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La Función Social del Arte

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Considero que desde la infancia humana, en las diferentes etapas de crecimiento hasta nuestra civilización, se ha buscado siempre la expresión artística en su mejor perfección.

La degradación del arte influye en la perversión de las costumbres, hecho evidente en los períodos críticos de toda época; para la degradación de las costumbres no tiene respuesta el sentido estético.

La disposición apreciativa de lo bello y la necesidad expresiva de la belleza influyen en el ambiente, mejorando los niveles de la relación social. Esto motiva sus impulsos de superación propia, reflejándose en empeños de superación social, cumpliendo la función de su destino.

El arte es la clave de la gran catarsis social, factor con fuerza suficiente para adelantar el medio indiferente por los cerrados egoísmos y la falta de cultura que se palpa en la ausencia de sentimientos nobles.

El arte es pasión encauzada hacia la bondad y la belleza, realizando el prodigio de nuestra sublimación.

En niños que recibieron enseñanza estética, cuando adultos, el medio ruin tiene menos poder para anularlos porque cuentan con una defensa, que es núcleo de sentimientos en torno a la verdad. Esta defensa tiene que ser agotada antes de descender a los niveles nefastos.

En cambio, aquellos que de niños no contaron con esta noción educativa fácilmente son arrollados por las corrientes de los bajos fondos que minan, hasta hacer desaparecer las energías de la personalidad, contando con menos recursos para gobernar sus impulsos por los canales creativos del arte.

Existe en cada uno de nosotros un impulso de búsqueda del propio ritmo de inquietud inductiva a sentir los mensajes de una zona de elevación virtual.  En cada uno de nosotros, los pensamientos buscan expresarse con sus voces, distinguirse por sus propios acentos, sin lastre ni limitaciones que corten su vuelo.  Es natural que cada quién quiera que sus pensamientos sean espontáneos, ondulantes con su propia tonalidad, irradiándose a la conciencia social, en su vehículo simple pero fuerte, poderoso, edificante, proyectándose a la superficie como imágenes grabadas en relieve.

La inquietud estética vibrante y latente en cada quién sacude su potencia para crear, fulminando hábitos de estancamiento que mantienen entumida la sensibilidad.

El arte es pasión sublimada que encauza anhelos de perfectibilidad hacia la bondad y la belleza, realizando el milagro de hacernos mejores impulsando la sublimación del sentido humano.

El arte es cariño, corazón desbordado del seno propio hasta los extraños, extraversión de nuestra finitud, abriéndose a los amplios horizontes, entonando un himno vertical de sentimientos.

Identidad de universo, fuerza de polaridad intelectiva y cordial, sugerencia intangible que se adentra por la ventana abierta en avidez de vuelo en la expansividad de nuestra vida profunda.

El arte es cariño en la piedra en que se labra, llanto sublimado en una canción y lágrima atesorada en la emoción que canta, camino de luz en el niño a quien se educa, grito de libertad en el esclavo, en cada bandera himno, cada expresión un ritmo de belleza y bondad.

Por esto, la perversión del arte genera la perversión de las costumbres. Nunca el egoísmo encallecido puede encauzar a la humanidad a la unidad universal en el arte del ser humano.

El arte es coordinación armoniosa del vivir. El niño integrado por la educación estética tiene elementos para gobernar sus impulsos y no será fácil presa de mezquindad.

Toda obra que nace del sentimiento puro, del estudio meditado, de la investigación sin límite, también permanece a través del tiempo.

 

Ing. Alfonso Hiram García Acosta

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