Educación entre los Mayas
XVI
ARQUITECTURA, ESCULTURA, PINTURA
La destrucción de los monumentos mayas, si bien es notoria, tanto por efectos de la Naturaleza como por la mano del hombre, no puede equipararse a la padecida en el centro del país, donde a decir del arqueólogo Ignacio Bernal, “los religiosos, con mucho los más abundantes investigadores, no están por lo general interesados en objetos o ruinas. Al contrario, cuando se refieren a ellos es más bien por declarar que deben destruirse, ya que son idolátricos y nocivos para la conversión de los aborígenes. Para ellos es clara la necesidad de hacer desaparecer las huellas visibles de un pasado que se deseaba borrar.”66
La situación fue distinta en la zona maya, nos afirma, donde desde 1548 Fray Lorenzo de Bienvenida se ocupa de Thó, la actual Mérida, y muy cercano a él, fray Diego de Landa, insustituible, aun en el tema arqueológico, cuya teoría sobre el origen maya de los edificios sería sostenida con empeño posteriormente por John Lloyd Stephens.
Mucha debió ser la admiración de Landa por las construcciones, puesto que con frecuencia pone énfasis en su gran valor arquitectónico, y su importancia al entrar en contacto con los españoles, como cuando señala que Hernández de Córdoba y Cortés, el primero en Isla Mujeres, y el segundo en Cozumel, visitaron santuarios en uso. Que la expedición de Hernández de Córdoba halló en Campeche:
Un edificio dentro del mar, cerca de tierra, cuadrado y gradado todo, y que en lo alto estaba un ídolo con dos fieros animales que le comían las ijadas, y una sierpe larga y gorda de piedra que se tragaba un león; y los animales estaban llenos de sangre de los sacrificios. Que en Yucatán hay muchos edificios de gran hermosura que es la cosa más señalada que se ha descubierto en las Indias, todos de cantería muy bien labrada sin haber ningún género de metal en ella con que se pudiera labrar. Que están estos edificios muy cerca unos de otros y que son templos, y que la razón de haber tantos es por mudarse las poblaciones muchas veces; y que en cada pueblo labraban un templo por el gran aparejo que hay de piedra y cal y cierta tierra blanca excelente para edificios. Que estos edificios no son hechos por otras naciones sino por indios…67
Pero salvo algunas otras pocas menciones, no fueron las construcciones mayas de mayor importancia para los historiadores.
Fue hasta las últimas décadas del siglo XVII, que el interés por las ruinas prehispánicas de Centroamérica comenzó a surgir con el conocimiento del monumental sitio de Palenque, y el espíritu explorativo se extendió hacia toda la zona maya, recorriendo regiones inhóspitas y descorriendo cortinas de selva que ya habían ocultado los testimonios de aquella civilización. Fabulosas historias se imaginaron alrededor de ellas, y, en los intentos por saber de sus creadores, se creyó ver la huella de egipcios, fenicios, israelíes, hindúes o supervivientes de la Atlántida.
