Correlaciones entre Neruda y Aragón
ALFONSO HIRAM GARCÍA ACOSTA
La presentación de la obra antológica del maestro Enrique Aragón Coss, poeta chiapaneco, ha resultado un éxito tanto en esta ciudad, en el Auditorio del Instituto Cumbres; como en Tuxtla Gutiérrez Chiapas, hace 15 días en la Feria del Libro en Chiapas.
La hija del maestro, Annabella Aragón, compañera del Club de Escritores y de Alquimia Literaria de “Voz de Tinta”, fue artífice para que la obra del maestro Aragón ahora se difunda en la Península de Yucatán y el estado de Chiapas. La voz de Annabella, como declamadora y analista de la vida de su padre, junto con el escritor Jorge Pacheco Zavala, hicieron la dupla cultural para las presentaciones del libro titulado “Chiapas”, que sintetiza el amor por el terruño que vio nacer a este maestro, que con su verso conmueve y describe la maravillosa selva territorial de Chiapas.
Me ha llegado al fondo de mis sentimientos, ya que en esa zona boscosa del sureste mexicano trabajé profesionalmente en la edificación del Hospital General “Belisario Domínguez” del ISSSTE. Dejé una gran cantidad de amigos, con los cuales mantengo relaciones hasta la fecha.
Fue Serafina Domínguez quien me enseñó las primeras letras, y sus hermanos Ramiro y Gustavo, en una marimba de cinco octavas, me enseñaron las primeras notas. Todos ellos fueron hijos de don Abel Domínguez, director de la afamada Marimba Orquesta de los Hermanos Domínguez, “Lira de San Cristóbal”, en la ciudad de México, en los principios de los años treinta del siglo pasado.
A través del maestro Aragón pude ampliar mi horizonte cultural y querer más a Chiapas.
Del compañero escritor Jorge Pacheco Zavala, presento un análisis testimonial con su ágil pluma sobre el maestro Aragón, titulado “La identidad del Poeta”.
LA IDENTIDAD DEL POETA
“CHIAPAS”
ENRIQUE ARAGÓN COSS
(1918-2014)
Hay poetas que fueron formados para expresar belleza a través de las palabras y que no dependen de factores externos para hacerlo; pero hay poetas que nacieron para capturar momentos que no volverán a existir; son poetas que nos trasladan, como si sus palabras fueran remolinos violentos, y otras veces vientos apacibles.
Establecer paralelismos literarios y poéticos nada tiene que ver con absurdas comparaciones, y sí con la posibilidad de vislumbrar los reflejos que arrojan sus construcciones y percepciones poéticas. Estos paralelismos entre dos poetas nos permiten dimensionar debidamente la grandeza de la obra de uno y de otro, sin perseguir de ninguna forma validaciones relacionadas con la preceptiva.
Tal es el caso del Premio Nobel (1971) de Literatura Pablo Neruda (1904-1974), quien en sus recuentos poéticos “Confieso que he vivido” nos deleita con un memorial, no tanto del poeta, como del terruño chileno. Esa misma conexión con la tierra que guarda secretos la encontramos en las líneas del maestro Coss en su poema “YO SOY…”
Los poetas más lúcidos son aquellos que buscan expresar a través de la belleza lo que por años han guardado y atesorado dentro de sí. Son poetas atemporales que sólo esperan un mover en su interior, para manifestar la esencia vital de las cosas que subsisten.
Los poetas que nos marcan son portadores de un ADN extraordinario, pues vislumbran desde su presente rodeado de imágenes, distopías que se transforman en murmullos casi silenciosos y que, dicho sea de paso, enfatizan la belleza, pero lamentan su decadencia.
Porque el poeta es, en su propio tiempo y en su propio mundo, un profeta que preconiza su propia verdad imaginada mientras, con su dulce lenguaje, nos anestesia, evitándonos así el dolor que nos inyecta la cruda realidad.
Enrique Aragón Coss es un poeta que aclimató sus palabras, las sedujo con maestría para ocultar las grandilocuencias, para hacer sutiles los aromas, y terrenales las incomparables imágenes.
Estamos ante un poeta generoso que no se reservó nada para su propio beneplácito o satisfacción, lo que ya de por sí nos habla de una personalidad única y en peligro de extinción.
