XLV
Continuación…
Empiezo a viajar a la capital mexicana, pero ahora en viajes “relámpago”, ya sea porque me invita un turista con quien me topaba en algún bar o porque algún yucateco que nos visitaba y le “cantaba” (entre comillas, como siempre) en una fiesta, pero turista, yucateco del D.F., o amigo de aquí que tiene novia en México, o lo que fuera, no lo pensaba cuando me proponían ir una noche a cantar al altiplano.
Cada viaje me brinda la satisfacción de conocer nuevas gentes y la oportunidad de llevar unos pesos al hogar; pues la “pantera” y sus cachorros son insaciables. Ella, animándome a conseguir para continuar la construcción de la casa y ellos comiéndose hasta las puertas de la cocina. Así, una noche afortunada en el D.F. conozco a Gregorio Montes Valerio, caballero Contador Público de profesión, guitarrista de toda su enamorada sensibilidad por las canciones, y señor de alta responsabilidad en una de las dependencias del Instituto Mexicano del Seguro Social.
La amistad de él y la mía se amalgamó entre melodías y poemas, y esa noche me hace una pregunta que dolorosamente he de contestar. ¿En qué trabajas? “Pues en nada y en todo,” le digo. Me dispara otra: ¿De qué vives?… “De milagros, como los santos, le contesto.” Ah, pues te prometo ayudarte para que trabajes en el Instituto; me lo ofrece y me lo cumple. Por instrucciones que me pasa, me entrevisto en Mérida con el Licenciado Francisco García Sancho, titular de la Delegación quien, sabiendo que en una oficina me iba a morir irremediablemente de tristeza, establece el curso de guitarra en el Centro de Seguridad Social. Ahí habría de convivir con mucha gente y durante más de diez años (en que “RENUNCIÉ” por motivos que tal vez les contaré en mi próximo libro), enseñándoles algo de lo poco que yo sé en la guitarra. Mi jefe (JEFAZO) Guido Espadas Medina me tiende su mano amiga junto con las manos de los que serían mis compañeros desde el primer día que comienzo a “trabajar”. (Ojalá que pronto borren del diccionario la palabra “trabajar”… es horrible de principio a fin).
Convivo con gente de todas clases sociales, ya que esa es casualmente la finalidad del Centro de Seguridad: proporcionar, sin distinción, las enseñanzas a quienes acudan a solicitarlas. Me gusta departir y convivir con los socio-alumnos y con mis amables y bien capacitados compañeros de labores. Veo que mi método de enseñanza es comprendido y los resultados me satisfacen. Me gusta lo que hago. Enseño algo a los demás.
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Seguían las serenatas y cada vez era mayor el grupo. Para esas fechas el señor Raymundo Cámara Peón nos llamaba para que le cantáramos Pastor y yo, tanto a él como a sus numerosos amigos que lo visitaban, entre ellos, el señor Carlos Rodríguez Alday. “Mundo” y Carlos, en particular, le echaban más lumbre a nuestra inspiración, pues los dos eran casi los jueces cuando aprovechábamos la estancia del señor Alday en esta tierra para estrenar alguna de nuestras canciones. Sus opiniones nos empujaban a continuar nuestro propósito: encontrar nuevos caminos musicales dentro del marco sentimental yucateco.
Carlos llegó a entusiasmarse tanto con nuestro estilo que, en una combinación de gusto y aprecio por nosotros, nos llevó a la capital a grabar un disco Long Play del que nos obsequió la edición completa de mil copias.
Cuánto bien nos hizo este obsequio pues, aunque nosotros a la vez regalamos casi la mitad de los discos, lo que vendimos alivió en mucho nuestra económica economía.
Pero no paró ahí la cosa pues Carlos, con su cargamento de bondades y su españolísima sangre, y su alma que según él se “embriagaba” con la música yucateca, se atreve a preguntarnos si nos gustaría conocer su salerosa tierra. Ah, Carlos Rodríguez, ¿cómo se te ocurre hacernos semejante pregunta? Pues claro que nos gustaría, y que este Carlitos nos ocasiona noches de insomnio en que nos sorprende cada amanecer con la ansiedad de recibir los pasajes que nos prometió. Al fin… AL FIN, Carlos, tan buena persona y gran señor como tan delgado de cuerpo (y mira que eres delgado, “Charles”), nos envía los pasajes MÉXICO D.F. –MADRID – PARIS – MADRID – MÉXICO.
Ya tenemos las visas, pero nos faltan los pasajes de Mérida a México. Mi compadre no tiene problema económico (a Dios gracias) para dejar la necesaria cantidad que asegure el gasto casero. Su carnicería le permite despreocuparse de este problema, pero yo ¿de qué santo me cuelgo? Pues a menos que mi familia encomendada a la Asistencia Pública (no tan pública como asistencia) me la mantenga la Lotería Nacional, no veo cómo podré llevar algunos pesos, pues he pedido licencia en el Seguro Social, pero sin goce de sueldo. (No hay derecho: debe existir una “partida” destinada a proteger a las familias de los artistas invitados a España, pues en la Madre Madre nuestra “MADRE”, no es posible trabajar de intercambio, como en Centro y Sur América, ya que no tenemos relaciones diplomáticas y, a menos que los artistas coman piedras, lleven contrato seguro o lo suficiente para matar el hambre, no hay cómo puedan vivir con lo suyo en España. ¡Ojalá que algún día tengamos un Presidente que encuentre el camino para volver a estrechar amistosos lazos con la familia ibérica! Pero no lo tenemos aún, por lo que he de acudir a los amigos, que sin decirles con palabras mi petición, la entienden y me ayudan. Alejandro Molina (Jr.) Q.E.P.D., el Ingeniero Jorge Carrillo y otros buenos amigos acuden al llamado silencioso y me solucionan en buena parte esta situación. PERO SEGUIMOS SIN LOS PASAJES HASTA MÉXICO, por lo que acude en nuestro auxilio nuestro gentil y buen partidario Don Andrés García Lavín, quien nos manda a buscar al enterarse de nuestra vigilia de pasajes y nos entrega esos cuadrados boletos que nos permiten ir y regresar hasta la capital. A CUENTA DE FUTURAS ACTUACIONES, nos dice, más para suavizar la manera de obsequiárnoslos que pensando en que se los pagaremos como nos indica, pues hasta ahora le debemos (LAS ACTUACIONES). Decir gracias es decir poco en honor a estas buenas gentes.
Coki Navarro
Continuará la próxima semana…