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XLIV
EL YUCATECO LECTOR DE PERIÓDICOS
El yucateco ha sido (y es) más lector de periódicos y revistas que de libros. En los tiempos coloniales, cuando la imprenta todavía no había sido introducida en Yucatán, arribaban en los barcos diversos libros (mayormente de índole religiosa), entre una montaña de productos comerciales que se distribuían entre los mercaderes locales. Cito como ejemplos de estos antiguos volúmenes “El hijo de David”, “Las Epístolas de San Gerónimo”, “La vida de Santo Domingo” y, desde luego, la Biblia.
También llegaban libros con temas literarios y científicos (seguramente no prohibidos por el index) y escasamente diarios y revistas extranjeros. Las noticias de allende el mar las traían personalmente los viajeros y los miembros de la tripulación de los buques. Imagino la impaciencia de los yucatecos de aquel tiempo, ansiosos por enterarse de los chismes del Viejo Mundo, de las ocurrencias en España, Cuba, la Nueva España y otros países del extranjero. Una vez debidamente informados de los acontecimientos, irían a hacer los pertinentes comentarios a las tabernas y a las fondas de la ciudad, que serían entonces los cafés de ahora. También se congregaban en la Plaza Mayor o en las plazuelas de los contados barrios de la ciudad.
Con la introducción de la imprenta en la Península (tardía, por cierto) da comienzo la publicación de periódicos y revistas. Ahí se inicia, de hecho, la marcada predilección del yucateco por la lectura de periódicos, los que examina de principio a fin. Con el avance del siglo XIX, las pocas secciones de los diarios –generalmente llenos de notas políticas– fueron incrementadas. El lector podía enterarse de los últimos acontecimientos sociales (saraos, matrimonios, natalicios, los viejos carnavales) culturales (crónicas teatrales, de veladas literariomusicales, de conciertos y retretas) policíacos (robos, homicidios, riñas de borrachitos), aparte de los anuncios en verso (arte popular que se ha perdido con el tiempo), dibujos, comentarios políticos, notas de espectáculos, (circo, maroma, títeres) y, con el tiempo, secciones humorísticas. Casi todos los periódicos eran matutinos, pero algunos salían por la tarde. Varios de ellos tuvieron corta vida, pero otros se publicaron por años con excelente éxito pecuniario.
Ya entonces había repartidores de periódicos, pero no era nada difícil llegarse hasta la misma imprenta editora de la publicación a adquirir la edición del día. Muchos lectores se suscribían y he leído en los rotativos del siglo pasado los infinitos recordatorios dirigidos a los suscriptores morosos. En aquel tiempo, todavía no advenían los suplementos culturales como los hay hoy, pero los versos, cuentos y demás escritos literarios de entonces salían publicados en las diversas páginas del periódico. Recuerdo en especial las crónicas teatrales (siempre había teatro en la ciudad de Mérida) a las que brindaban anchuroso espacio.
Si el siglo pasado fue prolífico en la producción de periódicos y revistas, lo es más el actual. Hay puestos de ellos desperdigados por todos los rincones de la ciudad, pero especialmente en el centro, en barrios y colonias densamente poblados. Es lamentable, con todo, que alrededor de un 80% de las publicaciones que se ven en esos puestos provienen de la capital del país y muchas, muchísimas de ellas, son simplemente basura a la que es muy aficionada la clase media baja. Este tipo de literatura barata ha atrofiado en parte la mente del mexicano actual. Aquí en Yucatán, en Mérida, es fácil detectar a los lectores de bazofia en los camiones, combis, minibuses y demás medios de transporte de la ciudad. Usted los observa ensimismados en su lectura, trátese lo mismo de cuadernos de historietas ramplonas, del peor gusto, que pseudonovelas “románticas”, casi siempre bajo el signo del erotismo.
Pero volvamos al lector regular, al lector informado que devora los diarios de la mañana y algunas revistas que se publican en Mérida. Los puede usted descubrir en los cafés y restaurantes, en la Plaza Grande (donde los propios limpiabotas ofrecen galantemente el periódico a sus clientes), en los parques, etc. Muchos prefieren llevarse el rotativo a casa donde, cómodamente instalados en el reposet o en la placentera hamaca, se lo leen de cabo a rabo. Muchos se interesan por las notas policiacas, otros leen las páginas deportivas. Se degustan los editoriales, las opiniones de distinguidos escritores que colaboran en el periódico, las notas humorísticas, las noticias nacionales e internacionales, las nuevas políticas (algo de lo que más interesa), las sociales y las caricaturas. Pero la desmedida afición del meridano por los periódicos no termina en la sola lectura. Después acude a los centros de reunión: al café, a la cantina, a los parques, donde intercambia comentarios con otros leyentes. A veces se arman tremendas discusiones. Como en el siglo XIX, hay subscriptores y aquellos otros lectores que van hasta el más cercano puesto de periódicos para adquirir su ejemplar.
El profesor Antonio Canto López, en su “Historia de la imprenta y el periodismo en Yucatán” (Enciclopedia Yucatanense, tomo V), hace una relación de los periódicos y revistas publicados en el Estado, desde la introducción de la imprenta hasta 1943. Me he ocupado de enumerar esas publicaciones que suman 437 en total. En la actualización del tema que realizó Humberto Lara y Lara en el tomo XII de la misma Enciclopedia, he contado, de 1943 a 1980, 265 publicaciones. La suma total de periódicos y revistas publicados en Yucatán (sin incluir los del interior del Estado) de 1813 a 1980 es de 702, cantidad impresionante. Quizás en alguna nueva actualización de la Enciclopedia algún estudioso del asunto se tome el trabajo de contar el número de publicaciones aparecidas de 1980 a los tiempos actuales para saber con exactitud la suma total que, presumo, habrá llegado al millar.
(27 de octubre de 1991)
Roldán Peniche Barrera
Continuará la próxima semana…