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La Educación Maya

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AGRADECIMIENTOS

Mi entusiasmo, no oculto, por el tema tratado, despertó el interés de mi hija Lilí y de su esposo Christopher Götz por poner a mi disposición y orientarme en el uso de su biblioteca, la que unida a la de mi hijo Jorge y a la propia, me permitieron una cómoda bibliografía familiar.

Conté con otros apoyos bibliográficos que no tengo a la mano en la memoria para mencionar, pero sí están muy presentes los de mis queridos amigos Luis Ramírez Aznar y Leopoldo Peniche Vallado, ambos recientemente fallecidos, así como los siempre eficaces y necesarios auxilios del Centro de Apoyo a la Investigación Histórica de Yucatán, la hemeroteca “»José María Pino Suárez», la biblioteca «Manuel Cepeda Peraza», la Biblioteca Central de la Universidad Autónoma de Yucatán, y la de la Facultad de Antropología, «Alfredo Barrera Vázquez». Mi agradecimiento a todos ellos.

Agradezco a Emilio Vera Granados el obsequio de su arte y experiencia para la ilustración del libro, desde la significativa portada, y a Ramón Becerra sus atinados diseños complementarios, así como a mi nieta Arathy su recreación de La Tejedora.

Reconozco la oportuna aportación de mi nieto Román con la biografía de Rigoberta Menchú y la fotografía de la estela maya que en París ostenta la tumba de Miguel Ángel Asturias.

En la labor de cómputo, tuve la invaluable cooperación de mi nieto Jorge, Arathy Mendiburu Carrillo y Jorge Barroso Aguilar, sin cuya ayuda no hubiera culminado mi trabajo.

Gracias, por último, al periodista Marcos Heredia Pérez por la gentileza de su prólogo.

PRÓLOGO

El desarrollo portentoso de la civilización maya tuvo sustento en una «educación continuada, integral, activa, con memorización, respetuosa del indispensable principio de autoridad», afirma la profesora Candelaria Souza Escalante de Fernández en este libro que es apasionada búsqueda, entre las manifestaciones culturales que brillaron, milenios atrás, en un área de la vastedad de este continente que alguna vez fue denominado Nuevo Mundo.

Preocupación de la autora es demostrar que los antiguos mayas poseían un sistema educacional que permitió su continuidad social, económica y cultural con la participación organizada de todos los integrantes de la comunidad.

La creatividad e ingenio plasmados en sus soberbias edificaciones talladas en piedras, explican y expresan la inteligencia del pueblo maya. Pero, inevitablemente, esos monumentos, que siguen asombrando al mundo, son la impronta de un pueblo que concibió la educación como parte inherente e indisoluble de su existencia.

Desde luego que la riqueza de su lenguaje, que no es otra cosa que la claridad en la inteligencia, tuvo una decisiva importancia en la transmisión de los conocimientos y la educación de los mayad, y así nos lo hace notar la autora cuando dice: «Tan imposible como es que el individuo carente de lenguaje adecuado posea una elevada formación cultural, así sería que los mayas, con una lengua pobre, o restringida su riqueza a minorías, hubiesen alcanzado el importante desarrollo, plenamente aceptado hoy como propio», y nos pormenoriza los recursos lingüísticos de que dispusieron para satisfacer la gama de actividades que desarrollaron.

En este aspecto, el lingüístico, pone énfasis sobre el primordial papel de la expresión oral en la transmisión y conservación de la cultura y, aunque acepta diferencias sociales y políticas entre el pueblo, considera «posible que culturalmente, en cuanto a artes, oficios y ocupaciones en general se refiere, no existiera una división drástica, lo que pudo redundar en una aplicación de prácticas benéficas para todo el pueblo, y el logro de una sana cultura general.»

En cuanto a la escritura, deja claro que, aunque no hubiera alcanzado popularidad, llenó la importante función de asentar hechos históricos y políticos sobresalientes, gracias a los cuales se reconstruye hoy su historia, y también consignaciones calendáricas y astronómicas por las cuales se sabe de su ciencia.

