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Atisbando Cuba
XXVI
ALFONSO HIRAM GARCÍA ACOSTA
SURGIDERO DE BATABANÓ
Surgidero de Batabanó pertenece a la Provincia de Mayabeque y es un pequeño puerto pesquero que por su posición se ha convertido en el enlace con la Isla de la Juventud –que en mis primeros viajes a Cuba era llamada la Isla de Pinos–. En Surgidero habitan abundantes especies de quelonios y crustáceos, ya que es la zona que provee de camarones y langostas a las áreas turísticas y de exportación, y posee la reserva más grande de esponjas marinas de la Isla. Se puede decir que es uno de los principales puertos de cabotaje y pesqueros del sur de la isla cubana, habiendo sido parte de la Antigua Provincia Habana.
Por su ubicación geográfica, colinda al sur con el Golfo de Batabanó, al Oeste con el Canal de refugio del Combinado Pesquero Industrial, y al Sureste con el área de costa del Golfo de Batabanó. En sus orígenes fue un asentamiento indígena y sus habitantes eran del Grupo Siboney; en su etapa alfarera.
Su economía se sustenta de la industria, contando con el Combinado Pesquero Industrial y la Fábrica de Mariscos que se encuentra dentro del mismo territorio de dicho combinado, la cual procesa el producto fresco proveniente del mar, para exportarlo a diferentes puntos del planeta, lo que le ha dado un gran prestigio a niveles nacionales y extranjeros. Tiene los almacenes de dicha empresa frente al Jardín de la Infancia. También cuenta con una Empresa de Cabotaje, una agencia de viajes, una de Reparación de embarcaciones y una oficina de los Trabajadores Sociales.
Para llegar a esta pequeña población de algo más de 5,000 habitantes viajé por carretera, invitado por el Lic. Humberto Rodríguez Manso (+), Secretario de la Fundación “Nicolás Guillén”, el Dr. Emigdio León, Ministro de Salud a quien conocí cuando era Presidente del Poder Popular de Guantánamo. Intentamos hermanar a Mérida y Yucatán con la Capital y Provincia de Guantánamo, pero no se ha logrado por cambios de Gobierno. A pesar de lo anterior, el estandarte con el primer emblema bordado de Yucatán se me entregó por el Gobernador Carlos Loret de Mola en una gala de despedida en el teatro “José Peón Contreras” de Mérida, velada en la que participó la Delegación Cubana de la Asociación Nacional de Tríos de Cuba; dicho emblema ahora está en la Sala de Protocolo de Poder Popular de Guantánamo. Recibí de ellos una copia en piel de una obra de Portocarrero, en señal de reciprocidad, que espero se conserve en nuestro Municipio.
Salimos de la Habana a eso de las 9:00 horas, para visitar una granja porcícola a la cual se me invitó para ser socio. Decliné por tener convenios con Cubalse para surtir aceite y no tener el tiempo requerido para aceptar la deferencia. La distancia es poca para atravesar la isla de norte a sur, por lo que llegamos a Batabanó antes del mediodía, para tomar un buchito de café en una de sus cafeterías populares: “El Recreo”, donde descansamos para conocer los lugares de interés. En especial, deseaba visitar al lugar donde falleció el director de orquesta, compositor y destacado violinista mexicano Juventino Rosas.
Nuestro caminar continuó para conocer su Casa de la Cultura, un terreno que se estaba habilitando para jugar futbol –el deporte de Cuba es el béisbol–, su Mercado Agropecuario, un moderno gimnasio y una iglesia católica dedicada a Nuestra Señora del Carmen. Aunque, insisto, la finalidad era visitar el lugar donde falleció el autor del vals “Sobre las Olas”: Juventino Rosas.
En ese andar encontré que en Cuba se encuentran obras inéditas del Maestro Juventino Rosas y, aunque falleció en Batabanó, su estancia fue exitosa. No murió en la tristeza y el alcohol. Transcribo lo que Horacio Campa escribió al respecto:
“BATABANO, CUBA – En sentido opuesto a lo que se cree, Juventino Rosas -el más célebre músico mexicano del siglo pasado-, no se autoexilió en Cuba para vivir en el abandono y para morir, a los 26 años, de tristeza y alcohol. Por el contrario: en poco más de medio año de estar en la isla, disfrutó mucho de lo que no pudo en México: vino de gira artística no como simple violinista, sino como director de orquesta No dejó de componer; de las 32 piezas que en México se le conocen, llegó hasta un “opus 92” cuya copia de la partitura se conserva aquí, inédita. Su estancia no fue desafortunada. Cosechó elogios de la prensa cubana y aplausos en teatros llenos. Gozó además de la hospitalidad de algunas personalidades de la mayor de las Antillas.
