Editorial
A gustarnos o no, las redes sociales, en su posición proveedora de noticias, han venido a desplazar y sustituir a los medios de información escritos tradicionales, causando severos vacíos a la radio y televisión.
La inmediatez informativa es lo que va de acuerdo con nuestra acelerada forma de vivir y actuar, así comentan los consumidores noticiosos. Es un paso acelerado en la marcha histórica de las noticias, además de conclusión lógica de la vida apresurada que vive la humanidad. En lo tecnológico el lema citius, altius, fortius de los Juegos Olímpicos de la antigüedad ha quedado como un recuerdo agradable en los archivos.
Detrás de los vigentes cambios tecnológicos hay mucho más. Así se entiende. Así también es de comprenderse el paulatino ocaso de aquellos considerados medios tradicionales, opacados ahora por la modernidad.
Este duro golpe al tránsito del periodismo histórico es comprensible. Los grandes tirajes cotidianos de los periódicos impresos son cosa del pasado. Mas una realidad es que, históricamente, los medios informativos prevalecerán, así sea como referencia histórica válida en los cada vez más nutridos archivos preservados para la posteridad.
El hoy en las redes sociales es frágil y efímero. Lo que era noticia consistente hace unos segundos no lo es más, ante las nuevas versiones actualizadas del mismo suceso. Como por arte de magia, aparecen versiones frescas que envían al pasado sin retorno lo que minutos antes eran verdades.
La fragilidad noticiosa es adecuada a estos tiempos de veloces cambios, no solamente en el ramo tecnológico sino también en lo social, religioso, costumbrista.
Si esto ha de ser para bien o para mal, el análisis está en la mente y capacidad de análisis de los seres humanos de esta época, de estos tiempos.
Cierto es que se trastocan valores, perspectivas y criterios.
Es idéntico el caso a no poder detener las olas del mar oponiendo como única barrera nuestras manos.
¿Qué hacer en estas circunstancias? ¿Perder la fe? ¿Abandonar el barco espiritual y moral? ¿Cerrar los ojos a la realidad? ¿Intentar poner a salvo lo que consideremos valioso?
Quizá es esa la única opción válida para los seres pensantes que optamos por la trascendencia del género humano, de la memoria histórica que es mucho más que un modelo de bestialidad compartida y transitoria con periodos de prevalencia del hedonismo y la mezquindad.
No son los medios de comunicación los causantes del drama en que estamos inmersos. Son las circunstancias impuestas por la evolución social.
Si la sociedad ha cambiado, los medios informativos también. Es una consecuencia del cambio.
Con toda su abultada carga de degradación moral, estos son los tiempos vigentes, los que ahora transcurren, los que tenemos que compartir.
En la prehistoria de los medios informativos, como en la etapa histórica cercana, quedan los documentos de registro manual, los tipos fijos para las imprentas antiguas, las rotativas y sistemas complejos de impresión, el láser, la impresión cibernética y demás avances que día a día superan lo logrado en muchos años precedentes.
Vencedoras hasta ahora, las redes sociales comunican, informan, orientan e influyen en las redes del ciberespacio.
Son, hoy por hoy, las que tienen mayor número de penetración en las masas ciudadanas y grupos sociales.