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José Aragón y la perspectiva costumbrista en su discurso pictórico

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Arte – Desde Nicaragua

Rafael Quintana

José Aragón proviene de un cerro azotado por el viento y creció siendo vecino de lunas llenas, estrellas y constelaciones. Aquel cerro, habitado por campesinos laboriosos, se llama Colama, y está ubicado en la zona rural del municipio de Tipitapa, entre los departamentos de Boaco y Managua. Allí creció “…feliz, en un entorno natural de paisajes hermosos donde su diversión era bañarse en el río o la quebrada, atrapar luciérnagas en las noches, o reunirse cada tarde para soñar escuchando historias contadas por los viejos de la comunidad,” nos comparte al iniciar esta entrevista el destacado artista plástico nicaragüense, quien por algún tiempo estuvo en el extranjero.

“Me gusta explicar cómo se dio mi primera exposición personal en una galería profesional. Resulta que un amigo cubano tenía un bar nocturno en Barcelona y un día me ofreció exponer mis dibujos en las paredes de su bar. Yo accedí sin ninguna expectativa, sobre todo porque el bar abría a las 11 de la noche y nunca pensé que a esa hora pudiera llegar alguien con más intereses que las cervezas, los mojitos o los cubatas.”

“Como a la semana de estar expuestos mis dibujos, me llamó mi amigo informándome que había un señor interesado en mis trabajos y que debía ponerme en contacto cuanto antes. Me presenté en la dirección que me dio mi amigo y me encontré con un hombre joven rodeado por obras de Tapies, Miró, Vives Fierro, etc. Después del saludo, fue al grano diciéndome: “Me gustaron mucho tus dibujos y te tengo dos propuestas: te los compro todos y hago con ellos lo que yo quiera, o te ofrezco hacer una exposición en mi galería…”

“Así, en resumen, un día del mes de diciembre de 1995 estaba yo inaugurando mi primera exposición en la Chagall Gallery de El Paseo de Gracia en el centro de Barcelona. Coincidió que esa misma noche también inauguraba en la galería del costado el Maestro Guayasamín.”

¿Cómo surgió su vocación?

Desde niño me sentí muy atraído por el arte. Allá en Colama dibujaba en la pizarra de la escuela o en cualquier soporte que me permitiera hacer trazos. Me gustaba copiar los movimientos de los jugadores de beisbol o de los boxeadores que aparecían en las páginas de deportes de los periódicos. Repasaba con mi lápiz una y otra vez la silueta sobre la foto hasta que se quedaba grabado el movimiento en mi memoria motriz. Así, cuando llegaba a la escuela, todos se quedaban sorprendidos de la facilidad con que me salía cada dibujo… Lo que mis compañeritos no sabían es que esa aparente facilidad era resultado de mi insistencia durante horas y horas por captar los movimientos de la figura humana o de los animales que veía correr por el patio de la casa o del vecindario. O sea, todo ha sido resultado de una intensa vocación y de una irrefrenable necesidad de crear o recrear lo visto, lo vivido y lo sentido.

¿Algunos referentes que lo han influenciado?

Mi formación ha discurrido en gran parte de manera autodidacta. Esto me ha permitido buscar en libertad y acercarme desde mi criterio personal a todas aquellas influencias que se adaptaran a mi necesidad de expresar.

He tenido el privilegio de admirar en directo las obras de grandes maestros de todos los tiempos y estilos, desde los más abstractos hasta los figurativos más realistas, desde la pintura europea hasta la latinoamericana.

Inicié muy influenciado por los muralistas mexicanos, sobre todo por Rivera y Siqueiros, pero después fueron apareciendo Wilfredo Lam, Xul Solar, Roberto Mata o Rufino Tamayo.

Igualmente, en mis inicios me acerqué y bebí de la fuente picassiana o del arte catalán del pasado y del presente. Y, como no podría ser de otra manera, he sido un apasionado del arte heredado de nuestros pueblos originarios de Mesoamérica, arte del cual me he nutrido con entusiasmo y cuya influencia en mí se puede percibir no solo en mi manera de pintar, sino también en mi forma de pensar el arte.

¿A qué pintores de Nicaragua y del extranjero admira?

El arte nicaragüense ha sido siempre un referente en mi crecimiento como artista. Fue la primera fuente a la que me acerqué con sed de aprendizaje y admiración absoluta. Fue también el primer discurso pictórico con el que me identifiqué, tal vez porque, en su narrativa, me veía reflejado y veía también retratadas muchas de las aspiraciones colectivas de nuestra sociedad. Cuando conocí la obra de los maestros Pérez de la Rocha, Leoncio Sáenz, Arnoldo Guillén o Alejandro Aróstegui, entre tantos otros, sentí una identificación inmediata y plena con su trabajo creativo. Y los llevo siempre como mis referentes de cabecera.

¿Qué elementos utiliza para plantear su discurso pictórico?

Mi obra pictórica es una obra totalmente figurativa. Los principales elementos que pueblan mis telas han sido desde siempre las mujeres y hombres de nuestra tierra, nuestros paisajes con sus volcanes y lagos incluidos, nuestros caseríos asomando detrás de las lomas, nuestra luna mirándose coqueta en los ríos y lagunas…

Me gusta ir por la tela imaginando cada elemento como parte de un poema total que pudiera resumir toda la hermosura contenida entre los cuatro puntos cardinales de nuestra Nicaragua. Así que, más que un discurso pictórico, mi ideal es lograr en cada tela un poema pictórico que haga honor al privilegio de haber nacido en esta tierra de bellos contrastes y de gente hospitalaria y buena.

