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La historia del Comercio Marítimo

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JORGE FRIAS CASTILLO

Junio 2020 – Remontándonos en los legajos de la historia de México, “le damos una mirada” al comercio marítimo a partir del siglo XVl, y tal vez antes con los grandes viajes náuticos de los mayas, hasta los tiempos presentes. Cabe mencionar que siempre fue una ventana de oportunidades con el mundo entero, aunque en sus principios, cuando los europeos explotaban  los productos nuevos y exóticos hacia su continente, la actividad comercial de los galeones españoles era constante e ininterrumpida, no solo transportando productos comestibles, sino otros artefactos como la madera, las piedras de jade, los minerales y muchos más recursos que despertaban no solamente en España, también en Francia, Inglaterra, Holanda, Portugal, Italia, Suecia. Con ello, nació un constante interés por invertir en construcciones de barcos con más capacidad para internarse aún más en la Península de Yucatán, o en el interior del Nuevo Mundo.

Dentro de este pretérito convulsivo, y la paradójica del encuentro entre las culturas indígena y la europea, el resultado fue avasallador tanto en lo humano, como cultural y económico. Las ambiciones por el oro, la plata y los nuevos descubrimientos, como productos alimenticios, definitivamente activaron una doctrina de conquista y comercio que, ante la competencia entre Francia y otros países ya entrado el siglo XVl, inicia la era de los piratas, corsarios, filibusteros, y comerciantes de esclavos para acelerar los campos de producción del Nuevo Mundo.

Todo esto activó una praxis en el campo religioso–político en el que los reyes europeos dirigían la encomienda hacia nuevos territorios para acelerar el comercio de los mejores productos hacia sus reinados.

Así, el tiempo cruza los mares, y la marina mercante juega un papel importante en la historia del comercio marítimo.

El primero de junio, Día de la Marina Nacional, lo celebramos aún con infinidad de obstáculos tanto comerciales como de inversión industrial y tecnología marítima, ya que la navegación mercante ha sufrido severas transformaciones. Desde la década de los 70s bajó el sistema con inusitada proporción. No cabe duda que en la actualidad urge fortalecer la marina mercante nacional, y arriesgarse a realizar modificaciones en el sistema constructivo de embarcaciones.

Una opción sería reactivar la fabricación de una flota mercante propia y con tecnologías que faciliten la agilización de exportación e importación de productos de manufactura necesarios para el país en las nuevas industrias.

Durante muchas décadas, la marina mercante mexicana ha carecido de embarcaciones con pabellón tricolor, y las empresas extranjeras han movilizado millones de dólares en fletes.

Sin embargo, el futuro de la marina mercante es promisorio porque, a pesar de los embates de la economía por las tragedias ambientales y económicas, hay un interés perenne de organismos oficiales y empresas en el sueño de tener una gran flota mexicana y crear un esquema de competividad que impulse el desarrollo nacional.

Durante las conmemoraciones de la Marina Nacional el primero de junio, tanto la Armada de México como las escuelas náuticas presentan jóvenes marinos profesionales que son un potencial para la producción naval y el comercio marítimo.

El Grupo Navisur y el de Transportación Marítima Peninsular tuvieron varios navíos con bandera nacional, y hacían operaciones de traslado de mercancía de cabotaje entre puertos nacionales. Pero la competencia ante sus ofertas originó el cierre de operaciones. Por eso, es de mucha importancia volver a esos principios para competir con los precios internacionales, como en las épocas del Henequén, cuando se fomentaba la movilización de puertos en México.

Necesitamos más barcos abanderados y asumir la responsabilidad de capacidad comercial, para incursionar en otros países y elevar la capacidad de carga.

Durante el inicio del siglo XX, aunque se carecía de alta tecnología, se exportaba comercialmente la fibra de Henequén, creando un emporio de movimiento marítimo. Por el proceso, al mismo tiempo se importaban productos acabados de Europa y todo el mundo: alimentos, vinos, jamones envueltos en telas de yute que podían durar meses colgados, mortadelas, queso de bola, casi todos estos productos de conserva eran exquisitos; las sardinas, el salmón, bacalao de noruega, enlatados, el boquerón en escabeche y el abulón, productos comestibles para el paladar de gran calidad.

Casi todos estos artículos dejaron de llegar sin imitación en cuanto a su sabor, todos traídos por barcos que regresaban del exterior. En cuanto a artículos para el hogar, se traían jabones para lavar ropa, productos medicinales que se surtían a las farmacias y eran muy efectivos para los enfermos, se importaban telas muy buenas (el casimir, dril y nuretex eran inigualables).

También se traían muebles artísticos, estantes, mesas, algunos aún vistiendo las mansiones de Mérida el día de hoy. Toda esta gama de objetos de comercio estimuló la era del henequén a través de un gran movimiento marítimo.

Por eso, hoy es esencial, ante la gran evolución tecnológica, que en este primero de junio se celebre la marina nacional y se active la propuesta de una flota original Mexicana, con barcos no solamente con tecnología náutica de punta, sino también logrados a través de una nueva era de construcción de nuestros propios barcos mercantes.

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