Educación Maya
XII
ZAMNÁ
El origen de los dioses mayas era muy diverso. Podía ser del medio acuático o vegetal, del cielo o del inframundo, de algún fenómeno natural o de personajes deificados. La arqueología, el desciframiento de los códices, la lectura de estelas y descubrimiento de monumentos antes ocultos, las comparaciones entre la arquitectura de distintos sitios, a veces distantes y, sin embargo, con semejanzas que expresan la incuestionable afinidad mítica, las coincidencias en leyendas entre entidades sagradas aparentemente ajenas, todo, complica la comprensión del panteón de los mayas. Y es que los dioses mayas, como enfatiza Mercedes de la Garza, y reconoció el mismo Fray Diego de Landa, no eran ídolos sino entidades cambiantes.
Para ejemplificar lo anterior, tomaremos como tema a Itzamná, deidad considerada como dios único, creador, equivalente a Hunab Ku, de quien se ha dicho que es su hijo y representante en la tierra.
Etimológicamente, el Diccionario Maya Cordemex dice, apoyado en el Diccionario de Viena, que el término «Itzam», que es el nombre de la deidad y no corresponde al de iguana como a veces se afirma, está formado por los elementos «itz» morfema cuyo significado está relacionado con las ideas de sabiduría, magia, poder oculto; «a» vale por agua, y «am» es el actor; de modo que «Itzam» significa el mago del agua, el que tiene y ejercita poderes ocultos en el agua, sentidos que están de acuerdo con el importante papel que le corresponde al dios de la creación. No aprueba, por tanto, la interpretación de Thompson de Itzamná como casa de iguanas, pues «na», además de casa, en el lenguaje esotérico que no es siempre coincidente con el del pueblo campesino, puede tener los significados de: merecimiento, dignidad, inventiva, provecho, dicha, juicio, enigma; en cakchiquel puede significar sentir, sospechar, adivinar los pensamientos, enseñar costumbres, artes, letras, doctrinas, que son ideas propias de un dios considerado como de la sabiduría.
Mercedes de la Garza llama a Itzamná el Dragón Celeste, y a través de un minucioso estudio científico que vale la pena atender, nos muestra múltiples imágenes y atributos manifestados en los códices y en obras plásticas que abarcan todos los tiempos, y en cuyas concepciones participaron variedad de animales sagrados, en primer término la serpiente, además del pájaro, el venado, el jaguar: y nos recuerda su representación antropomorfa de los códices, donde se le identifica como un viejo desdentado de mejillas hundidas, con la parte que rodea los labios, el mentón y la frente pintada de amarillo y con la barbilla prominente.45
Diego de Landa, en el calendario maya que señala las festividades correspondientes a los distintos meses, anota: «En cualquier día del mes de Mac, hacía la gente anciana y los más viejos, una fiesta a los chaces, dioses de los panes, y a Itzamná». Esto podría corroborar que los chaques eran dioses de la lluvia entre los campesinos, e Itzamná lo era entre las altas jerarquías. También dice que en el mes de Uo se celebrara la fiesta de los «sacerdotes, los médicos y hechiceros que eran todo uno».
En esta ocasión, «sacaban sus libros y los tendían sobre las frescuras que para ello tenían, e invocando con sus oraciones y su devoción a un ídolo que llamaban Cinchau-Izamná, del cual dicen fue el primer sacerdote, y ofrecíanle sus dones y presentes y quemábanle con la lumbre nueva sus pelotillas de incienso…»46
De las impresiones que en Yucatán recibieron los historiadores en tiempos posteriores a la conquista, tomamos lo que Eligio Ancona dice sobre el tema:
El primer nombre que se registra en los anales de la península, es el de un personaje a quien Cogolludo llama Zamná y Lizama Itzamná… Algunas veces, sin embargo, hemos sospechado que aquellos historiadores no se refirieron a una misma persona, porque según el primero, Zamná es simplemente el conductor de una tribu, y según Lizama, Itzamná es un rey poderoso que asienta su trono en Itzmal. Sin embargo, todos los escritores, incluso el mismo Cogolludo, están conformes en dar el nombre de Itzamná a la deidad que los yucatecos veneran en sus altares.
