XVII
Productos de fabricación china
En la época colonial, la ruta trazada por “la Nao de China”, galeón con destino a las Islas Filipinas, constituyó un antecedente del vínculo mercantil que unió a las milenarias civilizaciones de Oriente con la Nueva España. Acapulco y San Francisco fueron los puertos privilegiados para recibir directamente esa influencia, que luego se extendió a otros puntos del virreinato, lo que repercutió en la adopción de nuevos hábitos de consumo e incluso en las costumbres del pueblo y en sus prácticas artesanales. Si bien puede admitirse que hubo un acceso socialmente diferenciado a los foráneos, varios de los elementos culturales de los mexicanos actuales tienen como origen insospechado esos antiguos encuentros con el mundo oriental.
Mucho tiempo después, la presencia de la cultura china en Yucatán se hizo efectiva por obra de su gente avecindada en estas tierras, y por las mercaderías provenientes del lejano país, además de las que sus hijos elaboraron diligentemente en suelo peninsular. Unas y otras, especialmente las primeras, se destinaron a su distribución en el comercio local. De las expectativas de los clientes y de su posición social dependió en gran medida el carácter suntuario o popular que envolvía la adquisición de esos objetos.
Por lo menos desde los años ochenta del siglo XIX se anunciaron en Mérida diversos efectos a los que se atribuyó origen chino, como los medicamentos que a módico precio ponía a disposición del público una céntrica botica. En la década siguiente, la oferta comercial incluía dotaciones del “verdadero” té chino, cuyas propiedades aromáticas y digestivas, aunadas a su peculiar sabor, salían a relucir en los anuncios periodísticos para atraer a sus potenciales consumidores.
Con el año 1895 inició su actividad la casa comercial de Kuong Höng Yick, especializada en la venta de artículos importados de China, probablemente la pionera de ese ramo. Sus propietarios, que tenían esa misma nacionalidad, enumeraron en la prensa de la época los variados géneros que ofrecían a los ciudadanos yucatecos. Al infaltable té chino en pomos de diversos tamaños se añadían abanicos, chinelas, pañuelos de seda, lo mismo que hilos, bordados y biombos. Esta tienda vendía jarrones, triquitraques y juguetes al igual que arroz, aceite y frutas en conserva. En ella podía adquirirse también el “Jabón de Kananga”, destinado seguramente a tactos de mucho refinamiento.
Al iniciarse el siguiente siglo surgieron otros establecimientos que compitieron con el de Kuong Höng Yick, que por entonces contaba algunos años desde su fundación. Sus nombres evocan figuras sutiles y presencias amables, graciosamente encarnadas en “La Duquesita”, “La Mariposa” y “La Yucateca”. Estos almacenes extendieron la variedad de sus importaciones a los productos japoneses.
La persuasiva escritura de Ermilo Abreu Gómez albergó el testimonio de lo que el espléndido escritor designó como “el barrio chino”, situado en las inmediaciones de la entonces Calle del Comercio. Ahí pudo apreciar la gran cantidad de objetos que las tiendas ponían a la vista de sus concurrentes. Sus recuerdos dieron realce al conjunto de aromas y modestos prodigios que una comunidad afanosa tendía para cautivar a los espíritus fraternos.
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“Medicamento chino”, El Eco del Comercio, Mérida, año II, núm. 133, 23 de abril de 1881, p. 1.
“El Celeste Imperio en Yucatán”, La Revista de Mérida”, año XXII, núm. 2084, 22 de julio de 1890, p.1.
“Tienda china”, El Eco del Comercio, Mérida, año XVI, núm. 570, 29 de enero de 1895, p.1.
“Tiendas chinas”, Guía General de la Ciudad de Mérida 1901, Mérida, Tipografía y Litografía Moderna, 1900, p. 29.
“Almacenes de artículos de China y Japón”, Guía Enciclopédica Popular. Directorio clasificado de anuncios de negocios y establecimientos mercantiles e industriales de la Ciudad de Mérida, 1902, p.7.
Abreu Gómez, Ermilo, Cosas de mi pueblo. Estampas de Yucatán, México, B. Costa-Amic Editor, s.f., pp. 34-35
José Juan Cervera
Continuará la próxima semana…