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XLVIII
Continuación…
Casi sin darnos cuenta se iba abriendo un nuevo surco en donde se depositaban las nuevas semillas de la nueva “trova” yucateca. Pastor y yo grabamos dos discos de larga duración para la firma Orfeón Video-vox. El horizonte se ensanchaba; ya podíamos caminar cada quien por el amplio sendero que se nos presentaba. Había fe.
Cada uno define su estilo y su rumbo, pero es necesario que se apuntale el edificio que se está construyendo para cobijar nuestra canción. Era necesario un cambio urgente; nuestro estancamiento en el terreno musical de México es una amenaza que debemos conjurar. Innegablemente hemos perdido el lugar que heredamos de los grandes de nuestra música, pero tenemos elementos para conquistarlo nuevamente.
Así, con ese pensamiento, se contagian los demás compositores y comprenden que debemos fortificar nuestro prestigio, nuestra herencia.
Yo, por mi parte, defino mi derrotero y me propongo lograr la parte que me corresponde. Siento que ya tengo un estilo que, sin ser espectacular ni tocar extremos, tiene una característica diferente. Me siento a gusto con lo que voy realizando. No me detiene ya nada. Estoy blindado a la crítica o al halago. Mi vanidad no se despierta con la alabanza, ni mi corazón sufre con la puñalada de la sátira. No hay palabras que me hieran, ni hay incienso que me engolosine. En el altar de mi conciencia solo habita la idea de alcanzar mi meta… “Tranquilo, tranquilo. No te aloques, pues ya demasiado tenemos en Yucatán con tantos nuevos compositores geniales,” así me dice en voz baja mi conciencia.
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La Fábrica de Galletas “Dondé” lanza la convocatoria para seleccionar la mejor canción yucateca. Se remueven hasta las piedras en Yucatán con solo pronunciar la palabra concurso. Todos acuden a inscribirse; yo también, ¿por qué no?… La herida que me dejara el certamen pasado ya cicatrizó. Además, como ya lo dije, sangró muy poco mi corazón pues la filosofía es el mejor remedio ante la vida y sus devaneos.
Me inscribo con un bambuco que he titulado “Déjame llegar a ti”. Déjame llegar a ti con mis canciones, como llega la luz del nuevo día, como llega a las almas la alegría, cuando recibe Dios las oraciones…. La interpretará la pianista Judith Pérez Romero. Mejor que la cante ella, yo se lo pido porque mi voz es el enemigo de mis canciones. Otra vez surge la tensión, la especulación y el comentario de que ganará uno de los “consagrados”. Yo sigo preguntándome a quiénes se les llamarán consagrados y por qué. El premio, único, son Cinco Mil Pesos. El H. Jurado se encuentra con dos canciones que a su juicio reúnen las cualidades para ocupar el primer lugar. Según sus facultades, establecidas en la convocatoria, ellos podrían resolver cualquier situación no prevista.
El Jurado estima que se divida el premio entre los autores de esas dos canciones, mismas que son calificadas en Primer Lugar. Recibo el aviso de que mi bambuco es casualmente una de las canciones premiadas. Enseguida acuden unos a felicitarme y otros a insinuarme que, aunque sea de casualidad, debería estar contento por haber ganado el concurso. A los primeros les agradezco su gentileza y a los segundos les sigo el “juego”.
La segunda canción premiada pertenece a la compositora María Eugenia Escobedo.
Algunos perdedores se resignan, otros protestan en voz baja, otros en voz alta y varios llegan a la histeria. Estos últimos quieren desvirtuar lo acordado por los integrantes del Jurado. Se sueltan las fieras, se caen las caretas y los más dolidos llegan a perder los estribos y me aconsejan que yo reclame en contra del Jurado; otros me amenazan que, como mi canción está grabada (ya no sabían ni que decir), si no protesto me acusarán. Los que se desbordaron en su amargura llegaron a la canalla intención de insinuar que había quien me daría una cantidad superior al premio si no me presentaba a recibir el del concurso. Ah, ya esto tiene un trasfondo político. ¿Pero cómo piensan que les serviré de bandera para sus maléficos propósitos?, ¿cómo y por qué he de protestar, si yo soy el primero en reconocer que la canción de esta gentil señorita tiene una gran calidad? Además, si protesto y renuncio al premio voy a dejar sola a una mujer, a restarle méritos a su inspiración y a causarle un deterioro a su personalidad…. JAMÁS LO HARÍA, así hubiera yo pensado que se me trataba injustamente… NI AÚN EN ESE CASO LO HUBIERA HECHO. Lo que si era innegable es que la frustración había sido la causa de que muchos perdieran el poco equilibrio que presumiblemente debían tener, pues si yo era el que debía protestar y no lo hacía ¿ellos por qué? No caí en sus venenosas intenciones. No caí por los motivos que expongo arriba y, además, porque ya soy un “viejo zorro” y ante todo un hombre pero, más que hombre, un caballero y, más que un caballero, un compositor joven como ella, pero yo he probado las ponzoñas de la inquina, la falacia, la envidia, la ingratitud, la perfidia, la infamia, la intriga y todas las negaciones que se puedan lanzar contra una persona. Una vez más, la integridad vence sobre la maldad. Maldad provocada por el celo artístico. Somos dos jóvenes compositores y ese es nuestro pecado.
La entrega de premios fue en el Parque “Los Héroes”, en Santa Lucía. Esa misma noche me es otorgado el Disco de Oro “Orfeón” en reconocimiento a mis méritos artísticos. Un representante de esa compañía disquera hizo un viaje exprofeso para poner en mis manos ese trofeo. No puedo disimular mi felicidad. No dejo de pensar en la felicidad que sienten mis padres. Tranquilo… tranquilo, me repito insistentemente. A paso lento, pero seguro.
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Las víboras siguen destilando veneno: Algunas me dicen que ni yo merecía el premio.
Se graban en mi mente esas palabras que como puñaladas penetraron en mi ya espinoso y espinado camino… Pero son solamente palabras de más, pues ya hace mucho tiempo que sé dónde quiero ir, sé lo que quiero hacer y cómo realizarlo; conozco los colores del arco iris y otros siete más que yo he pintado en mi alma; he visto la negrura de la noche y el resplandor de un amanecer; he navegado en aguas turbulentas y mi barcaza ha sido zarandeada cuando el huracán me ha sorprendido en alta mar. Pero aún con el mástil roto y rasgadas las velas, he arribado a puerto seguro.
He podido encontrar un rumbo fijo dentro de un laberinto de mil caminos. He viajado en alas de la fantasía y he soportado con entereza la crueldad de los infames; la muerte ha estado de mi brazo tantas horas que ya no me asusta la profundidad de su obscura mirada ni la caricia de sus manos frías; la vida me ha enseñado todos sus matices y he sabido vivir en un minuto lo que otros jamás podrán hacerlo aunque existieran perpetuamente.
Coki Navarro
Continuará la próxima semana…