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La lucha es y será por el agua

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Opinión

Dr. Adán W. Echeverría-García

Este fin de semana, en la ciudad en donde radico, sufrimos un corte de agua de poco más de 24 horas. Este corte fue avisado con una antelación de dos o tres días en las redes sociales de la agencia gubernamental encargada de este recurso en nuestro municipio. Por supuesto, ni mi familia ni yo nos enteramos. Estoy seguro que muchos despistados como nosotros tampoco se enteraron.

Tuvimos que sufrir la falta del vital líquido para el lavado de trastes, ropa, uso del inodoro, bañarnos, lavarnos los dientes, actividades necesarias para nuestra higiene. A eso le llamamos sufrir la falta de agua. Entre 25 o 27 horas después, el agua regresó. La sección del gobierno a cargo del agua realizó trabajos de mantenimiento en los equipamientos de una de las zonas de bombeo con la que cuenta la ciudad, y muchas, muchas, muchas colonias, y muchos, muchos habitantes, miles, fuimos afectados.

Desde luego que quienes sí se enteraron tuvieron la fortuna de guardar agua los días previos –algunos precavidos se han hecho de cisternas y de tinacos. No tuvieron que sufrir.

Algo tan sencillo como la falta de agua pasa desapercibido para muchos de los habitantes. En algún momento la corrupción en el Infonavit, que actualmente dirige Octavio Romero Oropeza, y que tan bien ha documentado y ha hecho pública desde la Mañanera del Pueblo, en compañía de la Presidente Claudia Sheinbaum, permitió que muchas constructoras entregaran a los derechohabientes del Infonavit casas sin cisternas y sin tinacos en millones de casas habitación de nuestro país. Fraccionamientos irregulares que tardaron años o nunca fueron entregados a los municipios, pero sí se entregó las casas a las familias, careciendo después de todos los servicios, y sin poder reclamarle a nadie.

Recuerdo que cuando vivía en Mérida el instituto no entregaba ninguna casa sin pisos, sin acabados, o sin tinaco. Apenas salir de Yucatán comencé a darme cuenta de que vivía en un paraíso, puesto que los agentes de bienes y raíces que me ayudaron en cada ocasión, en diferentes ciudades, a conseguir una casa en renta para vivir siempre me decían que las casas no contaban con tinacos, que fueron entregadas por el Infonavit, pero no obligaban a las constructoras a ponerles tinacos, ni siquiera a ponerles pisos de ladrillo; casas del Infonavit solamente con pisos de cemento, y que cada derechohabiente, arrendatario, habitante, le hiciera como pudiera y debería estar agradecido por tener casa en México.

Las veces que me quedé sin agua en Ensenada, por ejemplo, fueron muchas más de las que me costaría admitir. Tuve la fortuna de comprarme un tinaco, de tener un calentador solar; de esa forma podía conservar agua, mientras que todos mis vecinos carecían del vital líquido.

Ahora vivo en una ciudad cercana, muy cercana a un río. Uno esperaría que el tema del agua fuera similar a Yucatán, donde el agua no es problema; pero no es así. Todas las semanas hay cortes de agua. Eso sí, mes a mes llegan puntuales los recibos para pagar el uso doméstico del agua. Seguimos como ciudadanos de segundo nivel, o de tercero o de cuarto nivel, sufriendo por la falta de agua, viéndonos obligados a tener que comprar tinacos, a buscar la forma de guardar agua para palear los cortes, programados o no, que las autoridades llevan a cabo. Esto no le pasa a las industrias. En el tema del agua, los afectados son los agricultores y la ciudadanía que gana menos de 20 mil pesos mensuales.

El agua, poco a poco, a nivel mundial, cada vez es y será más escasa. Aun cuando en México el derecho al agua potable está reconocido en la Constitución y en la Ley del Derecho al Acceso, Disposición y Saneamiento del Agua, un derecho que implica que todas las personas tienen derecho a contar con agua suficiente, salubre, aceptable y asequible para su uso personal y doméstico, los procesos de corrupción en los gobiernos prianistas, de 1988 a 2018, nos tienen en esta situación, padeciendo hasta este día de la falta de agua, de servicios dañados para su suministro; porque también el recurso agua fue otorgado a grandes trasnacionales que pagan muy poco por su explotación en cantidades industriales, mientras el ciudadano sigue padeciendo al necesitarla.

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