Remembranza
PERIODISTA Y ESCRITOR CUBANO
ALFONSO HIRAM GARCÍA ACOSTA
Al escribir sobre Humberto Rodríguez Manso, escarbo en mis viajes a Cuba desde el año 90 del siglo anterior. Lo conocí en el despacho del Dr. José Loyola Fernández, vicepresidente primero de la UNEAC, que dirigía el escritor Abel Prieto, de quien he hablado en colaboraciones anteriores.
Con Manso -así siempre le decíamos- me identifiqué de inmediato, pues me preguntó qué significaba el Hiram de mi nombre. Le dije que mi padre era Hermano masón, y que ese nombre es simbólico para los aprendices de Primer Grado en Logia. Me abrazó y me dijo: “Bienvenido, hermano, soy Paz Master de la Logia “José Martí” de Camagüey. En reciprocidad, le indiqué que fui Venerable Maestro de las Logias “Andrés Quintana Roo”, en Chetumal, y de la Augusta y Venerable Logia América de la Gran logia Unida “La oriental peninsular. Con los signos y toques que nos eran conocidos, certificamos nuestro grado en la filosofía masónica. Sellada la fraternidad que nos unía, mi vida en Cuba, hasta mi penúltimo viaje, estuvo siempre ligada a su persona como enlace de y para la cultura de ambos países.
Humberto Rodríguez Manso tenía dos licenciaturas, una en derecho y otra en periodismo. Conviví con él y su familia durante más de 25 años que duró nuestra amistad fraterna y cultural. Pude reciprocar sus atenciones en sus dos viajes a Mérida, donde le presenté a los luchadores sociales de nuestro medio que trajeron a Guillén a suelos del Mayab Peninsular: Juan Duch Collell, director de Bellas Artes en Mérida; el abogado y escritor Franti Cardeña; “Cholaín” Rivero, analista político y entrenador de campeones mundiales de boxeo; el Ing. Zavala Traconis, y a otros que hicieron más agradable las visitas de Guillén a esta pampa de piedra. También le relaté que formamos la APEY, Asociación Periodística Estudiantil Yucateca, y que Guillén, el poeta nacional de Cuba, nos dio clase de poesía y periodismo en el restaurante del teatro “Peón Contreras”; que, en su segundo viaje, lo vimos en la Casa del Viajero en la calle 57. De los 21 que nos iniciamos en el periodismo estudiantil, a la fecha solo quedamos tres: Luis Alvarado Alonzo, Edgardo Salazar, y el que escribe Hiram García, los tres con 88 años encima. Las lecciones del maestro Nicolás Guillén las llevamos grabadas en letras de oro en la conciencia.
Mis relaciones con Manso fueron siempre apegadas al respeto y la ética en ambos sentidos. Aunque con apellidos diferentes, somos fraternos en la filosofía masónica. Manso ya había conseguido que la Gran Logia de Cuba recibiera en su seno a la Logia Simbólica Hunab-Ku 133 de este Oriente, para estrechar los lazos masónicos entre nuestros países. La pandemia dejó trunco el viaje a la Isla Mayor del Caribe y la visita a la Logia de Camagüey, junto con un viaje al centro de Cuba, con escala en Cienfuegos, donde daríamos un conversatorio en su biblioteca y otro en los Jardines de la UNEAC de Cienfuegos. Ahora, por motivos de edad y visión, no creo poder viajar fuera de mi estado.
El acercamiento entre Manso y Guillén y viceversa fue su lugar de nacimiento y eso los acercó más.
Manso explicó que en la “Elegía camagüeyana”, Guillén hace un recuento de su vida en su ciudad natal y resalta todo su amor por la familia, sus amigos y las calles de la ciudad que recorrió hasta que fue hacia La Habana, “y resume magistralmente todo cuanto hemos querido mostrar de su adolescencia y juventud”, y también los recuerdos de su padre.
Rodríguez Manso evocó que el 20 de abril de 1930 aparecía en el Diario de la Marina, en el centro de una página titulada “Ideales de una raza”, y 8 poemas breves del Nicolás Guillén bajo el título “Motivos de Son”, que consideró como el inicio de su poesía negra y una incursión revolucionaria al tema poemático por su originalidad.
Enfatizó que el intelectual Regino Boti considero a Nicolás Guillén el Poeta del Son, de quien en octubre de 1931 comenzó a circular el libro “Sóngoro Cosongo”. Recordó que posteriormente, los poemas del Poeta Nacional abarcarían temas de carácter social, político o simplemente humanos que afligían a Cuba en aquellos tiempos.
