Remembranza
ALFONSO HIRAM GARCÍA ACOSTA
La Estación Sismológica de Primer Orden en Mérida fue instalada al principio de 1911 en la parte sur del Cementerio General del Mérida, con entrada por la calle 66 Sur. Mis recuerdos son a partir de 1947, pláticas con mi abuelo Rafael Acosta Franco, quien fuera su primer encargado, reportando a la UNAM, Universidad Autónoma de México.
Mi abuelo estudió la carrera de Ingeniero Sismólogo en Francia, junto con el Ing. Gabriel Figueroa Abarca, que fue designado como director de la Estación Sismológica de Tacubaya. Mi abuelo, desde que yo cursaba los estudios secundarios, me preparó para que lo supliera en lo futuro. Me llevaba tres o cuatro días a la semana, me enseñó a conocer los equipos con que contaba la estación, a repararlos y conocer la forma de imprimir sus registros en tiras papel ahumado. Eran dos equipos: un sismógrafo vertical de 1,200 kg. de peso vertical y otro horizontal de 1,300 kg. Con un mechero ahumábamos las tiras de papel y limpiábamos los estiletes conectados a un sistema de relojería que marcaba los minutos con un punto y con dos puntos cada hora; cada 24 horas se imprimían con goma laca y se revisaban para ver qué movimientos telúricos se registraron, ya que la solidez de nuestro subsuelo los hacía útiles para registrar movimientos oscilatorios.
Sembramos 24 flamboyanes para que el recorrido desde la entrada fuera menos caluroso y camináramos bajo su sombra, acompañados por la brisa años después, pues ese tramo lo caminábamos pues no teníamos automóvil.
Esa fue la época que llegué a vivir a mi Mérida natal, que ahora ya no conozco. Me quedan los recuerdos de mi juventud, adultez y ahora ancianidad -hay que llamarla de alguna manera. Ahora estoy en los albores de un término de vida que puede llegar en cualquier momento, tundiendo letras para dejar algún recuerdo a los nietos y bisnietos de su bisabuelo y sus inquietudes de vida.
En 1954, casi al cumplir los 18 años, ya tenía mi primer trabajo: Segundo Encargado de la Estación Sismológica de Mérida, dependiente de la Torre de Ciencias de la UNAM. En mi nombramiento, firmado por el Ing. Guillermo P. Hedding, se me comunicaba que formaría parte de los investigadores del Año Geofísico Mundial como recopilador de Lluvia radioactiva, trabajo simple que me sirvió para tener otro panorama de vida mientras cursaba el bachillerato en ciencias de Universidad nacional del Sureste.
Ese nombramiento llegó a oídos del Químico Eugenio Palomo Erosa, presidente del Club Rotario de Yucatán y amigo de mis padres que me dijo: “Si tienes esos nombramientos, ¿por qué no nos das una conferencia sobre el Año Geofísico Internacional a los socios del Club Rotario y yo te presento?” Lo pensé, acepté y me senté a escribir una conferencia sobre el AGI y algo de historia sobre el Servicio Sismológico. En enero del 54, siendo un joven, di mi primera conferencia formal a los Rotarios Yucatecos e invitados durante una cena en su local social hasta la fecha en la Av. Pérez Ponce. Aún conservo el documento que se me entregó por mi participación esa noche.
El primero de abril de 1904 se reunieron en Francia dieciocho países, entre ellos México, con el fin de crear la Asociación Sismológica Internacional y mejorar la instrumentación sísmica a nivel mundial. Para cumplir con los compromisos adquiridos en esa reunión, el gobierno mexicano inició la instalación de una red sismológica en el territorio nacional. El 5 de septiembre de 1910 se inauguró la primera estación sismológica de la red, en Tacubaya, Distrito Federal, ahora Ciudad de México. En ese momento, la red sismológica quedó a cargo del Instituto Geológico Nacional dependiente de la Secretaría de Minería y Fomento.
Entre 1910 y 1923 se instalaron en total 9 estaciones sismológicas mecánicas autónomas. La central instalada en Tacubaya, Ciudad de México y las foráneas en las ciudades de Mazatlán, Oaxaca, Mérida, Chihuahua, Veracruz, Guadalajara, Monterrey y Zacatecas Se eligieron sismógrafos «Wiechert» de fabricación alemana.
Este servicio fue en su inicio dirigido por mi abuelo Rafael Acosta Franco, luego por quien escribe esta columna, posteriormente Rafael Sansores Acosta y Ligia Sansores Acosta, primos míos. Solo yo quedo en los recuerdos sismológicos de Yucatán.
Fuentes