El viernes 8 de mayo, en punto de las 21:30 horas, los Dioses del Metal tomaron posesión del Palacio de los Deportes en el D.F. y nos brindaron una muestra más de su dominio sobre las huestes metaleras de nuestro país.
Ante una asistencia de más de 12 mil espectadores de todas las edades – los habían de alrededor de diez años hasta algunos que fácilmente pisaban con firmeza las seis decenas – rendimos culto al grupo liderado por su cantante Rob Halford, que esta vez vino con Glenn Tipton y Richie Faulkner en las guitarras, el eterno Ian Hill en el bajo y, con una muy celebrada y perfectamente emotiva y sincronizada actuación, detrás de la batería se encontraba Scott Travis.
Como parte de la gira del disco Redeemer of Souls, el Sacerdote Judas se presentó inicialmente en el Palacio de los Deportes, y de ahí partió a Guadalajara, para finalizar en Monterrey su tour por tierras mexicanas.
Aquellos que han escuchado el disco se habrán dado cuenta de que al menos en una canción se escuchaba francamente mal la voz de Halford – los riffs y el ensamble de los demás instrumentos en el disco, así como las melodías y las letras, siguen siendo impecables – y, como yo, posiblemente se preguntaban si no estamos atestiguando los últimos momentos musicales de uno de los más operísticos y dotados cantantes del Heavy Metal.
Pues bien, me da gusto reportarles que Robert John Arthur Halford sigue bien de salud y, aunque es perfectamente comprensible que no alcance algunas notas, sigue teniendo la misma presencia de escenario, el don de manejar a su público, y la firmeza suficiente en sus gritos para darnos un buen espectáculo. Difiero de la opinión de muchos que dicen que “solo recita las canciones”, que ya no se mueve, y otras linduras que se dicen sobre él. Doy testimonio de que sigue siendo el mismo de siempre, capaz de echarse al público en los hombros tan solo al colocar un pie sobre las bocinas centrales
Victim of Changes, Metal Gods, Turbo Lover, You’ve Got Another Thing Comin’, Electric Eye, Hell Bent for Leather, Painkillers, Halls of Valhalla, Redeemer of Souls, Dragonaut, Breakin’ The Law y otras más, todas las canciones eran coreadas por el público en el Palacio de los Deportes, regalos acústicos que nos fueron ofrecidos durante los 100 minutos que duró el show.
Apoyados por algunos videos que se proyectaban detrás de la banda, con una escenografía minimalista que incluía dos vestidores a ambos lados del escenario (uno para Rob y otro para Glenn), la banda dejó muy claro que su lugar en la historia está garantizado y que, con una carrera que ha abarcado más de 40 años, Judas Priest ha dejado y continuará dejando escuela para muchos.
El evangelio de los Dioses del Metal fue predicado a todos sus creyentes, y todos fuimos rebautizados en las aguas de sus canciones, renovando nuestra fe en ellos.
Larga vida a Judas Priest.
Amén.
Gerardo Saviola
gerardo.saviola@gmail.com