XXXV
MÁS SOBRE LA MENDICIDAD
Recientemente aludí al grave problema de la mendicidad en la ciudad de Mérida, problema que empeora con el tiempo. Sabemos que muchos de estos mendigos son vagos de profesión, o teporochos, o viciosos de la mariguana que salen a las calles en busca de dinero para costear sus malos hábitos. Sin embargo, hay excepciones, y muchos vagabundos prefieren ganarse los centavos vendiendo chicles, bolígrafos o limpiando zapatos. Estos tienen pudor. Otros son explotados por gentes de mayor edad, como los niños cuyos malos padres subsisten a sus expensas. Hace algún tiempo, un mendigo en la Catedral obtuvo un premio de tres millones de pesos en la lotería. Por unos meses se le dejó de ver en su sitio habitual en nuestro templo mayor. Hoy está de vuelta en su rincón. ¿Qué se hizo de los tres millones de pesos?
Mas no debe sorprendernos la cantidad de pordioseros que diariamente recorren la ciudad. En la crónica local de la Revista de Mérida del 30 de enero de 1870 nos enteramos sin mayor asombro del inmenso número de mendigos meridanos no muy bien vistos por la prensa de entonces. Copio la nota alusiva para los lectores: “Es tan excesivo el número de mendigos que diariamente recorre las calles de la ciudad que se hace indispensable dictar una medida para recogerlos, o cuando menos evitar el fraude y la vagancia. Gran parte de esos mendigos se compone de personas útiles de ambos sexos que muy bien podrían librarse con el trabajo la subsistencia, dejando que los verdaderos pobres reciban la caridad de personas piadosas que no han de consagrarse a hacer distinciones entre ellos, para sólo dar a los que realmente la necesitan. De algunas poblaciones cercanas, sabemos, sale uno que otro de sus vecinos que poseen algunos bienes y, revistiéndose de andrajos, se dirigen a esta capital, de mendicantes. (Esto todavía ocurre en nuestros tiempos; R.P.B.) Este es un abuso que debe cortarse, porque así se fomenta la vagancia, mucho más cuando sus padres convierten en lazarillos a sus hijos y los acostumbran a obtener con ruegos lo que fácilmente se proporcionarían con las obras de sus manos.”
Como se ve, los hechos, buenos y malos, van y vienen en el tiempo. Los problemas de ayer son los problemas de hoy, y acaso los de mañana. Mendigos hubo en Mérida en la época Colonial, en el Siglo de las Luces y en la centuria pasada. Lucían como hoy: roñosos, andrajosos, dueños de una mirada triste, plañideros y repetitivos en su “Una bendita caridad por el amor de Dios”. Habitaban en chozas miserables y deambulaban por los entonces escasos barrios céntricos de la vieja Mérida.
La mendicidad es una cara fea de la vida a la que hay que acostumbrarse, Velis nolis. Nada hay nuevo bajo el sol.
(25 de mayo de 1991)
Roldán Peniche Barrera
Continuará la próxima semana…