Letras
Por el profesor Álvaro Pavía Angulo
Por esos mundos del arte vernáculo andan un hombre y una jarana; ésta se toca con regocijo por sus notas muy contagiosas y alegres, y tiene por autor a otra persona que no lo es. En una fiesta de la hacienda Yaxcopoil, el director de una orquesta gozaba de generales simpatías y de atributos donjuanescos por sus galanteos a las mestizas que concurrían como bailadoras, estas entonces eran “enroladas” para las fiestas típicas de pueblos y haciendas de casi medio territorio yucateco.
Para los que ignoran el sistema que privaba en aquellos tiempos para invitar, o mejor dicho, controlar a un buen grupo de bailadoras para las fiestas regionales, daremos esta explicación:
Por ejemplo, para los pueblos de los municipios de Umán, Chocholá, Maxcanú, etcétera, un vejete diligente y comunicativo se encargaba de repartir invitaciones y de conseguir la venia de los padres de familia para aceptar tales invitaciones; este típico correveidile recogía, de la comisión organizadora anual de estas fiestas, el importe de pasajes y de otros menesteres que pudieran presentarse; las señoritas bailadoras viajaban acompañadas de las mamás o de alguna tía de reconocida seriedad y carácter; el manipuleo de equipajes y la preparación de alojamiento corrían de la responsabilidad y diligencia de este típico comisionado.
La asistencia de comidas y desayunos quedaba a cargo de la Junta Organizadora de la fiesta, que se componía de cierto número de diputados, nombre con que se designaba a los integrantes de la Comisión Organizadora de las fiestas regionales.
Prosigamos el material del relato:
El director de la orquesta, que no era ni muy viejo ni tampoco joven, en cada fiesta cortejaba y envolvía con atenciones ya muy salientes o notorias a una mestiza de fina y seductora simpatía, así como de atractivos juveniles, y su particular modo de bailar y de andar y su gracejo para platicar, por lo que se le llamaba “la pollita risueña y galana”.
Para dar mayor interés y personalidad a sus galantes arrebatos de oferente y cortejador, el bien humorado director, en las pocas horas libres que le dejaba el trabajo de dirigir su orquesta, escribió una jarana que intituló “Xcichpan Coolel” (Linda muchacha o mujer).
El último día de la fiesta los músicos, al comenzar la interpretación de la jarana, se pusieron de pie con arrogante actitud, presididos por su director; el maestro de escuela del lugar, conocido como cultivador de formas literarias como romances, sonetillos, pareados y algunas veces epigramas bien engarzados y de agudeza, fue el encargado de presentar la dedicatoria con la solemnidad y la expresión más emotiva que le pidiera el autor. (Años atrás, dicho así entre paréntesis, aquel maestro llegó a ser colaborador muy estimado de revistas festivas con el seudónimo de Sebedeo).
El acto estuvo regocijado y cumplió su objetivo como ritual de ofrenda y galantería. Hubo amenidad y gracejo en toda la alusión. Los aplausos se prodigaron sin reservas al autor de la jarana, al maestro locutor y a la señorita agasajada.
Pasadas seis semanas, en un periódico festivo de esta capital se hizo la siguiente rectificación:
“La jarana ‘Xcichpan Coolel’, que por equivocación se dijo ser original del maestro y director de orquesta don Manuel Chacón, es de la inspiración y del talento musical del joven Luis Sosa Posta.”
El joven Luis hizo viaje en un bolán nocturnamente al pueblo de Chocholá y se presentó a las puertas de la casa de la señorita objeto de la producción musical, esto es, a quien estaba dedicada la jarana; acompañado de un amigo, portando las dos sendas guitarras, en el silencio de la noche cantaron con singular sentimiento la jarana “Xcichpan Coolel”.
Los padres de la señorita tan románticamente agasajada franquearon las puertas de su casa y de modo más atento hicieron para los galanes, correspondiendo a sus gentilezas, con un caliente chocolate. A la semana siguiente el galán autor de la jarana (según la rectificación periodística) volvió al pueblo y se repitió la romántica audición y el obsequio recíproco de las tazas de chocolate.
Tres meses después los jóvenes, el cantante músico y la señorita tan agasajada se unían con los lazos indisolubles de himeneo.
Nota breve:
La esposa del director conoció, por informes confidenciales, los atuendos de la dedicatoria hecha públicamente en la fiesta de Yaxcopoil a la señorita, la “pollita risueña y galana” de la jarana ”Xcichpan Coolel”, que escribió su inquieto marido; entonces le impuso a éste la condición para no romper su matrimonio, es decir, para que no presentara demanda de divorcio, que por la prensa hiciera saber que él, su marido, no era el verdadero autor sino un joven músico que él eligiera libremente.
Diario del Sureste. Mérida, 7 de mayo de 1967, pp. 3, 7.