El investigador en su conferencia En torno a los años juveniles del Poeta Nacional de Cuba narró el encuentro sostenido en 1935 entre dos grandes de la poesía hispanoamericana: Nicolás Guillen y Rafael Alberti, al igual que con otras figuras de la intelectualidad mundial vinculadas con Guillen a lo largo de su vida, como Blas Roca, Alejo Carpentier, Emilio Roig, Raúl Roa, Rubén Martínez Villena, Pablo Neruda, Juan Marinello y García Lorca, este último lo conoció en La Habana.
Otro de los libros publicados por Rodríguez Manso fue “Cuba, cultura y revolución: Claves de una identidad”.
A Manso le platiqué que las dos visitas de Guillén a Mérida, Yucatán, fueron inolvidables para mí y mis compañeros de Bachillerato en Ciencias. Guillén llegó a visitar a los jóvenes poetas y periodistas de la Universidad Nacional del Sureste, de los cuales solo Luis Alvarado Alonzo y el que escribe seguimos la brecha del periodismo cultural a nuestros 88 y 89 años, sin faltar nuestros escritos en el Diario del Sureste donde, al inicio de los años cincuenta, el dramaturgo Wilberto Cantón nos abrió las puertas para sus páginas centrales como “Página Universitaria”.
En cierta ocasión Nicolás Guillén calificó a la Ciudad de México como “una de las más bellas del mundo”. Esa urbe significó mucho para él porque notables momentos de su vida estuvieron marcados y escritos por Alvarado, en la tierra azteca. Adelante revisita la relación de ambos, a propósito de los momentos que la Feria del Libro en Camagüey dedicará al distinguido cubano y al hermano país.
Quizá una de las experiencias más influyentes en el desarrollo posterior de Guillén fue la participación en el Congreso de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR), celebrado en 1937. Por esa invitación salió por primera vez fuera de Cuba, y sin pasaporte, debido a las trabas del gobierno.
El investigador Humberto Rodríguez Manso en el libro México en Guillén (Ed. Oriente, Santiago de Cuba, 2009) precisa que realizó nueve viajes a aquella capital, en la cual tuvo privilegios exclusivos como los encuentros con varios presidentes y el mérito de la más alta condecoración de la república, la Orden del Águila Azteca. Qué hermoso es recordar el Distrito Federal de antaño, con mayor quietud, a pesar de la Segunda Guerra mundial.
La crónica de Guillén en México fue originalmente publicada en el periódico cubano Hoy, luego compilada en el cuarto tomo de Prosa de prisa. La cuarta visita ocurrió en noviembre de 1960, después de seis años ausente, como el propio Guillén indica en la entrada de su Crónica en México. Fue en representación oficial del gobierno cubano a la inauguración de la VIII Feria Mexicana del Libro, dedicada al Cincuentenario de la Revolución mexicana.
El texto publicado en el periódico Hoy reseña las impresiones de su llegada, en especial la gentileza de los funcionarios de Inmigración y Aduana, quienes en ese instante conforman el rostro de la urbe. Esta crónica puede consultarse en el cuarto tomo de Prosa de prisa (Ediciones UNIÓN, La Habana, 2007)
En el segundo momento de la crónica hace alusión directa a la ciudad, con pequeñas referencias al marco físico construido y natural, y con insistencia en la parte emotiva y espiritual, debido a los atractivos de la escena urbana:
“Ya en la ciudad, libre de la aduana y otros riesgos, discurriendo por las anchas avenidas arboladas, en las que el aire fino despeina con suavidad las ramas pensativas, la sensación que nos invadió fue la de que todo había ido perdiendo velocidad. Acostumbrados al ritmo cubano, que es el de una revolución recién desatada, nos hallábamos un poco fuera de centro en aquel remanso cívico, a donde llegaban amortiguados por medio siglo de distancia los sueños de Madero, las hazañas de Villa, los afanes agraristas de Zapata”, escribe Guillén, y que Manso rescata con su florido tacto investigador, para hacer un deleite su libro “México en Guillén” y no Guillén en México.
El remanso cívico resulta un poco ajeno a su realidad cubana, donde las personas están inmersas en una efervescencia sin igual. Por eso le resulta contrastante cierta desidia popular en la Ciudad de México, donde tiene la sensación de hallarse un poco fuera de centro porque considera brillantes las fiestas conmemorativas de la caída de Porfirio y de sucesos posteriores:
“Sin embargo, nos parece que la gente de la calle se mantuvo alejada discretamente de la conmemoración oficial. Algo parecido a lo que antes del 31 de diciembre del 58 eran en Cuba las fiestas patrias, convertidas en ceremonias de almanaque, de acuerdo con un patrón convencional. Pese al resplandor de los desfiles y cortejos, el recuerdo de un Siqueiros, por ejemplo, de un Vallejo, de un Encina, hombres puros que están pudriéndose en la cárcel, ahogó no poco el posible regocijo popular”, señala Guillén. Y Manso analiza y siente y lo deja en el alma de Guillén.
