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Letras
Jorge Pacheco Zavala
Toda sombra es una prefiguración latente de una realidad presentida; un acoso lejano que olfatea recuerdos y memorias; un sonido audible, pero indescifrable, que invade y rompe los límites…
Luego de no dormir, los ojos van acostumbrándose a la luz hasta llegar a confundir la realidad con lo inexistente, las siluetas con las figuras humanas, el blanco con el negro, lo cercano con lo distante. En mi caso no fue así. Mis ojos han dejado de parpadear desde la última vez que dormí. Es probable que mis párpados estén atrofiados. También es probable que mi cerebro esté dejando de emitir órdenes.
Todo comenzó una noche en que debía terminar un ensayo para la revista de la universidad. Mientras más pretendía concentrarme en las citas textuales y los datos precisos, más parecía que me internaba en un mundo sin fin. Siguiendo la genealogía de Gengis Khan, el guerrero mongol famoso por ser sanguinario y cruel durante sus conquistas, me detuve horas mirando de cerca un aspecto inusual en su línea genealógica. Era un dato relacionado con su ADN. Debido a los hallazgos científicos en los marcadores cromosómicos se sabe ahora que el 0.5 de la población mundial es heredera de los genes del conquistador mongol más grande de todos los tiempos. Si 16 millones de personas esparcidas por todo el mundo tenían habitando dentro de sí a este sanguinario guerrero en potencia entonces ¿cuáles eran las posibilidades de tener a uno de estos ejemplares por vecino, amigo o esposo? Y, por si fuera poco, había que considerar que la reproducción de la humanidad ya se había encargado durante décadas de hacer patente su presencia en medio de nosotros.
Imagino que vuelvo a dormir. Siento que duermo y de inmediato reacciono sobresaltado. Por momentos me escondo para no ver la luz; pero, cuando estoy cayendo en el sopor del sueño, la fría espada manchada de sangre recorre mi espalda.
Sé que es una ilusión pasajera. Sé que estoy delirando por causa del ayuno de sueño. Sé también que, al hablar, mi mente no hila bien las ideas.
Me estoy perdiendo en este laberinto profundo de cosas soñadas y de cosas imaginadas; quisiera vestirme de realidad para salir al mundo y pedir ayuda. En mi andar, solo atino a decir:
Qué soy sino una mente que divaga en medio de multitudes de dispersas ideas contrarias que se mezclan al fin del día para hacernos sentir que existimos sin vivir casi sin respirar y a menos que el movimiento difiera seremos o llegaremos a ser dueños de nuestro propio exilio de nuestro propio mundo blanco por fuera y negro por dentro como si poca cosa fuera habitar en los recuerdos tan muertos tan inertes y cuyo sonido es tan distante tan lejano que se apagan con nuestros propios sonidos internos que luchan cada día por salir y hacer frente a esta brutal insigne realidad…
Han vuelto los días de luz. Ha vuelto a brillar el sol. Estoy ahora tan pleno que quisiera la eternidad, no la eternidad vendida como souvenir comercial a precio de oferta. Me refiero a la eternidad que uno mismo va creando con el paso de los años y con el tiempo que duran los sueños. Lo dijo el poeta Calderón de la Barca: La vida es sueño.
Pero yo les digo que…
Ya no existe un despertar,
las tinieblas que supuse ver
eran reflejo fiel de mi ser;
naufragué solo en altamar…
Ahora el tiempo marcado
me alienta a derramar
en la espera su pecado,
igual que capricho soñado…
El guerrero invencible reposa para no despertar más. El insomnio ha sido vencido, ha sido conquistada la noche con su terror.
Entreabierta la puerta ha quedado, por si de nuevo se asoma la sombra, la otra sombra que habita en los que duermen…
Magnífico. Poético. Me encantó.
Bellísimo texto que entrelaza narrativa y poesía.
¡Enhorabuena al autor!