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La Cuarta Transformación

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Editorial

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A escasas diez semanas de asumir el poder, un nuevo gobierno surgido por decisión de treinta millones de voluntades político-ciudadanas marcha consistentemente en medio de agresiones verbales cotidianas hacia el cumplimiento pleno de la voluntad popular que lo eligió.

En medio de francotiradores periodísticos, ofensivas e injustificadas críticas y exigencias de resultados mágicos en un corto período, este gobierno marcha.

Es de entenderse que los adversarios del ayer, rebasados por la voluntad popular, sean parte de los enemigos de hoy, cuando deberían manejarse como adversarios. Además, el cambio sustancial en los procedimientos de actuación del nuevo gobierno destantea a sus adversarios ideológicos e intereses económicos aliados, golpeados tanto en sus bolsillos y cuentas bancarias como despojados de argumentos válidos para objetar.

Una referencia histórica obligada y esencial es relativa a que los grandes avances del ayer, como la Reforma Agraria, la Expropiación de la Industria Petrolera o la Nacionalización de la Industria Eléctrica, han sido desaparecidas a partir de la asunción al poder del partido supuestamente revolucionario, supuestamente también con orígenes en una revolución popular. Se percibe un franco retroceso que privilegia intereses de grupos por encima de los intereses nacionales en los últimos 50 años.

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Lo interesante es analizar en qué momento y período comenzó a perderse el rumbo de dar atención preferente a las mayorías nacionales para inclinar las acciones a favor de los intereses de pequeños grupos, convertidos en saqueadores de la riqueza pública para convertirla en privada. Como se dice con relación a las tranzas con el petróleo, también existen huachicoleros de cuello blanco.

Y es precisamente cuando se tocan, así sea levemente, los intereses de este grupo depredador que surgen cuestionamientos offside, fuera de lugar, tiempo y circunstancia.

Se llega al exceso de mencionar que el tiempo de ejercicio de la nueva administración nacional ha sido suficiente para haber ofrecido resultados apantallantes, sin reconocer que por más de cincuenta años el abuso daba los buenos días cada mañana a los atribulados mexicanos.

Está bien, se dice, así es el juego político.

Pero que no se olvide que esta es una nueva alternativa de vida política escogida electoralmente en urnas controladas y operadas por los adversarios, no un juego efímero de poder, así se demerite la condición de los votantes y la procedencia de sus treinta millones de votos.

Al igual que en ocasiones precedentes –en 1810, 1857 y 1910–, estamos viviendo momentos trascendentes en una Cuarta Transformación que no será únicamente de renovación de principios morales, sino de construcción de un nuevo esquema social en el que la justicia esté presente y dé cobertura a todos, no solo beneficie los bolsillos y las cuentas bancarias de unos cuantos.

Recuperar los niveles de calidad de vida para millones de mexicanos se hace impostergable.

Ese es el compromiso del nuevo gobierno federal en funciones.

Así sea.

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