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XLIV
Continuación…
En virtud de que he llegado a las nueve de la mañana y el director avisó que vendrá a su oficina a las dos de la tarde, deberé esperar varias horas. No tengo a donde ir y aunque lo tuviera no me voy a mover de mi sitio. Ya conozco esas horas de espera en cada uno de sus segundos y sus minutos tronándome los dedos en las Editoras, enfundado en un destintado traje y con una guitarra sin estuche entre mis sudorosas manos, mientras los “genios” que debían recibirme hacían más ingrata la espera para darse importancia. “Gentes” que, desconociendo la humildad, son apenas unos robots que humillan al de abajo, PERO SE INCLINAN EN ACTITUD SERVIL A BESAR LOS PIES Y OTRAS EXTREMIDADES DE LOS DE ARRIBA. Títeres de estreñimiento mental, pero vomitadores de arrogancia y altivez. Muñecos que, cuando se les acaba la cuerda y vuelven a la realidad, al salir disparados de “su” silla se dan cuenta de que su pedante postura no es más que un antifaz con que pretenden cubrir sus complejos y sus frustraciones, sus amarguras y su enanismo humanitario. VERDUGOS DE OFICINA QUE HACEN PERDER OPORTUNIDADES A LOS QUE LUCHAMOS POR UN IDEAL. Esos… esos, con su cruel proceder me enseñaron mucho y ellos nada aprendieron de la vida. Esos olvidaron que el mundo gira muy de prisa y que MAÑANA PODEMOS NECESITAR DEL QUE HOY TRATAMOS INJUSTAMENTE. Algunos de ellos después comprobarían que mi alma no conoce el rencor, pues mi alma solo genera calor para cobijar mi poca inspiración y atesorar lo bello de la vida. Varios han probado el sabor de mi bondad ¿o no?
Ustedes tampoco lo olviden, LA HUMILDAD ES LA MAYOR FUERZA DEL HOMBRE… Practíquenla y honrarán a Dios y a ustedes mismos… NO HAY TRONO SEGURO EN LA TIERRA. El Imperio del hombre es la máscara idiota de su escondida debilidad.
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No estoy hecho de acero, ya casi son las dos de la tarde y, aunque tengo el alma templada hasta el límite de su resistencia, se notan en mis ojos los insomnios. Hay angustia y palidez en mi rostro por los días sin dormir, por el viaje tan molesto y cansado.
Por fin llega, y enseguida me recibe, el director artístico; es el compositor Rubén Fuentes. Seguro que este me truena de inmediato. Es todo lo que puedo pensar. Me saluda Rubén, se me queda viendo y me dice: Antes de escuchar lo que traes, acompáñame a comer unos tacos, además te invito.
Elegante manera de ayudar a quien se le advierte claramente la inquietud y el hambre. Buena impresión me causa el proceder de Rubén Fuentes.
Conversamos un largo rato en un restaurante y le platico mi situación en Mérida, mis correrías anteriores buscándome la vida como trovador, mis inquietudes pasadas y frustradas como compositor y las actuales a medio caminar. Mi deseo sincero, aunque sin mucho éxito de despertar entre los compositores yucatecos el afán de cambiar un poco los giros melódicos y armónicos de las nuevas canciones que componga… Eso y muchas ansiedades que llevaba y llevo todavía en mi pensamiento. Él también me cuenta algo de su pasada vida y sus angustias de ayer y que hoy ha podido superar a base de inspiración y tenacidad. Además, le pedí que tuviera la paciencia de escucharme lo que traía para dar a conocer. Le pedía un poco de paciencia.
Eso sí, me guardé no caer en la súplica de que por el hecho de haber viajado hasta la R.C.A. VICTOR desde Yucatán, me ayudara contratándome alguna canción.
(Ahora que convivo con él y conozco su profesionalismo me doy cuenta de que ni rogándoselo él hubiera aceptado una canción mía si no le encontraba futuro y calidad).
Pues bien, vamos a escuchar lo que traes, me dijo. Ya en su oficina, le interpreté “Despierta Paloma”. Me gusta el tema y cómo lo has desarrollado… casi me interrumpió. No se me olvidan estas palabras de Rubén. Desde luego, te la contrataremos. Su corte no deja de ser yucateco (me indica) pero se nota que has adquirido un estilo propio (ya me lo había dicho antes el malhumorado “Chispas”… pensé).
Después le interpreté “Tendrá que suceder”, que también aprobó y con esta pretendí despedirme de él, diciéndole con titubeos que era todo lo que había en mi “equipaje”. No puede ser, me dijo, debes tener otra por ahí, cántala, pues no debes regresarte sin al menos exponer lo que hayas compuesto.
Le expliqué el hecho de que había una canción que no contaba con la aprobación de algunos compositores de mi tierra y la habían casi convertido en mi “patito feo”. Bueno, me dijo, nada perdemos con escucharla. Y le canté mi canción “Te amaré toda la vida”… Todos los años, los meses y los días, todas las horas y todos los instantes, mientras pueda latir mi corazón.
Rubén se puso de pie y me aseguró que mis canciones eran tan buenas como las mejores que había escuchado. Te prometo (me dijo) que serán un éxito nacional y tienen todavía para llegar más lejos. Les encontraremos a su debido tiempo los intérpretes ideales para proyectarlas y haremos que las cante todo México.
Oiga, Rubén, no me vacile (contraataqué), pues todavía me espera un largo y cansado viaje de regreso. Vine en tren y de la misma forma retornaré a Yucatán.
Ni te estoy vacilando ni te vas por tren (me respondió). Llamó a su secretaria, ordenó un cheque a mi nombre por $5,000.00 y un pasaje de avión. Su gentileza siguió junto a mí, pues luego me llevó hasta el aeropuerto.
Con su recomendación de que siguiera como iba por la forma en que estaba componiendo, y de que cuando surgieran nuevas canciones se lo comunicara para que enviara por mí, me despedí de él.
Ustedes pueden imaginarse lo contento que regresaba a mi tierra, pues había logrado hacer que se abriera una puerta Editorial para mí. Todos mis desvelos comenzaban a ofrecer sus frutos. Reunión al otro día con mis compañeros de “bohemia”. Unos me felicitaban; otros creo que no lo hacían porque no creían lo que les contaba, pero todos brindaban por mi “buena suerte”… buena… muy buena mi suerte, me decían algunos. “Sigue mi cabrona y buena suerte en las palabras de los demás”.
Tiempo después empezarían a llegar los discos de Sonia La Única, quien casualmente con mi canción “Te amaré toda la vida” se dio a conocer como solista, y posteriormente casi todos los mejores y más famosos intérpretes de América Latina harían lo propio con esta melodía que por poco y la dejo en el olvido.
El que más feliz estaba con mi primer acierto era mi amigo Antonio Hagar, pues él me aconsejaba que no hiciera caso a quienes me desilusionaban. Él tenía la seguridad de que esas canciones serían el primer paso para la realización de mis inquietudes. Años después sufriría yo la pena de perder a este fino y caballeroso amigo de amable sonrisa y contagiosa simpatía. Mi amigo que tantas veces me comunicó valor y confianza. Los que tuvimos el placer de conocer a “Tony” seguiremos recordándolo con verdadero cariño.
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Ahora, al correr de los años me pregunto: ¿Será que en verdad los que me decían que mis canciones no tienen calidad, se expresaban en esa forma porque realmente consideraban que carecían de valor tanto en sus letras como en sus melodías?, ¿o dolosamente me sugerían que mejor me olvidara de ellas?… ¿Qué sería?
Coki Navarro
Continuará la próxima semana…