Iluminados y Peregrinos en el Yucatán Decimonónico
En diversos lugares y épocas es posible encontrar individuos que se desvían de las normas establecidas en el seno de su sociedad, sea modificando las prácticas y creencias predominantes, o bien haciendo una libre interpretación de ellas, identificándose algunas veces con minorías o con sectores marginados, excluidos de las grandes tendencias culturales, o simplemente menospreciados por no encarnar los ideales vigentes.
A veces en la historia quedan, como remanentes de procesos gloriosos o periodos convulsos, los nombres de personajes que no cupieron del todo en los moldes secularmente repetidos por la tradición y las costumbres aceptadas. Habita en ellos el parpadeo de un despertar que no se consuma y el atisbo de mundos promisorios y esquivos.
Juan Peón Contreras (1848-1899), hermano menor del poeta y dramaturgo de los mismos apellidos, dio de qué hablar a sus conciudadanos casi en el ocaso de su existencia. Se han referido a él, en tiempos más recientes, Luis Millet Cámara y Juan Francisco Peón Ancona, el primero en un ensayo académico ameno y documentado, y el segundo en unos apuntes biográficos que dejan traslucir sus antipatías ideológicas y políticas.
Miembro de una distinguida familia criolla, Peón Contreras fue protagonista de una extraña conversión que lo llevó a abandonar el liberalismo y el libre pensamiento que lo habían caracterizado, para transformarse en heraldo de un extranjero de origen centroamericano, modesto comerciante que se dedicó a predicar en varias localidades yucatecas, a quien consideró portador de un mensaje divino y al que atribuyó facultades extraordinarias, como una bondad ejemplar y una sabiduría incomparable, versión que debió parecer fuera de tono e incluso irreverente a muchos contemporáneos suyos.
A mediados de los años ochenta del siglo XIX ocurrieron los sucesos referidos que Peón Contreras describe en un opúsculo al que dio un nombre no menos extravagante que su conducta al titularlo Evangelio de don Juan, el moderno precursor de la segunda venida del Mesías, salido de las prensas de la imprenta El Aerolito, de La Habana, Cuba, en 1888.
La portadilla del folleto indica su título de otro modo: La sacra y real misión (anotada) de Jesús, el incógnito, el buhonero, el gran consolador, por Juan, su precursor, el peregrino, el real confirmador. ¡A Yucatán y al universo entero! El precio que Peón Contreras impuso para su adquisición no era de orden pecuniario, sino moral: “Una plegaria al Altísimo, pagar un mal con un bien o una limosna a un mendigo”.
El impreso, dirigido a las autoridades eclesiásticas y al Senado de la República, apareció redactado en verso y en prosa. En la primera modalidad, su autor reconocía la deficiente calidad de sus estrofas, más aún al compararlas con la obra de su célebre hermano José. Y la verdad es que su versificación se muestra descuidada, e incluso hace gala de cierto humor involuntario al forzar su rima de manera caprichosa.
El insigne vocero de la bienaventuranza decidió renunciar a su cargo de director del Museo Yucateco para entregarse por completo a su labor evangélica. Como discípulo del redentor anunciado, sufrió cárcel junto con él y se lanzó a predicar entre los mayas insurrectos asentados en las cercanías de Tulum, en la costa oriental de Yucatán. Salió con bien de su encuentro con los adoradores de la cruz, gracias a sus dotes persuasivas y al hecho de ser hablante de la lengua vernácula.
El citado folleto lo escribió en prisión, y su texto contiene una serie de alusiones bíblicas, nombres de personajes prominentes del Yucatán de entonces, y ejemplos de la fisonomía arquitectónica de Mérida, así como expresiones esotéricas al igual que interpretaciones lingüísticas en las que Peón creía hallar claves inequívocas de su misión. Para imprimirle mayor legitimidad a su texto, advertía que si algún lector no lograba entenderlo esto podía explicarse a partir de un agudo talante pecaminoso distintivo de su persona.
Es útil trasponer los simples detalles anecdóticos de este singular relato para analizarlo en su contexto histórico y social más amplio, sin desatender sus vínculos con el desarrollo de las ideas y con el surgimiento de creencias sincréticas, reformulaciones de carácter profético y mesiánico en una época urgida de certidumbres y consuelo.
José Juan Cervera