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La maestra Addy Díaz Sánchez – III

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Colonia Yucatán

La maestra Addy Leticia Díaz Sánchez continúa compartiendo sus memorias en la Colonia Yucatán.

No teníamos ni estufa: prendíamos candela; a veces no se cocía el frijol y las tortillas o’op’es, (*) ¡Dios! Así nos la comíamos. No teníamos luz eléctrica porque el que vivía la casa antes nunca pago la corriente y se las cortaron. ¿Sabes cómo hacía mis tareas? Ahí sí me quemé las pestañas ¡porque me las quemé! Mi mamá agarraba la vela y yo cortaba mis telitas para las muñecas de mi clase de danza, hasta que una vez sentimos olor a quemado: ¡era mi pelo que se quemaba! Ja ja ja.  8.0 me saqué de calificación por las tremendas puntadas que tenían los vestiditos.

Tuve que buscar trabajo con un licenciado y empecé a trabajar; en las noches estudiaba. Así estuvimos seis meses hasta que pasamos a casa de una tía y rentamos una casa cerca de ahí. Después compré esa casa cuando me recibí. Era muy duro, durísima, la vida de ese entonces: en la Colonia no pagabas luz, agua, nada, y el dinero era dinero.

Fíjate qué nos pasó una vez, comenta ahora con pícara sonrisa. Cada vez que lo recordamos nos reímos mucho y terminamos llorando.

Ya ves que en el mercado había como un tianguis, ¿recuerdas?  Pues vimos un bulto que nos gustó mucho. ‘Mira qué bonito.’ dijo mi hermana Miriam, ‘como para que vayan a la escuela.’ ‘¡Ay sí!, le dijimos. ‘¿Y yo?’ dice mi hermanita. ‘Tú lo llevas en la mañana y yo en la tarde.’ ‘Sí, sí, lo vamos a compartir.’

Lo agarré y me quedé con el bulto. Ya en la tarde pasó mi hermana Miriam y le dice la señora: ‘¿Siempre vas a querer el bulto para que yo te lo anote?’ ‘¿Qué bulto?’ ‘Si ya lo llevaron tus hermanitas,’ le respondieron. Nosotros pensamos que como conocía a Miriam… Nos lo fue a quitar mi hermana, lo tuvimos que devolver. Estábamos tan felices porque nunca habíamos tenido un bulto para ir a clases. ¿Sabes cómo lo lloramos?

En esa época hasta zapatos calciclas de plástico usaba… No había lujos, pero ¿sabes qué? Nadie se fijaba de nada en ese entonces. Es más, Gabriela Rodríguez me regalaba vestidos porque me llevé mucho con ella; un día me regaló uno más bonito, que me encantó. A mi hermana Miriam, Patricia le regalaba ropa y nos la poníamos. Nunca decíamos no, o que ya se lo vieron a ella, no. Tampoco nadie te decía ‘es regalado.’ Ahorita están las chamacas… Así nos acostumbraron, todo parejo, por eso nos acostumbramos así.

Dos diferentes grupos de alumnas de la maestra Addy Leticia Díaz Sánchez en aquellos años de la Colonia Yucatán.

En el ‘71 me titulé. Mi primer trabajo fue precisamente en Colonia Yucatán, era el sistema por cooperación. $ 250.00 ganaba semanal porque era hija de obrero. Trabajé un año nada más, luego vine a conseguir mi plaza acá, en el 72.

Mi primera escuela fue en Montecristo, por San Manuel. Por la Sierra te ibas, una semana estuve allá solamente porque no tenían dinero para pagarme.

Me cambiaron a Santa Rosa Concepción, que está a 8 kilómetros de la Colonia; en camión me iba esos 8, y otros 3 kilómetros caminando. Nunca tuve un incidente, nadie me hizo nada, a pesar de que a veces veía a los campesinos fumando su mariguana. Luego me dijo el comisario que me iban a buscar a caballo. Me tira un día el caballo, porque es a pelo, y me seguí yendo a pie. Aunque había mucha culebra, nunca, nunca me pasó nada.

Recuerdo que el mobiliario eran latas de galletas a la que le poníamos una tabla a manera de mesa; no sabían hablar español los 20 alumnos a los que les daba clases en la comisaría. Ya no quería quedarme allá, hasta lo lloraba, luego contraté a Lencho Rivero para que me lleve en su moto.

De ahí me cambié a una comisaría por la Sierra, para terminar el curso, pero no me gustó y me cambié a otro lugar que está a 2 kilómetros de la Colonia, a Lázaro Cárdenas. Allá me iba a pie. En esa comisaría fundé la escuela Santiago Herrera Castillo. El Sr. Alamilla empezaba su campaña para presidente municipal de Tizimín y fuimos a hablar con él, el comisario y yo y le expusimos todo. ¿Vas a creer que a los ocho días mandó todo el mobiliario? Aun siendo candidato.

Por esas fechas andaba por allá uno del CAPFCE; pues hicimos todos los trámites, como cuatro meses, y me hicieron la escuela con todo y mobiliario. Esa escuela la inauguramos dos veces. Fíjate qué pasó: ese día ya estaba todo listo, los señores de la comunidad dieron la comida, relleno negro. Ya eran como las tres de la tarde y no llegaba el Sr. Alamilla, que ganó como presidente municipal; pues, como no llegaba, entonces el Prof. Conde cortó el listón para inaugurarla. Apenas lo cortó Conde cuando se asoma el Sr. Alamilla; rápidamente juntamos la cinta y lo volvimos a inaugurar. Ja ja jaaa, se carcajea la tía del difunto Mayito en la sala de su casa, donde se desarrolló la larga plática esa tarde de septiembre del ya lejano 2014.

Recuerdo que empecé con primer año, luego segundo, hasta cuarto grado llegué a dar.

 

(*) o’op – Tostado, en lengua maya

Continuará…

L.C.C. ARIEL LÓPEZ TEJERO

vicentelote63@gmail.com

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