John Stephens, viajero estadounidense experimentado en el Viejo Mundo y competente escritor, entusiasmado por los descubrimientos arqueológicos en Centroamérica, decide explorarla llevando consigo a un compañero ingles arquitecto y dibujante notable, Frederick Catherwood, quien habría de ilustrarle, de manera magistral, su obra literaria. Efectuaron dos viajes, uno partiendo de Belice, de noviembre de 1839 a junio de 1840, y el otro entrando por Sisal, de octubre de 1841 a mayo de 1842. Visitaron Copán, Tecpan –antigua capital de los cakchiqueles–, Utatlán –antigua capital de los quichés, Palenque que los maravilló con su riqueza arquitectónica entonces a la vista. Fueron a Uxmal, Kabah, Labná, y después de otras ruinas llegaron a Chichén Itzá. Conocieron las modestas ruinas de Isla Mujeres y Cozumel, y Tulum que les pareció imponente. Exploraron también Mayapán. “En nuestro largo irregular y tortuoso camino habíamos descubierto los vacilantes restos de cuarenta y cuatro ciudades antiguas, la mayor parte de ellas separadas a corta distancia.” Hace notar que las últimas corresponden a épocas muy variadas: “La impresión de esta ocupación (se refiere a Tulum), comparativamente moderna, se recibe del aspecto de los edificios mismos, que si bien están muy arruinados por la exuberancia de la vegetación, tienen en algunos casos tal apariencia de frescura y buen estado, que en medio de la soledad y desolación que reinan en derredor, presentan un aspecto verdaderamente terrible e imponente”. “Habíamos ya concluido nuestro viaje a lo largo de la costa; y el objeto que nos propusimos estaba plenamente terminado. Habíamos visto abandonados y en estado de ruinas los edificios mismos que los españoles vieron enteros y habitados por los indios; y los habíamos identificado. incuestionablemente con la obra del mismo pueblo. que edificó las grandes ciudades arruinadas que, al principio de nuestro viaje, nos habían parecido envueltas en el velo de un misterio impenetrable.”69
Al pie de la página, el traductor, Justo Sierra O’Reilly, sin embargo, anotó: “El autor cree haber demostrado incuestionablemente su aserto; y nosotros creemos que no lo ha conseguido ni remotamente.”
La obra de Stephens, amenísima narración que en nuestras escuelas de enseñanza media debiera ser libro de texto para literatura recreativa, demuestra admiración y, al final, conmiseración para el creador elemento humano venido a menos, y en apasionada mayafilia expresa amables conclusiones finales, entre cuyos numerosos conceptos asienta: “Las artes perecen por sí mismas cuando, como en el caso de los indios, la escuela práctica se ha destruido del todo… En mi modo de pensar, la enseñanza puede restablecer aun al indio y darle la habilidad suficiente para esculpir la piedra y labrar la madera; y si recobrase su libertad y el uso desembarazado de las potencias de su espíritu, llegaría a poseer de nuevo la capacidad necesaria para inventar y ejecutar obras iguales a las que vemos en los arruinados monumentos de sus antepasados.”70
Ignacio Bernal opina de Stephens: “Si no es el descubridor del mundo maya que ya habían visto desde tiempo atrás Landa y Ciudad Real, él lo lanza al conocimiento universal, él nos sacó de la explicación teológica y apriorística: se inicia la ciencia.”71
Para nosotros, lo anterior es muy significativo, pues la educación rural, gracias a la usual forma oral de transmitir los conocimientos, pudo en mucho prevalecer, pero a la científica y artística que no habían resistido los embates de la Conquista, ahora la ciencia arqueológica le abría las puertas para mostrar algo de ella como asienta Bernal, citando a Alfred Kidder: “En arqueología el énfasis va cambiando gradualmente de las cosas al significado de las cosas, y afortunadamente, los hallazgos de los arqueólogos van siendo considerados cada día más como documentos históricos.”72
Después de Stephens, a finales del siglo XIX y principios del XX, son numerosos los exploradores que viajan hacia el área maya, que se hace atractiva aun para verdaderos arqueólogos, lo que multiplica noticias y despierta interés de estudiosos connacionales y locales quienes tienden a ensalzar la civilización indígena, pero que aún deben enfrentarse a cierta corriente antiindigenista originada en Estados Unidos “que no cree que el indígena haya podido elevarse a altos niveles culturales”. Es una escuela racista llegada a México antes de 1880, que tuvo algunas repercusiones de índole histórica y política, posteriormente superada.”
