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La Otra Mirada de la Realidad

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Letras

Jorge Pacheco Zavala

La obra de Carlos Martín Briceño sobresale por su consistencia a través del tiempo. Autor nacido en Yucatán, posee la particularidad de enfrentar lo cotidiano desde un punto de vista desnudo, sin poses extravagantes ni artilugios esplendorosos.

Su más reciente colección de relatos El reino de la desesperanza, ed. Lectorum, me deja en claro que la distancia entre el cuento y el relato se acorta con el tratamiento que acaba de darles.

La ficción es la alteración de la realidad en cualquiera de sus componentes y en cualquier grado que se logre. El cuento se caracteriza por contener elementos ficcionales en donde prevalecen las alteraciones, deformaciones o magnificaciones de la realidad. Estos linderos que existen entre el relato y el cuento a veces son casi imperceptibles; sin embargo, en El reino de la desesperanza dichas construcciones ficcionales son cada vez más próximas al elemento central del cuento como género.

Como nos tiene acostumbrados, la prosa rítmica y gentil de Briceño hace de esta colección de relatos un deleite al paladar de quien gusta de la lectura. Quiero enfatizar la agilidad con que discurren las historias que, además de breves, contienen una fuerza dramática que no resulta fácil conseguir cuando se escribe.

Toda la arquitectura de sus textos mantiene un equilibrio entre lo anecdótico y la economía de recursos y lenguaje. Me abstengo de entrar en detalles de los textos contenidos en este volumen (puesto que ya otros especialistas más versados que un servidor han hecho gala de análisis contundentes), para decir que es su mejor obra hasta el momento. Conozco a Carlos y prácticamente toda su obra. Seguro estoy que, aunque ahora me parezca que esta es su mejor producción, en poco tiempo nos sorprenderá con otra u otras historias que nos permitan ver la realidad desde su propia mirada.

El poeta se fijó en la boca suave, carnosa, en la mirada limpia, en el escote amplio que prometía una voluptuosa recompensa y tuvo la impresión de que este país era un paraíso.  Del relato Voz propia.

Enhorabuena, Carlos. Que la pluma sigua su curso…

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