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El logro de cualquier maya –moderado, como el narrador Vicente Canché
Moo, o radical, como el poeta Pedro Uc Be– me llena de orgullo, porque
demuestra el talento de la Nación Maya.
Edgar Rodríguez Cimé
Cuando era niño, las cosas eran en claroscuro en Mérida. El racismo interno era tal que a una familia con marcados rasgos mayas le decían los “Watusi” (por la tribu de la nación africana), a los recién llegados de pueblos yucatecos “los cotorreaban” condescendientemente: Tomasito, Kanasín (un homosexual de closet), o Samahil, que así le decía a mi amigo “Nacho” que venía de Tekantó. En resumen: las personas de pueblos eran personajes de segunda y hazmerreir, en el barrio ferrocarrilero.
Hoy, medio siglo después, el universo maya evolucionó en la ciencia, la cultura y el arte, sin ser visible -al menos para la nación maya- por falta de difusión del avance de sus miembros distinguidos, local e internacionalmente.
Como ejemplos, el doctor en antropología Gener Llanes, que trabaja y vive en Europa, diseñó la página web maya para subir información y mostrar nuestra riqueza cultural contemporánea; el profesor José Tec Tun, creó un método de enseñanza del idioma maya que ha sido aplicado con otras etnias en otras regiones del país.
Existen desde asesores de doctorados en universidades extranjeras, como el lingüista Fidencio Briceño Chel, catedráticos de la Universidad Intercultural Maya de Quintana Roo (UIMQROO), como Mario Collí Collí, o conferencistas sobre saberes tradicionales en universidades de dentro y fuera, como el milpero, ingeniero agrónomo y comunicador Bernardo Caamal Itzá, hasta aguerridos campesinos, profesores indígenas, activistas y ambientalistas.
He tenido la suerte de conocer, ser amigo, y, en algunos casos, ser considerado suku´um (hermano) de algunos mayas, profesores indígenas, escritores o intelectuales, por considerarme cercano o aliado suyo. Los mayas son tutti frutti: ladinos (como los cataloga la linguista mixe Yasnaya Aguliar Gil), occidentalizados, académicos, moderados, activistas, urbanos o tradicionalistas; todos con experiencias que vale la pena tomar en cuenta, incluso para no repetirlas, por negativas.
Los mayas no encajan en el formato binario maya-no maya, como dice el doctor Juan Castillo Cocom, y argumenta Atawalpa Prieto, rector de la universidad quechua, en los Andes sudamericanos. Los nativos de la península de Yucatán conforman un abanico de posibilidades de “ser maya”: de tradicionalistas (Pedro Uc) a profesionales académicos (Lázaro Tuz Chi); de mayas rurales (varios cientos de miles) a artistas (Sol Ceh Moo) e intelectuales (Bartolomé Alonzo Caamal); de mayas urbanos (Juan Castillo) a profesionistas en el extranjero (Gener Llanes Ortiz).
La organización colectiva, horizontal y respetuosa de la diversidad de modus vivendis en convocantes y artistas participantes -como sugieren las costumbres comunitarias- rindió excelentes frutos: más de medio centenar de creadores culturales y también de municipios y comisarías realizó el Festival Cultural Independiente, sin ninguna relación con el evento oficial orquestado por el Gobierno de Yucatán.
Sin embargo, quienes no dependen de empleos del gobierno -campesinos radicales o investigadores mayistas de la Universidad Autónoma de Yucatán- adoptaron posiciones anti-gobierno que, al parecer, enfrentaron cuestionamientos, desaprobación y alejamiento de buena parte de convocantes y creadores culturales invitados, lo cual hizo desaparecer un excelente festival disfrutado por el pueblo maya en 52 municipios yucatecos.
Insistieron en las diferencias políticas cuando debió ser en las coincidencias culturales.
Se demostró que (comunalmente) Sí se puede, pero que (sectariamente) “No se pudo”.
edgarrodriguezcime@yahoo.com.mx