En el último cuarto del siglo XIX, a los esfuerzos individuales en arqueología se suman las participaciones de sociedades científicas de diversas partes del mundo que en revistas y boletines dan a conocer trabajos que se realizan en general en América, en el centro de México y en la región maya. En esta zona, a los continuados esfuerzos individuales se unieron los de instituciones extranjeras. Así el Museo Peabody de la Universidad de Harvard apoyó importantes publicaciones, inició excavaciones en Copán, Honduras, y auspició estudios arqueológicos en Santa Lucía Cotzumalhuapa, Guatemala. Y “Desde 1914 fue la Institución Carnegie de Washington, la gran exploradora de esta región, bajo la dirección de un selecto grupo de arqueólogos, del que sería el primero en el tiempo Sylvanus G. Morley, que inició un fantástico recorrido en toda el área, recorrido que habría de durar casi diez años”. Durante los cuales investigó en Copán, en el norte de Guatemala. descubrió Uaxactún y trabajó en Tulum, permaneciendo finalmente por un acuerdo entre el gobierno de México, representado por la Dirección de Antropología, y la Institución Carnegie, hasta 1940 en Chichén Itzá como jefe de Proyecto. Según Alfred Kidder, uno de los objetivos de Morley, que por cierto logró, al emprender las obras de Chichén, fue “trabajar en tal forma que el lugar pueda quedar como ejemplo permanente del adelanto artístico de los mayas.”75
En 1946, Morley plasmó el resultado de su trabajo en el libro The Ancient Maya que, a juicio de Bernal, es de las obras de divulgación a alto nivel, que ha resultado una de las primeras historias escritas con verdadero conocimiento arqueológico. En 1947 se hizo de ella la primera edición en español, y, a partir de 1956, ha habido seis ediciones más. Desde la tercera, de conformidad con las nuevas investigaciones y nuevos conceptos científicos, comenzó a ser modificada, llegando las dos últimas ediciones a reescribirse totalmente. En la actualidad es preparada por Robert J. Sharer y constituye una enciclopedia de la cultura maya.
Para principios del siglo XX comienza a surgir oficialmente la organización de los estudios arqueológicos en el país, que culminarán en 1939, con la fundación de la Escuela Nacional de Antropología. En el mismo año, se creó el Instituto Nacional de Antropología e Historia que englobaría las exploraciones y estudios, así como los museos de todo el país.
Entre los numerosos estudios mayas hoy especializados, están los dedicados a desentrañar la escritura, tarea a la que, con Landa como pionero, se han entregado doctos epigrafistas ingleses, alemanes, estadounidenses, rusos, españoles, franceses y mexicanos, que han llegado, con desciframientos notables, a dilucidar importantes fragmentos de una historia que parecía perdida para siempre.
Ahora podemos saber cuándo y dónde se forman los primeros conglomerados mayas y surgen expresiones arquitectónicas, dónde las más remotas esculturas; cómo fue la evolución estética a través de los siglos, de quiénes, cuándo y en qué tuvieron influencias ajenas los mayas; de qué manera arquitectura, escultura, pintura y escritura se asocian al servicio de la historia; cuál es el definitivo papel de la religión en los procesos culturales; lo utilitario de las ciencias para la sobrevivencia comunal; y tantas manifestaciones de su intelecto que ocupan pensamientos y bibliografías actuales.
La arquitectura es ya el testimonio más valioso de lo que fue la antigua civilización maya.
De Investigaciones en la región de Cuello, Belice, se desprende que “hacia el año 900 a.C., las viviendas se construían en torno a un patio encalado de unos 15 m de ancho, y las casas, con paredes entramadas y con tejados de palma, se parecían mucho a las construcciones de ábside, redondeadas en sus lados estrechos, de los mayas modernos de Yucatán.” 76
Esto ha sugerido que “la choza haya sido el modelo de los edificios mayas; ya Morley había notado el parecido de los interiores; Stirling acepta el concepto y lo justifica diciendo que, técnicamente, la bóveda maya no puede explicarse sino por la petrificación del modelo de la choza, pues no procede en absoluto de cálculos compatibles con el material empleado, y que esta adaptación explica la ausencia de posterior evolución; es decir que la bóveda maya no se apoya en un descubrimiento tecnológico capaz de ser mejorado luego, sino en una simple imitación del modelo que perduró a través de todo el tiempo; se enfrentaron a un desafío resuelto con inteligencia y a base de muchos ensayos77. Además de la bóveda, conocieron, el techo plano hecho de vigas y concreto de cal que no se le encuentra corrientemente, tal vez porque después que ha caído es difícil identificarlo, pero posiblemente fueron bastante comunes, habiendo ejemplos en Piedras Negras, Uaxactún, Chichén Itzá y Tulum.”78 Lo dicho sobre las bóvedas de saledizo no significa, sin embargo, que siempre fueron idénticas. Sharer identifica 14 estilos de ellas.
