en reconocer su deuda con Erasmo. De todas maneras, conviene poner las cosas en su punto y matizar la influencia del humanista holandés en nuestros paremiólogos del siglo XVI. Nada mejor para ello que leer lo que escribe Valles en el prólogo de su libro “Libro de Refranes”, aparecido en Zaragoza en 1549. Dice así: “Entre latinos ordenó refranes Erasmo. Empero la diferencia es que Erasmo escogió los en latín de autores doctísimos, griegos y latinos, y declaró el origen de ellos. Yo los he copilado en romance tomando de acá y acullá.”
No cabe duda que los siglos XVI y XVII representan una verdadera revolución en la historia del refranero hispánico, tradición que se venía perfilando desde el comienzo del siglo XIV como una entidad propia. La utilización de refranes será frecuente en la prosa que estará más cerca del lenguaje popular como atestiguan Cobacho, La Celestina, La Lozana Andaluza o el Quijote. La lírica seguirá utilizando refranes como estribillo, una moda que se inició en la poesía castellana en el siglo XIV, pero que anteriormente se hallaba ya en la poesía gallego-portuguesa, que a su vez lo heredó de la tradición provenzal (Duttón, 1989: 37-47; Bizzarri, 2004: 169-192; Pfeffer, 1997). A esto hay que añadir que las colecciones, que hasta el siglo XV se reducía a círculos escolares y monacales, se hacen cada vez más frecuentes hasta no escapar al interés de la antigua imprenta: Los Refranes que dizen las viejas tras el fuego, Los refranes famosísimos y provechosos glosados, el Libro de refranes de Pedro Valles, los Refranes o proverbios en romance de Hernán Núñez o la Phiilosophía vulgar de Mal Lara son algunas de las colecciones impresas. Todo esto como consecuencia de que la colección de refranes se transformó en este período en un elemento de consumo preferido por el nuevo mercado editorial. Pero, como era tan frecuente en el Renacimiento, las colecciones manuscritas acompañaron este auge de refraneros impresos: los Dichos de Aristóteles de toda la filosofía moral del manuscrito Zabálburu que utiliza la colección de Santillana o el mismísimo vocabulario de refranes y frases proverbiales del maestro Correas.
Al igual, es en los siglos XVI y XVII que los refranes están presentes en la obra de Mateo Alemán, Vida y hecho del pícaro Guzmán de Alfarache, Atalaya de la vida humana (1602) en la cual los refranes parecen salpicar literalmente las páginas.
En esta época era vox pupuli el origen de muchos de los refranes, por lo cual la jocosidad era evidente tan pronto como reconocían el refrán propuesto… En la obra literaria de Miguel de Cervantes Saavedra, en su célebre Historia del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, por medio del personaje de Sancho Panza demuestra cómo los refranes son una realidad social.
Félix Lope de Vega Carpio es otro de los renombrados literatos españoles que se anima a incluir en sus obras estas perlas de sabiduría popular. Pedro Calderón de la Barca tampoco queda al margen de esta corriente paremiológica y no puede por menos que incluirlos en algunas de sus obras, como puede ser El Alcalde de Zalamea, por solo citar un ejemplo. Baltasar Gracián decidió también incluir los refranes en sus obras.
En España, en buena parte de la literatura de nuestro Siglo de Oro se requiere estar cerca del pueblo. Nuestra literatura nace muchas veces del pueblo y sobre todo está escrita para el pueblo.
Gracias a nuestros grandes escritores de los siglos XVI y XVII triunfa la lengua del pueblo como modelo del “buen hablar”, y además es adoptada para el “buen escribir”.
Los humanistas y literatos de los siglos XVI y XVII percibirán claramente la íntima relación existente entre refranes y literatura e intentarán recopilar el mayor número posible de ellos; otros aprovecharán los elementos poéticos del refrán para insertarlos en las obras literarias. Ambas actividades no se desarrollarán paralelamente, sino en convergencia, produciéndose un trasvase continúo de la literatura a los recopiladores y de estos a la literatura.
Será un humanista aragonés, Pedro Vallés, y un profesor de la Universidad de Salamanca, Hernán Núñez, ambos muy cercanos en el tiempo, los primeros en rescatar la tradición paremiológica medieval, abriéndola sin recato o restricciones a todos los campos de la experiencia práctica del pueblo y de todas las clases sociales y situaciones.
Pedro Vallés en su Libro de refranes o sentencias muy buenas e provechosas para todo estado de gente agora nuevamente compilado por el orden a,b,c. –publicado en casa de Juana Milián de Zaragoza en 1549–, recoge 4,300 refranes (de ellos, 8 latinos con su correspondencia castellana) incorporando a la escritura la tradición popular de los “Refranes que dizen las viejas” y aprovechando el repertorio de refranes medievales.
Hernán Núñez recogerá 8,331 refranes, incluyéndose gran número de proverbios asturianos, gallegos, valencianos, franceses, italianos y portugueses con la equivalencia de estos en castellanos. Es esta la más rica colección de refranes del primer Renacimiento y se caracteriza por la certeza de las glosas y la extrema libertad del lenguaje que el humanista -filólogo emplea en el tratamiento del refrán creando o impulsando una tradición de desprecio al pudor lingüístico, de aversión al eufemismo que será consustancial a los trabajos filológicos emprendidos por los maestros salamantinos a lo largo de la historia.
Su pasión por la labor paremiológica nos es descrita por su alumno y también paremiólogo renacentista Juan de Mal Lara, autor de La Philosophia Vulgar, en la que recoge 1000 refranes glosados.
Referencias.
- Hugo O. Bizarri. Una nota textual a los Refranes que dizen las viejas tras el fuego a propósito del refrán “más vale traque que Dios vos salue”.
- Ana María, Salcedo López. “La cultura de los refranes en La Celestina”.
- Ilustraciones, Archivo AHGA.