Esta clase de poetas no se producen en las escuelas de escritores, o sometidos con el látigo del dogma dentro de cuatro paredes; son poetas que la formalidad académica no puede producir porque esta estirpe nace y crece en el campo, en la libertad que anuncia un río o un árbol.
Son poetas que la tierra forma y transforma; son poetas que el viento pule y embellece para que, al proferir una palabra, la tinta y el papel sean los primeros testigos de su grandeza.
Son poetas que no dependen del aplauso o del reconocimiento público, pertenecen a una generación inclasificable, crean y escriben en secreto, en el más puro aislamiento que otorga la tan temida soledad.
El poeta es un artífice de los mundos inexistentes o al menos intangibles pero, por su palabra, esos mismos mundos son llamados a la existencia. Así, el poeta pinta y crea, somete y libera, sucumbe y triunfa. Quién si no la diestra mano del poeta para incubar… “Yo soy el paisajista de nuestro espeso monte huraño, y por pintura uso el aire y el polvo mexicano.”
Es bien sabido que la identidad del poeta tiene que ver más con lo que es, que con lo que produce; aunque lo que produce da testimonio en buena medida de lo que es. Y, a la manera del poeta chileno Pablo Neruda, en su poema “La infinita” va construyendo, con rasgos característicos del poeta sembrado en tierra propia, la misma tierra fértil de antaño, porque el poeta nunca muere. Neruda desenvuelve el ramillete de flores antes semillas y circunda lo humano con la verde naturaleza que refresca sus versos.
Es en la identidad del maestro Aragón donde descansa lo indefinible de su substancia, y por ello también asigna mayor crédito al trazo donde los linderos egolátricos están ausentes, ausentes en toda la extensión de la palabra, pues su única búsqueda, su genuina búsqueda, va más allá de lo humanamente comprensible; de ahí que su expresión: “yo soy de la negra tierra, tierra oscura mezclada…” sea suficiente para comprender desde dónde el poeta lanza sus versos.
Así como Pablo Neruda usa sus manos para “Medir la tierra”, y hacer comparaciones de lo humano con la belleza de la naturaleza, también el poeta Aragón Coss usa la percepción de sus sentidos poéticos para dejarnos versos que no debieran ser olvidados:
“Soy lágrima del dios Huitzilopochtli solo y olvidado,
y soy la plegaria del indio en el monte abandonado”.
El poeta sin identidad es una piedra que rueda y que no encuentra un estanque donde pueda refrescar sus orillas. El poeta carente de sentido es como el hombre que no halla la ruta que le prodigue deleite.
Pablo Neruda afirma: “En ese territorio, de tus pies a tu frente, andando, andando, andando, me pasaré la vida”.
El poeta no es lo que dicen sus versos, pues sus versos han adquirido vida propia…
El poeta no es lo que dice la gente, pues la gente sólo conoce sus palabras.
El poeta es lo que calla, es lo que se guarda en las noches oscuras, cuando el silencio ronda los rincones donde se esconde para darle vida a los mundos que reproduce en secreto.
Tengo en mis manos el libro “Chiapas”, editado por “Voz de Tinta”, con una dedicatoria que dice: “Para Vicky y Alfonso Hiram, con mi cariño eterno, Anita”
Sirva esta columna para hacer llegar un saludo cordial a mis compañeros chiapanecos: Dr. Humberto Camacho; Jorge y Antonio Camacho; Meli, Sarita, al cuñado Sandy, Víctor Manuel Castillejos; Luis Orantes y, en el sitio astral en que se encuentren, Ciro Farrera, Arturo Piña y Eraclio Zepeda.
Con Ciro jugué tenis, con el químico Piña estudié la preparatoria en la Universidad Nacional del Sureste, pero su vida profesional la hizo en Tuxtla y un aula del hospital ahora lleva su nombre; con Eraclio nos unieron las letras y la radio: en el D. F. hacíamos un programa en Radio 1000, FM, titulado “Por los Caminos del Sur”.
Hoy ha sido un día para remover recuerdos del siglo pasado mientras en la actualidad acumulo recuerdos nuevos con Annabella y sus hijas.
Abur.