Con este escrito el pensamiento de Manso, Guillén y el mío se unen a mis recuerdos en Cuba y México, en el Caribe, como corresponsal viajero del Diario del Sureste. Esos Tres Mosqueteros eran Atos, el Dr. José Loyola, Vicepresidente primero de la UNEAC; Portos era Eduardo Ramos, director de la Banda del Estado; Aramís era Humberto Rodríguez Manso. Ellos caminaban la isla cubana de festival en festival.
En el año 90 me uní al grupo con “Cantares de América”, en Guantánamo, en el restaurante del Hotel Guantánamo, con un platoncito de jamón y queso, un tarro de aceitunas y una botella de vino. Lo mismo fue en Cienfuegos en el Festival de Benny Moré en el hotel Jagua; en Cienfuegos o en Morón, en los festivales de la décima y la espinela; en La Habana y sus subsedes de “Boleros de oro”, del Jazz, del Son, Rumba, Filin y Tova Nueva, y tantos otros que es para vivir con la música por dentro…
De esos Mosqueteros solo quedamos el Dr Loyola y el que escribe, Manso y Ramos ya tienen un nuevo plano astral. Caminaron dejando limpia huella de vida literaria, musical y familiar.
En mi último viaje a La Habana, hace ya cinco años, desayunamos en el Hotel Vedado con Manso en dos ocasiones, a Loyola le envío mis artículos semanales sin faltar alguno. Extiendo mis saludos a tantas personalidades que me tendieron la mano para pasarla mejor en suelo cubano.
El tema de la ciudad latinoamericana y caribeña cumple una función central en 28 crónicas de Nicolás Guillén, acerca de 21 ciudades localizadas en Cuba, México, Venezuela, Argentina, Brasil, Colombia, Chile, Uruguay, Haití, Curazao y Jamaica.
En una entrevista de Alaide Foppa, realizada en 1967, y citada por Rodríguez Manso en su estudio, se cuenta que Guillén respondió: “Me causa cierta nostalgia lo desaparecido. Me cuesta volver a encontrar la ciudad que conocí (aunque he pasado alguna vez después): ya no existe en Donceles, el edificio donde estaba la LEAR… Pero la ciudad de México me impresiona vivamente: así, con su patrón todavía francés, su sello fuertemente europeo, es una de las ciudades más bellas del mundo”.
De las tres ocasiones que estuvo Rodríguez Manso en Mérida, dos se hospedó en mi casa y en la última le encontramos alojamiento en un hotel de la Av. Pérez Ponce. Cosa curiosa, desde el balcón del hotel vimos el paso del Papa que visitaba la iglesia de Itzimná. En esa ocasión quiso le presentara a todos los que estuvieron de alguna forma ligados al poeta nacional Nicolás Guillén, todos ellos pensadores de la izquierda intelectual de nuestra ciudad. A todos los entrevistó. Recuerdo tres entrevistas: a Juan Duch Collell; otra a Franti Cardeña, y a “Cholaín” Rivero, quien le presentó al campeón mundial de boxeo Miguel Canto.
El último libro de Manso no fue terminado, era la “Historia de la UNEAC”. La última vez que hablé con él, desayunamos juntos en el restaurante del Hotel “Vedado”. Le pregunté por su esposa e hijos, y me comunicó que su esposa había partido para Nueva York, y sus hijos lo mismo, uno doctor en medicina y el otro fotógrafo. Recordamos la última noche que pasamos en “Dos gardenias”, al lado del Dr. José Loyola, “Puchito” Díaz Varela, junto con Isolina Carrillo, inigualable noche. Al día siguiente nos comunicaron el fallecimiento de Isolina, la autora de “Dos gardenias”, una pianista incomparable y compositora cubana.
Es momento de cerrar esta crónica. Me queda el recuerdo de mi amigo y hermano masón Humberto Rodríguez Manso, que ahora ocupa una columna en el Eterno Oriente en el plano astral que le correspondía.
Abur.
Fuentes:
https://camaguebaxcuba.wordpress.com/2012/07/17/nicolas-guillen-el-poeta-del-son/