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La Educación Maya – VI

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Educación Maya

VI

ACERCA DE LA LENGUA MAYA

Tan imposible como lo es que el individuo carente de lenguaje adecuado posea una elevada formación cultural, así sería que los mayas con una lengua pobre, o restringida su riqueza a minorías, hubiesen alcanzado el importante desarrollo, plenamente aceptado hoy como propio. Tan propio como ese desarrollo y tan importante como él, su lenguaje se origina en un tronco común, lengua madre a la que se da el nombre de protomaya, y que abarca una familia lingüística a la que pertenecen 28 lenguas, agrupadas en 10 familias. A una de esas pertenece el mayano, yucateco o maya de Yucatán, lengua la de mayor uso, una de las que están escritas en jeroglíficos.

La sensibilidad y creatividad de los mayas, su producción artística y científica, sus necesidades intelectuales y anímicas, hallaron los recursos lingüísticos que los vuelos de su pensamiento precisaban. Acción, reflexión, sentimiento, todo ello logró amplitud de expresiones y combinaciones para multiplicar conceptos.

Para bien nuestro, tal lengua se conserva viva, y no precisamente por incapacidad de sus hablantes para aprender el español. El escritor yucateco José Castillo Torre, en su libro El país que no se parece a otro, da una hermosa interpretación al hecho: “Derrotados los indios por los españoles, desposeídos de sus riquezas y sus tierras, refugiáronse en el reducto de su lengua y resistieron allí el avance del conquistador. En vano fue que la férrea energía castellana se propusiese ganar la ciudadela ideológica que servía de amparo al alma de los mayas. Los aborígenes continuaron encerrados en ella, y todavía la defienden con vigor tranquilo7

En el momento de la Conquista, la urgencia de los españoles por comunicarse con quienes desde luego consideraron como súbditos vio, más que en el esfuerzo por darse a entender en lengua castellana, la conveniencia del aprendizaje del habla de la numerosa población que los proveía de alimentos, habitación y servicios personales para sus hogares y granjerías. Con el apoyo de este recurso, inician pronto la explotación humana que contrarrestaría la falta de metales preciosos, original motivo de sus riesgosas aventuras. Por ello, la lengua hablada autóctona no sufrió en sus primeros contactos la discriminación que posteriormente ha tenido, muy al contrario, lograda su comprensión, el estudio formal es emprendido por los evangelizadores.

El primer estudioso de la lengua maya fue Fray Luis de Villalpando, quien llegó a Campeche como jefe de un grupo de seis religiosos en 15468, con el fin de emprender lo que los reyes católicos se empeñaban, ilusamente, en señalar como razón de la conquista: la conversión de los pueblos idólatras al cristianismo. Este religioso, con sincera vocación, habilidad y dedicación, dominó a tanta brevedad la lengua maya, que en poco tiempo compuso un arte para facilitar su aprendizaje a los otros frailes. Su labor fue benéfica para los conquistadores, porque la admiración del pueblo al oír su lengua tan bien hablada con el acento bondadoso de los frailes, ayudó a Montejo a atraer a los naturales; y el buen éxito lo convenció de la conveniencia de trasladar a Villalpando a Mérida en compañía del lego Juan de Herrera, que habría de considerarse con el tiempo como el primer instructor escolar de Yucatán en la Colonia.

Todo misionero que llegaba recibía el arte o gramática de Villalpando, lo que fue importante para facilitar la evangelización. Fray Diego de Landa fue otro estudioso de la lengua; reformó la gramática de Villalpando e hizo un nuevo libro al que denominó Arte perfeccionado de la lengua maya.

A la necesidad se sumó el interés científico de algunos frailes, quienes penetraron los secretos gramaticales de la lengua y confeccionaron textos que permanecieron ignorados, pero que habrían de ser de invaluable estimación en fechas posteriormente lejanas. Tales escritos comenzaron a aparecer a mediados del siglo XIX en sitios ajenos a los que albergaron a sus autores: artes (como al principio se llamaron), diccionarios, vocabularios y con otros nombres son conocidos.

La lengua maya hablada en el momento de la Conquista, con ayuda del alfabeto español había sido rescatada: la práctica de sus numerosos hablantes y continuos estudios posteriores han dado permanencia a este alto valor cultural. A más de otros numerosos libros, en tiempos recientes dos monumentales obras han enriquecido y concretado la lingüística maya: El Diccionario originalmente llamado Maya Cordemex (maya-español, español-maya), editado en 1980 y dirigido por el Dr. Alfredo Barrera Vásquez, del que Editorial Porrúa ha hecho dos ediciones (1991 y 1995); y el Calepino de Motul, diccionario maya-español editado en 1995 por la Universidad Nacional Autónoma de México, bajo la dirección del Dr. Ramón Arzápalo Marín.