La primitiva distribución de las construcciones habitacionales parece que fue continuada para comunidades mayores y, posteriormente, fue modelo para el trazo de las ciudades, donde la orientación coincidía con los rumbos astronómicos; de la primitiva arquitectura de las casas parece haberse derivado la forma de los templos y de los grandes edificios en general, erigidos siempre en plataformas sobre las que se elevaban los montículos. “El modelo del universo distribuido en cuatro partes estuvo reproducido en todo el espacio natural, ya fuera para establecer un asentamiento, para construir un edificio o un altar o para roturar la selva y dedicarla a la agricultura… Las plazas, pirámides, templos y palacios imitaban, bajo formas simbólicas, el paisaje mítico, configurado por los dioses el día de la creación.”79
El concepto religioso del cosmos se nota desde los más lejanos tiempos en las construcciones mayas, y el fin del hombre sobre la tierra aparece simbolizado de innumerables maneras. Algunas explicaciones al respecto, hechas por Mercedes de la Garza, se hacen oportunas: “La pirámide claramente simboliza la montaña, pero representa a la vez ascenso al cielo porque, a partir de su base cuadrangular que reposa sobre la tierra cuadrada se eleva hasta terminar en la unidad celeste… Y la pirámide invertida es símbolo de la caverna, la cual representa la entrada al inframundo.”80 Sharer observa que algunas ciudades mayas como Dos Pilas, Guatemala, se encuentran situadas por encima de extensas cavernas que eran consideradas nexos importantes con el inframundo. “En la arquitectura maya, el templo-pirámide siempre se vincula con la plaza; son dos elementos arquitectónicos absolutamente unidos, y esto se debe a su sentido simbólico: representa el vínculo de la tierra cuadrangular con el cielo piramidal, la unión del ámbito de los hombres y de los dioses… En todas las fuentes se puede constatar que las plazas eran el espacio para que el pueblo participara en las ceremonias religiosas oficiales; en tanto que los templos, situados en lo alto de las pirámides, eran el sitio para los sacerdotes, el sancta sanctorum al que sólo ellos podían acceder para realizar diversas ceremonias, como los sacrificios humanos. Ascender a la pirámide significa entonces emprender un viaje sagrado en el centro del mundo; trascender el espacio de los hombres y penetrar al de los dioses, hasta llegar a la cima de la montaña sagrada, que simbolizaba el centro del cielo.”81
Los templos estaban dedicados a las divinidades o a los antepasados, a quienes se rindió tributo desde tiempos lejanos. En un patio de Cuello, lugar al que nos hemos referido, se encontró, correspondiendo aproximadamente a 600 a.C., la tumba de un anciano, indudablemente jefe de familia que había sido objeto de culto. Para el año 400 a.C., ya había edificios rectangulares mayores que los demás, que sin duda tendrían funciones religiosas. Los gobernantes, tenidos como ejes centrales del cosmos, al fallecer, descansaban en suntuosas tumbas en las que depositaban valiosas joyas, máscaras, principalmente de jade, y fina cerámica elaborada especialmente para su largo viaje al inframundo. Las construcciones sobre las tumbas levantadas generalmente son monumentales.
Una característica de la arquitectura maya es la superposición de edificios, a veces hecha con tal cuidado que la construcción inferior permanece totalmente protegida. Tal es el caso del famoso Castillo de Chichén Itzá, que data del Clásico Terminal, monumento que mereció la admiración de Landa, el primero en describirlo, y después la de célebres investigadores. En 1930, bajo los auspicios del gobierno de México y el trabajo de arqueólogos mexicanos82, se hizo el descubrimiento de una subestructura que, mediante obras de refuerzo al edificio exterior, permitió la exploración íntegra de una pirámide oculta y un templo descansando en ella. Este templo consta de dos aposentos: en uno se halló una escultura de las llamadas chacmol, y en la otra, un tigre de piedra, de una sola pieza, pintado de rojo, con incrustaciones de jade, y en el lomo, un mosaico de turquesas; todo impecablemente conservado.
