Letras
José Juan Cervera
En memoria de Carlos Roberto Barrera Jure
La familia, cuya estructura es muy debatida porque su evolución ha hecho despuntar formas que en otros tiempos fueron inusuales, también ha merecido acercamientos historiográficos y recuentos entrañables. Así lo hace notar el libro Los Casares, un retrato de familia. Qué buena vida nos damos con tan reducido capital (Mérida, 2022), de Raúl J. Casares G. Cantón, con el que llama a mirar los aspectos cambiantes de la sociedad a través de los lazos de sus núcleos más próximos y significativos.
Con el propósito de recuperar la memoria lejana en que se finca la identidad familiar, el autor emprende un estudio de amplitud generosa, echando mano de la tradición oral que resuena a lo largo de las generaciones a las que pasa revista, obteniendo datos reveladores de documentos conservados de padres a hijos con información complementaria que aportan fuentes bibliográficas de varias épocas. El resultado es satisfactorio tanto para el grupo inmediato al que se dirige como para quienes, fuera de él, aprecian el valor de un trabajo logrado con la guía de un método eficaz.
Vale recordar que la pluma de Casares G. Cantón ha traído a la luz también una obra biográfica que rinde homenaje a su bisabuelo por línea materna (Rodulfo G. Cantón, sonata de una vida, 2019), hombre polifacético que aportó su entusiasmo en el desarrollo de proyectos educativos y artísticos de singular relieve, a la par de una vida empresarial y política que combinó con su papel difusor de creencias innovadoras en el panorama ideológico de Yucatán. Estos ejemplos bastan para discernir el campo de intereses que ronda el afán divulgador de quien, convencido de una responsabilidad que acomete con energía, extrae de su historia familiar contenidos que enriquecen el conocimiento general de una región y de la cultura implantada en ella.
El historiador toma como punto de inicio la acción del fundador de la familia Casares en Yucatán, antepasado suyo que, con el nombre de José Antonio Casares Pérez Roldán Sánchez de Boedo y Cuesta (1742-1811), llegó al continente americano desde la villa de Potes, Cantabria, provincia española que se caracterizó por el elevado índice de emigrantes que de ahí se enfilaron hacia muchos destinos. En el caso referido, el viajero se estableció en Campeche, asumiendo cargos importantes en el servicio público.
La descendencia de José Antonio Casares muestra una variedad de ocupaciones y sensibilidades que se expresan en campos como el fomento agrícola, los empleos administrativos, la abogacía, la gestión legislativa, la educación, la literatura y otras más que se ligan con los procesos sociales de las principales ciudades de la península, al grado de atestiguar las rivalidades políticas y comerciales entre ellas, de modo que la vida de los Casares se extiende entre Campeche y Mérida para marcar su rúbrica en las que con el tiempo se convertirían en capitales de entidades vecinas.
Sería ocioso enumerar los sucesos relevantes en que los miembros de esta familia hicieron frente a las circunstancias de su época, pero podrían mencionarse algunos a guisa de ejemplificar con ellos pasajes decisivos en la historia de la península, como las pesquisas del asesinato del gobernador y capitán general Lucas de Gálvez, el primer intento de separación de Campeche y Yucatán, el envío de representantes yucatecos al Congreso Constituyente de 1824, y el patrocinio del monumento a Justo Sierra O’Reilly, así como la formación de instituciones de carácter humanístico en el siglo XIX.
El libro equilibra su composición temática con secciones que recogen anécdotas jocosas como las del propietario de una mona bebedora de cerveza, o las del tío que practicaba el fecundo arte del cultivo yucateco, con semblanzas de diligentes servidores de la familia y con anexos documentales a más de abundantes fotografías que ilustran las narraciones, testimonios y registros históricos de una estirpe representativa de un sector pujante de la sociedad yucateca.
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