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Remembranza
“UN PARAÍSO TROPICAL EN MÉXICO”
ALFONSO HIRAM GARCÍA ACOSTA
Después de escribir sobre San Miguel de Cozumel, ahora le toca a otro destino de mar e isla del Caribe Mexicano: Isla Mujeres, el sitio con las aguas más transparentes de México y el lugar más hermoso que he disfrutado como turista. Invitado por alumnos de la secundaria de Mérida “Eloísa Patrón de Rosado”, cuando terminado mi bachillerato en ciencias di clases de física en esa escuela y algunos de sus alumnos eran oriundos de Isla Mujeres, me invitaban a visitarlos y llegar a sus domicilios.
Esa isla me dio otras grandes satisfacciones. Ya estudiando la carrera de Ingeniería Civil en la Universidad de Yucatán, un compañero nuestro, Gonzalo Cáceres Ortiz, ya en tercer año, nos entrevistó a Roberto Peniche Aguilar, Edgardo Salazar y a mí para hacer un levantamiento topográfico en Isla Mujeres. Tenía un contrato para unos deslindes dentro de la isla. Aceptamos los tres. Fue nuestro primer trabajo profesional como ingenieros.
Emprendimos el viaje, llegamos a Puerto Juárez, y cruzamos en lancha a la isla con nuestro equipo de topografía, para deslindar los terrenos de Esteban Lima Zuno, en la punta norte de la isla. Esteban Lima era sobrino de la esposa del presidente de México. Iniciamos el trabajo y, cuando ya casi terminábamos el levantamiento topográfico, Don Esteban nos preguntó si podríamos dar el trazo para la cimentación de su hotel “Zazil-Ha” que sería el referente de la punta norte. Dejamos los señalamientos para las bases de cimentación. Fue nuestro primer trabajo de ingeniería en Isla Mujeres.
Gonzalo Cáceres, ingeniero y deportista, trajo la primera medalla de oro en salto de longitud nacional y es un prestigioso ingeniero; Roberto fue director de Obras Públicas del Estado; Edgardo es maestro de matemáticas y el mejor parador corto del beisbol de su época. Yo dejé mi huella posteriormente a este trabajo, en la zona centro de la isla conocida como la salina: ahí construí 28 departamentos para trabajadores de la isla en el ISSSTE con vistas al mar, que siguen funcionando. Están escalonados para que todos tengan vista al Caribe Mexicano.
Posteriormente, fui socio de la Marina Isla Mujeres con los Ings. Roger Ríos Meneses y Raúl Cetina. Ahí pasé muchas vacaciones con hospedaje y alimentos.
Esta isla tiene una rica historia que se remonta a los tiempos de los antiguos Mayas. Algunos vestigios de esta importante cultura se pueden ver en un templo-observatorio en lo alto de un arrecife en la punta sur de la isla.

En 1517 Francisco Hernández de Córdoba llegó a la isla y decidió darle el nombre de Isla de Mujeres, ya que se topó con muchos ídolos de madera de una diosa Maya.
En los siguientes siglos, Isla Mujeres, como muchas islas de la región, se convirtió en el paraíso de los piratas, contrabandistas y tratantes de esclavos.
Uno de los personajes más famosos fue Fermín Mundaca. Él era un mercader y un tratante de esclavos, sin embargo, también era arquitecto, escultor, pintor, poeta y agricultor.
Mundaca llegó a la isla a principios del siglo XIX y decidió establecerse en este pequeño paraíso, así que quemó su nave y asesinó a su tripulación para que nadie pudiera decir donde estaba. Para convencer a una linda lugareña de que se casara con él, construyó una bella hacienda en la parte sur de la isla.
A pesar del magnífico lugar, la muchacha se fue a Mérida y aunque Mundaca la siguió hasta este lugar de la península nunca la convenció y ahí fue donde murió. Se dice que el famoso pirata cavó su propia tumba y ahí se lee la famosa inscripción “Como eres yo fui” y del otro lado dice “Como soy tú serás”. La tumba de Mundaca está vacía y nadie sabe dónde quedaron sus restos.
Después de este periodo, la vida de la isla siguió con bastante tranquilidad hasta que se convirtió en un destino turístico.
El mar, la alberca, la comodidad hotelera, en Isla Mujeres los encuentras a diversos precios. Cozumel y la Isla Mujeres son diferentes. Me he sentido mejor en esta pequeña isla, con amigos y familias que me conocen por mis largas estadías de trabajo profesional, con la compañía de mis compañeros ingenieros Roger Ríos y Raúl Cetina.
Pescábamos tres o cuatro peces medianos y los llevábamos a “Broncos” para que nos lo cocinaran. Su propietario, “Pepe” Aguilar, se reía y ordenaba: “Saca un pescado grande para que coman los ingenieros mientras toman una copa conmigo.”
La arquitecta recién graduada, hija de uno de los Magaña, dueño de barcos y la congeladora, trabajó con nosotros. En su casa, su madre nos cocinaba los mejores manjares, incluyendo langosta. Daban unas 40 comidas diarias y nunca me quisieron cobrar por el solo hecho de darle trabajo como arquitecta a su hija.
Me alojaba en un departamento frente a la obra que dirigía, daba al mar y por las tardes en la costera cenaba tacos o antojitos mexicanos. Me atendían como si fuera familia. Visité los domicilios de dos jóvenes que les di clase en Mérida y ya fallecieron: Raúl “Pipo” Fernández, que su vejez la pasó ciego, y José Trinchan, en su trabajo en el sector naval de la isla.
Poseo recuerdos agradables de todas las familias que siempre me brindaron apoyo, y de las autoridades de la isla, que me dieron facilidades en esa gran inversión habitacional para los trabajadores del estado.
Al caer la noche, puedes seguir disfrutando de la isla ya que hay varios locales con música viva en donde se puede gozar de un agradable ambiente, y en algunos se puede bailar. Hay opciones dentro de los hoteles, en el centro de la isla, y en palapas a la orilla de la playa.
Sus tranquilas aguas, bucear en el Garrafón (donde me dieron una tarjeta de residente con el 50% de descuento en comidas y bebidas), para después descansar en la Playa Norte recordando mi primer trabajo pagado como topógrafo con tres compañeros de los que afortunadamente vivimos tres: Gonzalo Cáceres Ortiz (el mayor de nosotros, ya pasó de los noventa), Edgardo Salazar y yo. Roberto Peniche se nos adelantó. Abur.

Fuentes