En las grandes urbes mayas, son frecuentes los vestigios de calzadas, en maya, sacbeob (en singular, sacbé). Eran obras arquitectónicas de anchura diversa que se elevaban 0.5 a 2.5 metros sobre el nivel del suelo, pudiendo tener espesores mayores, pues regularizaban el terreno, para lo cual utilizaban muros laterales de contención que re llenaban de piedras y remataban con piedras pequeñas, cal y sahcab. Dentro de las poblaciones eran unión entre conjuntos arquitectónicos, zonas residenciales y plazas; enlazaban poblaciones, y en estos casos podían indicar la subordinación de una entidad a otra. Eran también vías para procesiones, como la muy notable, que iba del Castillo de Chichén Itzá al Cenote Sagrado. En este sitio, Rafael Cobos tiene consignados 52 sacbeob internos. El largo de los sacbeob era muy variado; el mayor conocido está entre Cobá, Quintana Roo, y Yaxuná, Yucatán, y mide 100 km.
A más de las piedras artísticamente cortadas, la escultura y la pintura fueron elementos que embellecieron la arquitectura. Los motivos ornamentales eran muy variados, labrados en piedra o modelados en estuco y siempre pintados en brillantes colores. Peter Schmidt indica: “En tiempos de su máximo esplendor, Chichén Itzá debe haber ofrecido un aspecto brillante y colorido difícil de imaginar ante la sobria imagen en verde, gris y blanco que conocemos”.83
A la escultura y a la pintura se deben importantes aportaciones históricas y mitológicas. La escultura arquitectónica monumental aparece desde el Preclásico Tardío y consiste en enormes mascarones de dioses de dos y hasta cuatro metros de altura. En Acanceh, Yucatán, existe en el centro de la población una pirámide preclásica cuyas cuatro caras se adornan con enormes mascarones de estuco que arqueólogos mexicanos descubrieron a finales de la década de los noventa.
Las estelas, altares, dinteles, tronos y retratos han ofrecido datos invaluables. Por ellos se ha podido saber el grado de organización política alcanzado por los mayas. Sus datos han permitido reconstruir las cronologías dinásticas de los gobernantes de Tikal, Yaxilán, Palenque y Copán, comprendidas de 159 a 889 d.C. y los acontecimientos más importantes de sus épocas.84
En cuanto a la pintura, a más de los códices, la que decora cerámica, y la mural son de una elocuencia que no es raro iguale a los textos. La que decora cerámica, especialmente la dedicada a conmemoraciones, permite cerciorarse de lo que les inquietaba la vida, porque expresa actos religiosos, pasajes mitológicos, episodios históricos, escenas recreativas.
Los murales, de gran fuerza expresiva, eran generalmente para los interiores de templos, paredes de tumbas y palacios. El muy famoso de Bonampak, descubierto en 1946, fue creado a finales del siglo VIII. Cubre el interior de las tres cámaras de un pequeño edificio, está intensamente coloreado y ha sido interpretado como la representación de la fiesta de entronización de un soberano, con todo el ambiente que la acompañaba: escenas de batallas, sacrificio de prisioneros; secuencia de acontecimientos palaciegos: servidores preparando a los señores para las ceremonias, desfile de músicos, danza, pompa en trajes y atuendos, etc. Estas pinturas son consideradas la obra pictórica de mayor calidad artística de América prehispana, y de extraordinario valor histórico.
El florecimiento de las artes y las ciencias, y la tecnología necesaria para su desarrollo cabal, tuvieron que disponer de métodos para conducir sus logros, y de personalidades para consolidar los avances y organizar su transmisión, es decir, debió haber una planeación educativa. Interesantes recientes investigaciones y novedosos conceptos sobre pintura y escultura nos alumbran para algunas lucubraciones.