El sitio que al lenguaje se otorga en el libro es justo, además, si consideramos que la vastedad de tal lengua, que ha resistido el paso del tiempo, fue y sigue siendo el vínculo que mantiene viva a esa cultura que muy lejos está de la extinción, pues mientras exista un hablante maya, de alguna manera aquella civilización estará entre nosotros.

Hoy podemos hablar de lo maya como algo actual, y no como simple dato arqueológico o antropológico, gracias a su lengua, atalaya comunicacional que ha resistido el paso de cinco siglos y es materia de estudio en universidades de diversas partes del mundo.

En la superestructura de las sociedades, los conceptos, las ideas, las creencias y hasta los mitos constituyen el soporte ideológico que identifica a los pueblos, y así lo concibe la profesora Souza cuando afirma: «No se puede soslayar que la ideología y la religión son las principales conductoras de nuestros procederes: de ellas derivan nuestras acciones trascendentales, siendo ellas las sostenedoras por excelencia, y ambas están en constante reciprocidad con la educación.» Por ello es conducente la atención que otorga a este valor en su tratado.

Siendo el maya un pueblo eminentemente agrícola contextualizado en lo que se denomina la cultura del maíz, la educación tuvo que tener ahí hondas raíces, pues como nos indica la autora, «desde tiempos remotos la población rural debió tener a su favor devotos maestros poseedores de eficaces prácticas educativas, mismas que han sido continuadas, y que están caracterizadas por el sumo respeto a lo natural, a lo sobrenatural, y a quienes tienen como intermediarios ante estas fuerzas. Es decir, desde el ángulo que se quisiera ver, el proceso educativo que seguramente se dio en la sociedad maya es lo que nos permite comprender su grandeza.

A lo largo de la variedad de temas que la obra presenta, como el muy sugestivo que se refiere a la navegación que los hizo merecer fueran llamados «los fenicios del Nuevo Mundo», y la mención de la presencia de los mayas en Cuba, la autora se dirige de manera especial a los maestros en un intento por motivarlos a través del conocimiento de la civilización maya insistiendo en el factor educativo como pivote de su grandeza. Cuando se refiere a la existencia de una educación sistemática, reitera y ejemplifica tomando como temas la moral, la arquitectura, escultura, pintura y artes en general, así como las ciencias matemáticas, en todo lo cual encuentra pruebas de «eficacia en la transmisión del saber, de modos de ser y hacer las cosas, de esparcir lo propio y asimilar lo ajeno» llegando, como ejemplo de prueba del expansionismo del arte maya, a la mención de los murales de Cacaxtla, descubiertos en 1975.

RIGOBERTA MENCHU

Rigoberta Menchu Tum, depositaria de una milenaria cultura comunal, si cabe el término, es una digna representante de la inteligencia maya y divulgadora de la educación que hizo grande a su pueblo. El emotivo capítulo que culmina este trabajo de investigación se lo dedica su autora a la admirada pacifista maya ganadora del Premio Nobel de la Paz.

En este capítulo, toma de los acontecimientos de la vida diaria actual de los quichés, relatados por Rigoberta en su autobiografía, ejemplos vividos de las prácticas comunitarias que, a pesar del contacto con la civilización occidental, se niegan esos mayas a abandonar en protección de su cultura, medio en el que se educó la célebre luchadora hasta la edad de doce años, sin hablar más lengua que la de su etnia, y en donde, sin embargo, obtuvo la formación que, en el momento necesario, la condujo a los foros internacionales por la defensa de la causa de su pueblo..

La educación maya, hermoso y bien logrado esfuerzo de investigación de la profesora Candelaria Souza Escalante de Fernández, constituye valiosa aportación, tanto por la innegable utilidad de incursionar en temas de nuestra historia antigua, como porque ha venido a enriquecer la literatura pedagógica vernácula.

Marcos Heredia Pérez

Continuará la próxima semana…

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