XXII
EL RETORNO DEL DIVINO ARCÁNGELO
Todos reunidos en torno a la mata de mango nacida entre la felpa del pasto de jardín del doctor Bramante. Debajo de la mata, la mesa renga vestida de mantel limpio, un poco a la italiana. Encima, los platones de camarones empanizados, los platos de camarones al natural, las papitas, las aceitunas, los charritos, el recipiente de mayonesa, el platito de limones para quien prefiriera el marisco enlimonado. Todos reunidos allí, sumergidos en el viento de mayo, generoso y bravo, omnipotente y omnipresente, que barre con vasos y botellas y que en actitud de grosera libidinosidad le levanta las faldas manteleras a la mesa pudorosa y patiflaca. Alrededor de ella, los comensales amamantados con botellas de brandy, de vodka, de ron, armados de largos vasos, embarradas las encías con restos de botana y sacudidas las lenguas por el aire caliente de voces alcoholizadas emperradas en modular, infructuosamente, notas cansadas de tangos, de boleros cubanos, de boleros de Pedro Flores y de maese Álvaro Carrillo. Y Arcángelo Benítez, enredado entre las cuerdas de una guitarra carnuda y sensual que viene a ser como la prolongación de sus propios brazos y como el eco de eso que llaman inspiración los cursis o divina chispa los parnasianos: la divina chispa a lo Mozart y a lo Rafael, divinos, divinazos por la divinidad. Arcángelo Benítez, hombre de música de los años cincuenta, y los sesenta tal vez: acaso lo mejorcito de sus tiempos de requinteros, de esos que el maestro de la Helguera alcanzó a conocer en las épocas heroicas barberías viejas con guitarras colgadas de las paredes. Pues al grande Arcángelo le vino luego un largo-largo receso y una estada lupulosa en una cervecería haciendo-no-se-qué-menos-pulsar-la-guitarra-prolongación-de-sus-brazos. Pero hoy, para alegría de sus admiradores reunidos bajo la mata de mango en este día de mayo, el doctor Bramante ha anunciado victorioso el fin de ese largo exilio de la gloria y el ritorno al bullicio de la celebración, del ensalzamiento que se merece Arcángelo Benítez, con su guitarra santa y su canto ecoico. Una celebración próxima con invitación lacrada y todo para el señor Secretario y para su auxiliar privado (enamorado, como él, de la música) y para doctores y no bien mirados publicanos y, por supuesto, para los dones (los señores, esto es) que están hoy, esta tarde venteada de mayo, rodeando con sus largos vasos licoreros, sus bocas embotonadas y sus voces gravosas y anti-armónicas al divino Arcángelo, y que son, a saber: el Mago Mandrake (inveterado amigo del antier), el periodista don Guy y su chofer, un señor llamado Potroso (que ha de retirarse temprano por tener una cita), un largo chico espiritual de lengua sapiencia musical cuyo nombre desconozco, y, desde luego, el anfitrión de esta tarde, el doctor Bramante, de voz atiplada y suave, ex-actor, ex-funcionario clínico, que ha declamado y cantado, y que se regodea ordenándole a la fámula un nuevo plato de gordos y sápidos tacos de cazón entomatado que devoran ansiosos los ebrios comensales, principalmente el chofer de don Guy…
(1981)
Roldán Peniche Barrera
Continuará la próxima semana…