Así, la cerámica, ocupación transmitida de padres a hijos, llega, asociada a la pintura, a elevadas cúspides, y merece hoy que, al hacer referencia a los artistas mayas clásicos, se diga: “Cuyo dominio del arte de la alfarería aún no ha sido superado en la historia universal.”85
A través de la policromía de tan admirada cerámica, los estudiosos han logrado hacer diferenciaciones de estilos de pintura que hubo en la época clásica, por regiones y aun personales; obras que debieron ser de grandes maestros, con trazos particulares y aun avaladas por sus firmas. Se ha sabido de la existencia de talleres propios de distintos reinos. Y es de suponer la influencia de protectores tipo Mecenas.
Los artistas plásticos es posible que se distinguieran en varias disciplinas. Una firma que aparece en monumentos reaparece en objetos cerámicos con incisiones o relieves; haciéndose notar que al tratarse de cerámicas pintadas puede leerse delante de la firma el jeroglífico correspondiente a u tz’ibal “su escrito” o “la pintura de.”86
Las fechas, los estilos, los sitios en lo que se localizan las obras plásticas muestran que pertenecían a una escuela regional propia que influía en otros varios estilos y que se transmitía a sitios menores. Se sabe que había varios escultores en una sola obra y que un artista participaba en numerosas obras y sitios a la vez. Existen consignados datos tales como el rango social al que el artista pertenecía y la categoría que le correspondía en el taller. La investigadora Elizabeth Wagner, entre sus conceptos asienta: “Debe asumirse que entre los mayas existían talleres de escultores organizados sobre la base de la división de trabajo, que bajo la dirección de uno o varios maestros escultores daban ocupación a otras fuerzas laborales auxiliares.” Y añadimos: tal como en tiempos más recientes, antes de que existieran las escuelas tecnológicas, los jóvenes se formaban junto a maestros que eran, en realidad, los dueños de los talleres.
La reconstrucción de los modos de enseñanza en las élites mayas es imposible, pero debieron basarse en normas educativas comunes a todas las culturas: intuición, motivación, disciplina y un principio de libertad sin el cual no hubiera habido creatividad ni el virtual estructuralismo que poseyeron.
La eficacia en la transmisión del saber, de modos de ser y hacer las cosas, de esparcir lo propio y asimilar lo ajeno, se percibe en la propagación de sus logros y en la adopción de formas religiosas, artísticas y algunas lingüísticas de otras regiones de Mesoamérica. Es muy significativa, como prueba de su eficacia en la enseñanza, la difusión de la escritura en la totalidad del área maya, y los sistemas de organización social tan notoriamente repetidos.
Una prueba del expansionismo del arte maya son los murales descubiertos, en el año de 1975, en Cacaxtla situada en el Valle de Puebla, Tlaxcala, que miden 22 metros de largo por 1.55 de alto, en “un estilo plenamente desarrollado y monumental que se deriva del estilo maya del Clásico Tardío Terminal.”87 Sharer explica el hecho de la siguiente manera: “Hoy parece probable que grupos mayas putunes penetraron por el oeste hasta el valle de Puebla, acaso para establecer redes comerciales durante un período de desorganización entre la caída de Teotihuacan y el surgimiento de Tula, capital del estado tolteca posclásico formativo…”88
Cualquiera que fuera el origen de los murales, está claro que la escuela maya de pintura, posiblemente representada por pintores itinerantes, dejó ahí su huella.
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67 Landa, 1986: Capitulo III.
68 Stephens, 1945:341.
69 Stephens, 1945:345.
70 Stephens, 1945:381.
71 Bernal, 1992: 113.
72 Bernal, 1992: 170.
73 Bernal, 1992: 132–135.
74 B Bernal, 1992: 168.
75 Bernal, 1992: 169.
76 Hammond, 2001:36.
77 Yucatán en el tiempo, tomo I:306.
78 Yucatán en el tiempo, tomo I:307.
79 Hammond, 2001:36.
80 Garza, 1998:31.
81 Sharer, 2000:472.
82 Marquina, 1964:849.
83 Schmidt, 1999:428.
84 Sharer, 2000:179, 244, 261, 284, 301.
85 Reents–Budet, 2001:247.
86 Wagner, 2001:338–339
87 Schimitd, 199:430.
88 Sharer, 2000:344.
Candelaria Souza de Fernández
Continuará la próxima semana…