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La barca póstuma de Guty Cárdenas

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Letras

Carlos Duarte Moreno

(Especial para el Diario del Sureste)

Enredado por mis inclinaciones en el mundo de la trova, a la que he dado alguna que otra producción salida del ánima al conjuro mago de un amor o de un simple entusiasmo, frecuentemente departo con trovadores y cancioneros; con ellos vago por los mundos de la canción en la que nuestro pueblo disuelve sus emociones por medio de los autores, o refresca sus cariños yendo a cantar a la puerta o la ventana de las novias del alma lo que otros escribieron y musicaron por propia ilusión y por propio anhelo, pero que es copia de los anhelos y de las ilusiones de todos… Frecuentemente departo con trovadores y cancioneros… Y en estos días en que han salido de los aleros de la inspiración canciones valiosas que andan confundidas con algunas producciones cuya letra o cuyo giro musical deja traslucir malos empleos del idioma o de su construcción y lamentables aires musicales, la conversación ha hilvanado recuerdos y, sin querer, se ha detenido en Guty Cárdenas, el autor de tanta música linda y triunfadora, que vio la luz en esta tierra esplendorosa del Mayab y cerró los ojos, después de algunos disparos homicidas, reflejando en ellos las cimas de los volcanes abuelos, en la capital de la República. Se habla de su barca póstuma en la que, inconscientemente, se han puesto lauros que no le pertenecen.  Él los tiene legítimos y puros, brillando con luz propia y victoriosa en los anales de nuestra trova. Por el hecho de haber cantado Guty, durante una época marcada con gloria, las producciones de los músicos y poetas que han enriquecido nuestro mundo, muchos le atribuyen la paternidad de todo lo que cantó. Y hasta admiradores sin escrúpulos de la memoria del glorioso artista, sabiendo cuáles fueron sus producciones, dejan que en periódicos y revistas aparezcan como de él –música y letra– trabajos que no le pertenecen y que, triunfantes, deben dejarse que orlen la frente de sus autores.

Casi toda nuestra población, sobre todo nuestras mujercitas del campo y la ciudad o del campo, que entonaron y aún entonan las canciones que durante la vida de Guty se esparcieron, no digamos en nuestra patria sino en todo el continente, creen que pertenecen al autor de “Nunca” todas aquellas cosas que cantó. La última vez que hablé con Guty en su casa de la ciudad de México, en 1928, me contaba entre sonrisas que se burlaban de su incompetencia para ello, de los trabajos que le costó, ante los apremios de la compañía para la que imprimía discos, hilar la letra del “Corrido de Carranza”. “Estoy de moda y nada más”, me dijo en aquella ocasión, con sencillez, no creía en su grandeza de romántico compositor y cancionero. Ricardo López Méndez, nuestro joven poeta radicado en la capital, escribió además de “Nunca” muchas letras para Guty. En los archivos del periódico capitalino Ilustrado hay unas fotografías en que aparecemos Guty, López Méndez, el Dueto Rubio–Tapia y el que estas líneas escribe, en rueda de camaradería en el parque España. En aquella ocasión, Guty nos habló de sus proyectos, de sus sueños, de sus perspectivas, con afán de quien quiere llevar muy lejos los ritmos del corazón.

Pero volvamos a lo nuestro. Andan por esos mundos de la publicidad folletos de pacotilla conteniendo, como de Guty, buen número de producciones que no le pertenecen. Hasta canciones registradas por sus autores legalmente ostentan el nombre de Guty. ¡No hay derecho a poner en su barca póstuma un fardo oscuro! Depositemos en ella las estrellas que supo conquistar con su guitarra encantada y el timbre de su voz inimitable. Y, al salvarlo de ese lastre que dificulta su gloria, hagamos justicia a los que en aquellos días de triunfo de nuestro artista trabajaron y dieron a los vientos de la fama sus producciones que, sin pretenderlo desde luego, opacó y se tragó la fama de Guty. Pero él hace rato que duerme bajo la tierra y es hora, hoy que se rememoran sus canciones, las suyas, su música, que la letra de poetas nuestros a quienes no debe hurtarse su laurel, de que se diga la verdad. Guty se honra con esta justicia hacia los otros, que evita que le cuelguen al cuello transfigurado diademas que no ganó y las que, eso sí, reforzó en brillantez con sus interpretaciones magistrales. Allí están sus hijas, las músicas de tantas canciones que rematan con “Caminante del Mayab”, que escribió nuestro gran Mediz Bolio. Que quien deba llevar a cabo esta obra y esté en posibilidad de hacerlo, que recopile la producción del malogrado trovador en una edición que lo honre y lo finiquite en su gloria, y que en ella figuren los autores de los versos respectivos. Y hago constar, para dejar limpia de murmuración esta jornada de verdad que cumplo con estas líneas, que, aunque amigo de Guty, nunca musicó letra alguna mía, por más que muchas veces me pidió producciones.

Por él, por su nombre, por el amor de nuestro compañerismo, de nuestra amistad y de nuestra bohemia, urge que no dejemos así, al señalamiento de manos inexpertas o poco cuidadosas, las floraciones que plantó y logró. Evoquemos su memoria dulce y triste; mirémoslo pasar diminuto y sonriente con su sonrisa auténtica y pulcra de conejo armonioso; escuchémoslo de nuevo con la vida del recuerdo o en el ritmo de sus canciones, pero procuremos que desfile ante nuestro corazón, cargado con sus laureles, con sus estrellas, sin permitir que otros que no tienen ni concepto de la justicia ni noción de la verdad ni de la significación de una barca póstuma, pongan sobre ella las palmas que pertenecen a otros…

¡Es algo que honra a todos!

Mérida, Yucatán.

Diario del Sureste. Mérida, 7 de abril de 1935, p. 3.

[Compilación de José Juan Cervera Fernández]

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