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Historias increíbles

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Letras

Polidor

[Joaquín Pasos Capetillo]

 

I

Señora: anoche os he visto en el circo, os vi reír de los gestos graciosos de los clowns y conmoveros por los precoces artistas que voltejean en el espacio y esto lo hacíais, muñeca sin sentimientos, no porque en realidad estuvieseis triste o alegre, sino por mostrar el nácar mate de vuestros dientes o el blanco purísimo de vuestros ojos. Sin embargo, si yo os contara algo cruento, seríais capaz de llorar.

Hace tiempo, no me acuerdo cuánto, paseaba por todo el mundo una cohorte extraña de juglares que parecía, más que un circo, una caravana de lisiados; hubieseis visto hombres sin brazos, sin piernas y… no os asombréis, hasta sin cabeza, que ejecutaban multitud de actos increíbles de una novedad extraordinaria.

El empresario, hombre loco por demás, no aceptaba otra clase de espectáculos, porque estando casado con una mujer bellísima y siendo sumamente celoso no se atrevía a viajar sino en compañía de estos fenómenos.

II

El nuevo artista que quería contratarse era un buen mozo en toda la extensión de la palabra.

El empresario se colocó los lentes como si examinara un caballo de buena raza y después del examen detenido:

–Caballero, ya sabéis las condiciones de la compañía, no os encuentro ninguna de ellas, podéis retiraros.

–Señor mío, extrañaréis que me presente estando al parecer completo y no sabéis que vivo sin lo que todos creen más esencial para vivir.

El viejo cirquista mandó traer sus ayudantes, se hicieron todas las pruebas necesarias y, en efecto, el hermoso joven quedó contratado.

III

Las damas en sus palcos lucían todos sus atractivos: el camerino del artista se llenaba de billetes perfumados y ninguna mujer, a pesar de que las había bellísimas, pudo conseguir de él ni una mirada.

El empresario estaba contentísimo, su tienda se llenaba de gente atraída por la novedad de un hombre bellísimo que poco caso hacía de las mujeres.

Una noche después de retirada la concurrencia, cuando todos descansaban del trabajo en sus cuartos, el hombre de las siete jorobas vio a Elma, la mujer del empresario, salir en traje ligero y dirigirse al gabinete del Narciso y, arrastrando su heteróclita figura por el suelo, para no ser oído, se escondió tras un barrilete para verlo todo.

Por las rendijas de la puerta contempló a Elma acariciando a su adorado, que poco caso hacía de sus insinuaciones. Entonces ella tuvo un arranque de hembra primitiva, dejó caer al suelo sus vestiduras y se presentó en toda la opulencia de su hermosura. El joven no pudo sofocar su admiración.

Jorobas, horrorizado, corrió a despertar a todos sus compañeros para que viesen la derrota de un compañero a quien odiaban.

IV

Al otro día, en la lista de ensayos se leía: “Quedan separados de la compañía el hombre sin corazón y la mujer sin conciencia”.

Cervantes. Revista Mensual Iberoamericana. Mérida, año I, núm. 3. Número extraordinario consagrado a Mérida, Yucatán, México. Tipografía Constitucionalista. Enero de 1919, pp. 219-221.

[Compilación y transcripción de José Juan Cervera Fernández]

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