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Historia del Héroe y el Demonio del Noveno Infierno – LXII

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Novela

XIX

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Hunac Kel se sentía del mejor humor. Ahora sólo pensaba en limpiar la ciudad de la broza que la asfixiaba, y para ello contaba con algunas cuadrillas de winicoob que se encargarían de la tarea. También haría pintar de blanco los edificios más importantes y asear el estercolero en que se había convertido el mercado público. Para esta última labor emplearía a los vagos y delincuentes que asolaban la ciudad.

–Chichén Itzá volverá a ser la egregia ciudad de antes –le decía, emocionado, al cacique Ah Okol Cheen–. Comprendo que la tarea es enorme y me tomará mucho tiempo concluirla, pero vale la pena intentarla. Lástima que muchos de mis soldados se encuentren en el frente de batalla, combatiendo a nuestros enemigos; de no estarlo, se sumarían a los demás en la empresa y nos ahorraríamos tiempo y esfuerzo. Pero qué le vamos a hacer: nos acechan enemigos por todas partes.

–¿Y tus capitanes aztecas y sus tropas? –se atrevió a preguntar Ah Okol Cheen–. ¿No los incluirás en la magna obra?

–No, ellos también participan en la defensa de Chichén Itzá, siempre asediada por las huestes de Tutul Xiu y otros jefes envidiosos. Son hombres de combate, Ah Okol Cheen, y destinarlos a labores de desbrozo de patios y lechada de predios sería peor que humillarlos. Además, no sé si lo has notado, pero sus tropas han mermado; un buen número de sus soldados no resistieron el calor de nuestra tierra y se regresaron a México-Tenochtitlan. Sin embargo, consulto regularmente con Sinteyut y sus capitanes para todo asunto importante, y nuestra tarea de limpieza de la ciudad no es la excepción. Como verás, querido cacique, he superado mi melancólico estado de ánimo y, ahora sí, siento que he retomado el mando de nuestra Chichén Itzá.

Ah Okol Cheen aprobó con una sonrisa las últimas palabras de Hunac Kel que, al parecer, había recuperado el humor para acaudillar a la gran ciudad; pero en el fondo el cacique se sentía profundamente preocupado por la influyente presencia de los capitanes aztecas que, casi podía asegurarlo, le pagarían al rey con una traición.

Roldán Peniche Barrera

Continuará la próxima semana…

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