Ichtyostega
Manuel Tejada Loría
Nuevos lectores, y algunos no tan nuevos, van tomando como opción la adquisición de libros electrónicos para estar al día con las novedades literarias. Optan por la versión digital para ahorrarse espacio en los libreros de antaño. Ahora, miles de libros forman parte de bibliotecas digitales que caben en un teléfono celular, o en algún dispositivo para lectura de libros electrónicos. Estos dispositivos son tan leves y delgados como un libro de poemas. También el precio de estos libros electrónicos pareciera ser un factor importante para su adquisición, pues son más económicos que la versión impresa.
Enrique Serna acaba de ganar el premio de escritores para escritores «Xavier Villaurrutia» con su novela El vendedor de silencio. Su versión impresa tiene un precio de 389 pesos, mientras que el libro electrónico (que tiene prácticamente el mismo diseño del libro) cuesta 199 pesos. Actualmente por la pandemia, si uno quiere comprar un libro impreso lo hace vía internet, aunque el costo se va incrementando: precio del libro, más costo de envío, más los días que transcurren para que llegue hasta la puerta del domicilio. El proceso dura una semana aproximadamente. En cambio, comprar un libro electrónico permite leerlo casi de inmediato, ya que después del pago se descarga en cuestión de segundos.
Las editoriales, como sea, siguen apostando por ambas plataformas: la tradicional impresa, y la digital. Lo novedoso del libro electrónico es que algunas editoriales ofrecen la posibilidad de leer algunas páginas de un capítulo, o incluso un capítulo entero, con tal de enganchar al lector y comprar. Para un lector de a pie equivale a poder ojear y hojear el libro (cuando estos no venían emplayados en su celofán). Sin embargo, uno como lector, comienza a cuestionarse en qué medida estas nuevas formas de mercado literario no influyen en la creación de los mismos textos, es decir, que los autores, conscientes de las posibilidades de la pantalla digital y el libro electrónico, comiencen a concebir sus textos desde esta premisa tecnológica.
Sin duda, lo que cambiará a corto plazo son los procesos culturales que legitiman la actividad del escritor. Antes, la publicación en libros y revistas impresas era un paso importante, si no es que fundamental, para ser considerado un «verdadero escritor», pues no cualquier persona podía ser considerado para publicarse en una revista importante, o publicado en alguna prestigiada editorial, privada o pública. Un libro publicado equivalía a obtener un reconocimiento social como escritor o escritora. A más ejemplares el tiraje, mayor importancia en el mundo literario.
Ser publicado en alguna revista como Vuelta, de Octavio Paz; o en la sección cultural de algún periódico reconocido no era fácil. Era un «logro» en lo que hoy llamamos profesionalización del escritor que, sin embargo, dependía en parte de la calidad de los textos literarios, pero en buena medida también de las conexiones y conocidos del ámbito literario.
La tecnología todo lo cambió. El libro electrónico en sus diversos formatos, las publicaciones y revistas digitales que son alojadas en internet, se volvieron una herramienta fundamental para nuevas generaciones que, antes que ser validados por terceros, lo harían por ellos mismos, creando revistas digitales de las que, además, no sólo serían solo colaboradores y publicarían sus textos, sino que también serían sus directores. Desde luego, ya no se necesitaría que algún editor o editorial auspiciara una publicación si el libro electrónico podría ofrecer la misma o mayor difusión.
A inicios de este siglo, estos procesos de nuestra cultura escrita se volvieron nuevas normalidades que apenas hasta ahora comienzan a asimilarse.
(Continúa)