XLIX
Continuación…
Sigo buscando nuevos caminos dentro de mi estilo. Ahora estoy componiendo una canción que he titulado “Amor” aún antes de terminarla. Apenas he podido inspirarme para lograr la primera parte; su corte es moderno, dentro del ritmo llamado “Balada”. Amor, eso que siente la gente, cuando se enamora, yo lo siento ahora en mi corazón por ti…
Al fin una tarde me visita la musa y en un fuerte abrazo me dice al oído el resto de la canción: Amor eso que todo lo puede, estando a tu lado, ya me ha confesado que también me quieres…
La estreno casualmente en otra de las serenatas de Santa Lucía, las cuales se ofrecen al público nuestro y a los visitantes gracias al entonces presidente municipal, señor Don Agustín Martínez de Arredondo.
Enseguida “prende” esta canción en el gusto de los jóvenes enamorados y se vuelve amiga inseparable de mi primera canción “Despierta Paloma”. Pero de inmediato también me llueven las críticas. Soy un traidor al componer una canción que no tenga nada yucateco; así me califican unos. Otros se consuelan opinando que pronto pasará de moda… y hay hasta quien me “aconseja” que no componga este tipo de canciones, pues no me llevarán a ningún lado. Caray, apenas está naciendo esta melodía y ya la quieren sepultar. Aceptado, no tiene nada de yucateco, pero tampoco los ritmos de nuestras canciones son yucatecos y, si bien es verdad que el ritmo de “balada” es de origen Yankee (se pronuncia yanky; apréndanlo) por lo que es extranjero, debemos estar de acuerdo en que el Bambuco, la Clave y el Bolero y la Rumba y la Jarana y la Conga y la Recontraconga y todos los ritmos que tocamos en Yucatán, son auténticamente EXTRANJEROS. Ya dejen de joder y dedíquense a componer. Ya dejen de chingar y dedíquense a cantar.
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En la capital de la República se convoca a un concurso Internacional de música popular. Me entero y envío mi “Amor”. Llegan canciones de toda la América. Mil trescientas trece canciones están inscritas en este certamen. Voy a competir contra mil trescientos doce. Mi canción “Amor” anda perdida entre todas estas “enemigas”. María Eugenia Escobedo, mi colega del concurso “Dondé”, también envía una melodía.
Trabajo gigantesco les espera a los encargados de seleccionar las letras que reúnen los mínimos requisitos, para después compararlas con las que encerrarán las máximas condiciones, y de entre estas apartar las altamente calificadas.
Mientras esto sucede en el D.F., surge de mi alma “Sé que te quiero”. Sé que te quiero porque no puedo ya vivir sin tu presencia, porque mis ojos se humedecen con tu ausencia, por esas cosas sé que te quiero… Un Bolero que recibe el cariño de los enamorados y enamoradores. Despierta Paloma, Amor y Sé que te quiero llevan una amistad y son compañeras inseparables. Ya a estas alturas mis criticadores andan medio atarantados pero, en un esfuerzo sobre in-humano “predican” que “Amor”, la del concurso, fue descalificada desde el principio. Bien, muy bien, que sigan adelante con sus falacias. Los dejo unos días más que gocen pensando en mi fracaso. Digo los dejo porque ya recibí un telegrama donde me avisan que “Amor” ha sido seleccionada entre las diez finalistas. Me avisan también que están enviándome los pasajes correspondientes para que oportunamente me presente a la entrega de premios.
La prensa nacional es la encargada de informar el resultado de este grandioso encuentro. Mi canción ocupó el CUARTO LUGAR. Mil trescientos compositores protestan, pues todos querían el primer lugar, hasta yo, (eran diez).
Recibo mi premio, $4,000, regreso a Yucatán y no faltan dos “colegas” que les duele mi “buena suerte”. Uno me dice que o compré el premio, o me lo regalaron; el otro pretendió hablar su parte, pero apenas y le salió un rebuzno. Y para colmo de sus desgracias, María Eugenia Escobedo obtuvo el NOVENO LUGAR. ¿Casualidad? Dos lugares para Yucatán entre mil trescientas trece canciones. Creo que no nos fue tan mal.
Mi amigo Nelson Salazar me ofrece un coctel por mi “éxito” en el concurso, pues aquí en Yucatán estuvo muy comentado. Entre la plática me pregunta qué voy a hacer con mi premio y le cuento que levantaré unas paredes y lo que se pueda para aumentar un cuarto que me es necesario en la casa. No te alcanzará, me dice, te voy a dar seis mil pesos para que con los cuatro que tienes acompletes y termines lo que pretendes. No puedo aceptártelos, le contesto, pues mi situación no me permite contraer deudas. Me lo pagas cuando puedas, me insistió y siguió insistiendo hasta que le dije que le aceptaba el préstamo con la condición que le dejara un recibo. Como viera que era imperativo el hecho de que le dejaría un recibo o no aceptaba el dinero, me dijo: Bien, toma tus seis mil y dame mi recibo. Ya puedes hacer lo que quieras con tu dinero y yo también haré lo que quiera con el recibo. Lo rompió y me puso en la mano los pedazos. Sigue creciendo mi casa y mis deudas. Gracias, Nelson, por la confianza. LE DEVOLVÍ EL DINERO, pero le debo el favor.
Me inquieta una pregunta que me hago yo mismo: ¿habremos sido los únicos compositores yucatecos que nos inscribimos en este magno concurso? Porque cuando le pregunto a algún compositor si se inscribió, me contesta que ¡NO!… Yo lo dudo, ¿y ustedes?
Coki Navarro
Continuará la próxima semana…