¿Siempre lleva la añoranza de su tierra, como en sus composiciones de paisajes, bodegones, y temas poéticos en los que aflora su Comala natal?

Colama es la semilla y el nutriente de toda mi creatividad. Allí, sobre aquel cerro hermoso, tuve la oportunidad de soñar despierto mirando desde lo alto el bello paisaje del sur nicaragüense. Allí aspiré los aromas de la tierra y de su flora, disfruté el sabor de nuestro milenario y sagrado maíz en todas sus variantes alimentarias, sentí el amor sincero de mi gente que me forjó como un nicaragüense orgulloso de pertenecer a este pueblo creativo, solidario y laborioso.

Por eso tengo la suerte de que, cuando me encuentro lejos de mi tierra y de mi gente, no me es difícil convertir la añoranza en material creativo para mi trabajo. Me basta con evocar la belleza de nuestras mujeres, el eco del pregón de nuestros vendedores callejeros o el aroma de la tortilla en el comal para convertir esa nostalgia en poema o en una pintura impregnados con los mejores sentimientos de mi espíritu y de mi alma.

¿Cómo trabaja su perspectiva costumbrista?

Mi obra pictórica es una obra totalmente figurativa. Los principales elementos que pueblan mis telas han sido desde siempre las mujeres y hombres de nuestra tierra, nuestros paisajes con sus volcanes y lagos incluidos, nuestros caseríos asomando detrás de las lomas, nuestra luna mirándose coqueta en los ríos y lagunas… Me gusta ir por la tela imaginando cada elemento como parte de un poema total que pudiera resumir toda la hermosura contenida entre los cuatro puntos cardinales de nuestra Nicaragua. Así que, más que un discurso pictórico, mi ideal es el de lograr en cada tela un poema pictórico que haga honor al privilegio de haber nacido en esta tierra de bellos contrastes y de gente hospitalaria y buena.

¿Por qué considera su discurso pictórico ha sido reconocido a nivel internacional?

Mi obra es resultado de un trabajo que intenta integrar los elementos de nuestra particular cosmovisión y de nuestra cotidianidad, dotándolos de un lenguaje que sea legible tanto para un centroamericano como para un neozelandés.

El artista es un obrero cuya principal herramienta es el alma. Desde lo más profundo de ese rinconcito sentimental emana el material que luego procesa el intelecto hasta conseguir darle la forma adecuada que conecte con el público y convierta a ese público en cómplice del sentir del artista.

El arte es comunicación y, en mi caso, busco comunicarle al mundo las bondades de mi tierra y la nobleza de su gente. El mejor elogio que alguien me hizo fue: “¿Sabes por qué me gusta tu trabajo? Porque tu trabajo se parece a ti”. Ahí comprendí que la gente percibía con claridad lo que yo quería comunicarle.

¿Cómo ha compaginado su arte con la literatura nicaragüense?

Desde que me inicié en el mundo del arte, las personas que han analizado mi trabajo han coincidido en señalar el contenido poético de mis obras. También la gente que no es muy ducha en el tema artístico en muchas de mis exposiciones ha expresado esa percepción poética, destacando la paz que desprenden y motivan mis pinturas y dibujos al confrontarse con ellos.

Como te comenté antes, pinto para expresar sentimientos, para comunicar mi particular visión del mundo y de la vida, para contarle a mis semejantes las cosas buenas y sublimes que aún nos quedan como especie. Tal vez sea en eso donde radica la excelencia, más aún cuando atravesamos un tiempo donde ser sentipensante se ha convertido prácticamente en una herejía.

Tuve la suerte que desde siempre mis padres motivaron en mí el amor por la lectura. Así que desde muy niño he leído muchísima poesía y me he nutrido de imágenes poéticas que han sido muy útiles para el desarrollo de mi lenguaje artístico. Creo que eso ha sido el principal motivo para que mi relación con la vida haya estado marcada por una búsqueda natural de la poética en todo lo que veo, escucho, siento y hago. Ha sido a través de la literatura nicaragüense, especialmente por medio de sus poetas, que mi mundo juvenil se ensanchó y mi espíritu construyó sus alas para emprender su propio vuelo. Por eso la poesía está muy presente en mi obra plástica, tal vez como un homenaje secreto a todas las personas que me mostraron la manera de explicar el mundo en un solo verso.

¿Por qué es importante que todo artista se plantee el Arte como símbolo de identidad?

El Arte ha de ser siempre el reflejo de nuestra identidad. Solamente podemos expresarnos con originalidad ante el resto del mundo cuando tomamos como punto de partida lo que hemos visto, oído, sentido y vivido. Cuando no lo hacemos así, corremos el riesgo de ir mal copiando lo que otros han hecho desde su propia idiosincrasia e identidad.

Por eso mi profunda admiración hacia Juan Rulfo, Nicolás Guillén, Oswaldo Guayasamín, Diego Rivera y tantos otros que nos enseñaron a hurgar en lo nuestro para escribir, poetizar, pintar o construir nuestras sociedades basados en nuestra historia, nuestra cultura, nuestros sentires, y levantar nuestra frente con dignidad, mostrándonos como pueblos mestizos u originarios orgullosos de nuestro pasado y de nuestro presente. Y en eso los artistas tenemos mucho que decir y hacer.

¿Qué admira de México y su cultura?

De México lo admiro todo. Somos hermanos de sangre y de historia. Su música, su literatura, sus películas, sus expresiones vitales, sus pintores nos han influido mucho a lo largo de los siglos.

En mí siempre ha habido un sentimiento de hermandad con respecto a los mexicanos y he tenido grandes amigos de ese hermoso país. De ahí es Diego Rivera, uno de mis pintores favoritos.

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