Los elogios al idioma no se han escatimado. Entre otras doctas opiniones tenemos que para el historiador Eligio Ancona “la lengua maya es seguramente una de las más ricas y abundantes de la antigua América. Sólo el Diccionario de D. Juan Pio Pérez, que hemos publicado el año pasado, contiene cerca de treinta mil voces, pero es indudable que el idioma posee mayor número todavía… Esta riqueza de dicción, unida a una sintaxis admirable, hace de la lengua maya un idioma capaz de expresar todo género de pensamientos y que se presta sin mucho esfuerzo a la elocuencia y a la poesía.” El mayor poeta de las grandezas del Mayab, Lic. Antonio Mediz Bolio, asienta: “Poseía un idioma extraordinariamente evolucionado en que se marcan todas las alturas del conocimiento y se pueden expresar los conceptos más sutiles, las imágenes más delicadas, los matices mentales más bellos y las ideas de la más sorprendente filosofía. Elástico y rico, plástico y profuso, el idioma de los mayas contiene desde las voces más simples que corresponden a los conceptos primordiales, hasta las que pudieran considerarse como privilegiados patrimonios de las minorías de cultura superior y que constituyen el lenguaje sagrado de los ritos, de las profecías, y el musical simbólico y emocionado de los grandes poemas cósmicos y el majestuoso colorido de las epopeyas populares10

Corroborado lo dicho por estos mayistas, en años recientes, impreso en el Calepino de Motul vemos una clasificación semántica que se agrupó en “vocablos para estudios determinados” y que asombra por los múltiples campos que abarca: “arquitectura, astronomía, bélico, bromatología, derecho, doméstico, economía, estética, ética, física, geografía, ingeniería, lúdico, político, química, artes (danza, música, teatro, suntuario), biología (antrópico. anatomía y fisiología, botánica y zoología) geótica, ideología (mitología, ritos, religión), matemática, cronología, medicina (patología, terapéutica, psicología). sociología (parentesco, cargo, ocupación, conducta). tecnología (agrícolas, albañilería, alfarería, artefacto, herramientas e indumentaria)” ¹¹.

Este Calepino, el más antiguo diccionario existente, que se ha aceptado, fue obra de Fray Antonio de Ciudad Real (1551-1617), debió escribirse en el último cuarto del siglo XVI, como resultado de la experiencia del autor en su trato frecuente con el pueblo, al que habrá observado en los acontecimientos de su vida cotidiana; además, también es probable que hubiera dispuesto de la colaboración de algunos sabios sacerdotes mayas escapados de las persecuciones quienes lo proveerían de amplios vocabularios orales; pues de haber poseído algún libro mayense, su escritura le hubiera sido totalmente enigmática. El Calepino es pues, una muestra de lo que era el lenguaje común del pueblo al tiempo de ser invadido. Refiriéndose a él, Cogolludo indica: “Contiene seis volúmenes de a doscientos pliegos de escritura cada uno, y con ellas se resuelven cuantas dudas se ofrecen en la lengua de los indios, y se halla cuanto se puede desear saber de sus diversos modos de locuciones que son casi innumerables, sin que se haya hallado falta de una voz tan sola, siendo como es copiosísima.”12

El conocimiento del alfabeto español dio a los mayas poseedores de tradiciones orales o de algunos libros cuidadosamente ocultos, la oportunidad de dejar constancia, en su propia lengua, de vestigios de la grandeza perdida, de su historia, ritos, poesía, usando la escritura convencional ideada por los frailes. De esta literatura maya, surgida con posterioridad a la conquista, existen, en quiché, el Popol Vuh, obra maestra conocida en todo el mundo, de valioso contenido cosmogónico, mítico e histórico, y de gran belleza literaria, así como el drama Rabinal Achí, en cakchiquel, los Anales de los cakchiqueles, y en maya yucateco, los Libros del Chilam Balam y los Cantares de Dzitbalché. El análisis de estas obras reafirma las excelencias de la lengua maya.

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7 Castillo Torre, 1979:16.

8 Ancona, 1978, Tomo 2:39.

9 Ancona, 1978, Tomo 1: 108.

10 Mediz Bolio, 1951:9-10.

11 Arzápalo Marín, y otros, 1995: 20-26.

12 López de Cogolludo, 1954, Tomo III:77.

 

Candelaria Souza de Fernández

Continuará la próxima semana…

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