La tradición está conforme en el importante papel que desempeñó en los tiempos más remotos de la península. Sacerdotes, guerreros y artistas de todas las profesiones formaban su séquito, y esta circunstancia le favoreció para echar los cimientos de la civilización americana entre las tribus primitivas del país. Debió recorrer toda la tierra para reconocerla, y habiendo notado sin duda que la faja que queda al norte de la cordillera, es la más habitable a causa de la abundancia de aguas, fundó en el centro de esta región una ciudad, a la que le dio el nombre de Itzmal.
Estableció un culto manso y sencillo, que probablemente no fue alterado hasta la invasión de las tribus que adoraban a Kukulkán… descubrió las virtudes químicas de las plantas y fundó en unión de X-Chel y de Citbolontun, esa escuela médica en que después hicieron su profesión los h-menes. Fue también el inventor del alfabeto. La obra más prodigiosa que se atribuye al fundador de Itzmal, es la de haber puesto nombre a todos los pueblos de la península, a todos los puertos de mar, cabos, esteros, montes, cenotes, lagunas, a todo lugar en fin.
Como muchos caudillos y reformadores del Viejo continente, Zamná pretendía descender de los dioses, y su origen divino era el fundamento más sólido de su poder. Él había cuidado de divulgar esta especie por toda la tierra, y cuando alguien le preguntaba quién era, respondía: itzen caan, itzen muyal. «soy la sustancia del cielo, soy el rocío de las nubes».
La tradición añade que predecía las cosas futuras, sanaba a los enfermos y resucitaba a los muertos.
No se sabe la época en que floreció Zamná ni el número de años que vivió sobre la tierra. Pero al fin, cargado de gloria y de virtudes, descendió al sepulcro.
Los dos templos que se le erigieron en Itzmal bajo los nombres de Itzamatul y de Kab-ul eran continuamente visitados, no sólo por los fieles de la península, sino también por devotos peregrinos que acudían de las regiones más distantes.47
En nuestra apreciación, el Zamná de la historia de Yucatán, cuyo recuerdo era tangible cuando llegaron los españoles, debió ser un ministro religioso, ya legendario para entonces, considerado en vida como representante del Supremo Hacedor Hunab-kú o Itzamná, cuyas virtudes, después de su muerte fueron exageradas como suele ocurrir. Igual que otros sabios sacerdotes, debió ser paradigma de lo que fueron los maestros en tiempos prehispánicos.
Que Zamná haya sido un maestro de espíritu abierto, filósofo no ensoberbecido por su sapiencia, lo dicen algunas leyendas como la que trata del descubrimiento de la fibra del henequén, que relata:
Un día que Zamná recorría el campo en busca de plantas medicinales, se pinchó la mano con la espina de una hoja larga y rígida. Uno de los discípulos que lo acompañaban cortó con un filoso pedernal la penca cuya espina había causado daño al Maestro y la golpeó repetidas veces con una piedra. No se sabe si la intención fue extraer el jugo para curar con él la herida, o halagar al maestro castigando a la hoja causante del daño. El hecho fue que los repetidos golpes desprendieron la pulpa de la penca, quedando convertida en un haz de blancas fibras. Zamná hizo observar que la vida nace acompañada del dolor, origen del bien, pues al clavarse la espina, como un don de los dioses se le había revelado la existencia de una planta que sería, en adelante, de gran utilidad, por lo que debería ser cultivada con esmero.
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45 Garza, 1998: 93.
46 Landa, 1986:84-104.
47 Ancona, 1978:38.
Candelaria Souza de Fernández
Continuará la próxima semana…