“Bohemio, enamorado, alcohólico, el célebre autor del vals Sobre las olas no murió de cirrosis ni de un mal hepático, sino de mielitis espinal, enfermedad que acabó con su vida en menos de dos meses. No fue sepultado como cualquier hijo de vecino: le rindieron honores y su entierro fue “muy concurrido” y comentado por la prensa de la época. Hugo Barreiro Lastra, presidente en la provincia de La Habana de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), profesor de música, barítono e investigador, revela tales descubrimientos después de año y medio de intensa búsqueda sobre la estancia de Juventino Rosas en Cuba, período por demás oscuro en la vida del compositor mexicano. En entrevista con Proceso, Barreiro comenta los avances de su investigación “aún inconclusa”, aporta datos inéditos, refuta creencias, aventura hipótesis y muestra el sustento documental de sus cartas, fotografías, copias de partituras, mapas —en menor medida— testimonios. Su investigación —que, afirma, dará más sorpresas— es parte de un homenaje en honor de Juventino Rosas que se celebrará aquí en julio entrante, justo en el centenario de su muerte Lo preparan la Uneac nacional y su filial de la provincia de La Habana y las autoridades locales. Dicho homenaje contempla también la posible reconstrucción de la casa donde el compositor mexicano murió y que se encuentra en el poblado de Surgidero de Batabanó. Frente a la casa —que convertiría en museo de sus áreas— se piensa construir e inaugurar en esas fechas una plaza con su nombre y un busto de mármol blanco.
“En 1909 Juventino dejó esta sepultura —hoy inexistente por la construcción de viviendas— para ir a la Rotonda de los Hombres Ilustres en México. El juez de Batabanó, Isidro Albayna, recibió en 1932 la condecoración “Águila Azteca” del gobierno mexicano por devolver el violín de Juventino.
“La casa donde murió aún se conserva. Está en Surgidero, municipio de Batabanó, a unos 69 kilómetros al sur de La Habana. Su construcción está muy deteriorada por el tiempo. Viven en ella cinco familias. Una placa da cuenta de su muerte en este lugar Las autoridades del municipio piensan reconstruirla para convertir una parte de ella en museo. Las precarias condiciones económicas del país hacen difícil esta empresa. De entrada, hacen falta 50 metros cuadrados de madera preciosa, material casi inexistente en la isla y cuya importación está fuera del alcance de los cubanos.
De acuerdo con Barreiro, la plaza, el busto y, posiblemente, la casa-museo Juventino Rosas serán inauguradas en julio próximo, en un homenaje para celebrar el centenario de la muerte del célebre músico mexicano.”
El trabajo se ha cumplido y se rememora el día de su nacimiento y su fallecimiento, homenaje digno para un hombre que supo dar vida a la música de México en el Caribe, y cuya obra se encuentra clasificada, y a resguardo total, como patrimonio cultural de México en Cuba.
La puesta del sol nos marcaba el tiempo del regreso a La Habana. Pasamos nuevamente a “El Recreo” para tomar un agua mineral de Ciego de Ávila, y otro buchito para asentar el yantar de mariscos. Enfilamos entonces a la capital.
Mis compañeros me dejaron en mi casa en Paseo y 15 del Vedado para un baño, con una invitación a cenar en “Monsegnieur”, mi sitio preferido, frente al Hotel Nacional, con la misma ambientación, decorado y magnífica atención como el Monsegnieur de París que visité en 1976, en mi primera incursión a la Europa Central.
Siendo las 20 horas, nos trasladamos Humberto Rodríguez Manso, Juan Carlos Domecq y el que escribe para continuar nuestra plática, acompañados del pianista Nelson Camacho –pianista acompañante de Esther Borja hasta su retiro que ocupó el lugar de Bola de Nieve, tocando el mismo piano de cola para compartir la música de Ernesto Lecuona que ha llevado por toda América en grandes conciertos en homenaje al mejor compositor y pianista cubano en su tiempo– y tener un conversatorio sobre el compositor mexicano cuya última gira de conciertos fue con una agrupación cubana, saliendo de la Habana y tocando los puertos de la costa norte, oriente y sur, hasta Batabanó, donde su postración física le hizo quedar en Surgidero y recibir sepultura.
Un saludo desde Mérida para el Dr. Emigdio León, Juan Caros Domecq, José Ruiz Elcoro, Lucy Provedo, Dr. José Loyola Fernández, Félix Guerrero (+), Xiomara Villarreal, Humberto Rodríguez Manso (+), María Teresa Linares, Ángel Augier (+) y Ramón Rodríguez, quienes siempre han hecho gratas mis estadías cubanas y ampliado mis conocimientos para una mejor comprensión de la música cubana y su trabajo artístico y cultural.
Abur.
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Fuentes
Oficina Nacional de Estadísticas (ONE) del municipio Batabanó
https://www.ecured.cu/Surgidero_de_Bataban%C3%B3