XLII
DEL GRABADO Y LA CARICATURA EN YUCATÁN
Hará unas pocas semanas sostuve una prolongada conversación en el Salón de la Historia del Palacio de Gobierno con la maestra en artes plásticas Silvia Tinoco (quien procede de la capital del país) y su esposo Armando, escultor y maestro también. Ambos están vivamente interesados en la historia de la caricatura y el grabado yucatecos.
Yucatán, lo esgrime la Historia, es fuente de grabadores y caricaturistas; con todo, en los últimos años del actual siglo, pocos de esos artistas han surgido en pos de las huellas de “Picheta” y de Alonso Rejón Montalvo (para muchos, el mejor caricaturista yucateco de esta centuria).
La suerte del grabado y de la caricatura es semejante a la de la escultura, arte tan venido a menos en nuestro tiempo. Para reiterar un poco la historia del grabado preciso empezar por la primera academia de dibujo establecida en la Península, por el magistrado Gregorio Cantón en 1844.
Fue tal el éxito del señor Cantón que casi enseguida se inauguraron en Mérida cinco academias más. Ahí se forman los primitivos dibujantes yucatecos. Uno de los primeros en practicar la litografía en la Entidad fue el joven erudito inventor Manuel Tiburcio Almeida, muerto a los 29 años de edad.
Almeida dio a la luz algunas buenas litografías y retratos y es, de algún modo, un antecedente de “Picheta”. El sapientísimo Justo Sierra O’Reilly admiró mucho la efímera obra de Almeida y le consagra laudatorios párrafos. Acaso habremos perdido a un genio de la talla del joven Almeida. Lo mejor de la producción de Picheta lo hallamos en los dos tomos de “Don Bulle Bulle” (1847), aunque también practicó dibujos religiosos y de otra índole. No considero necesario repetir los elogios que la memorable obra pichetiana ha merecido de plumas tan elocuentes como las de Paul Westheim Díaz de León, Jaime Orosa Díaz y Rodolfo Concha Campos. Es lamentable que poco se conserve de su labor, pero creo que dilapidó mucho el tiempo en charlas de café, en aventuras políticas (fue alcalde de Mérida) y fallidas incursiones comerciales, algunas espectaculares como la “Alberca Gahona”, con sus vastas y grotescas figuras de animales que tanto complacieron a las familias meridanas del siglo XIX.
Después de Gahona, no puedo dejar de consignar el nombre de José Dolores Espinosa Rendón, dibujante que establece en Yucatán la primera litografía en forma. Espinosa era un excelente dibujante y maestro de su arte, y poseía una modesta imprenta. Había viajado al extranjero (como “Picheta”), aunque sólo estuvo en La Habana, donde en la Academia de San Alejandro aprendió dibujo y litografía en un sitio especializado. De regreso a Yucatán, puso en práctica sus experiencias. De su imprenta salieron a la luz revistas como “La Guirnalda”, “El Repertorio Pintoresco” y el tomo “Poetas yucatecos y tabasqueños”, hoy una rareza bibliográfica. A su fallecimiento, su litografía pasó a manos del cubano Ricardo Caballero.
Hasta la conclusión del Siglo XIX, poco a nada se sabe de grabadores seguidores de las huellas de “Picheta”. Ya en nuestra centuria, surgieron algunos de la Escuela de Bellas Artes instaurada en 1916, entre ellos Ariosto Evia y Gregorio G. Cantón. A otra generación corresponden Francisco (Pancho) Vázquez y Emilio Vera Granados, becados en la ciudad de México. Los conceptúo, junto con Alberto García Maldonado, como los mejores grabadores y yucatecos después de Fernando Castro Pacheco.
Aparte los grabadores supracitados, señalaré a Manuel Cachón, Raúl Gamboa Cantón, Rubén Pérez Morales, Eliezer Canul y Faustino Madera, citados por Jaime Orosa Díaz en las páginas de su libro El Grabado contemporáneo en Yucatán (1948). Sobre Madera, Orosa Díaz dice que ilustró las revistas Tierra (1930) y Límites, que dirigió Clemente López Trujillo. Sus trabajos son regionalistas, pero de mucha calidad. Orosa Díaz menciona asimismo a Carlos Cámara y a Jorge Euán. Sobre Vera, García Maldonado y Castro Pacheco hay mucho más que decir, lo que haré en otra ocasión. En la actualidad, contamos con Sergio Cuevas, quien emplea una especie de vibrador para la ejecución de sus trabajos y brocas para hacer el rayado de los mismos. Hasta la presente fecha, el maestro Vera prosigue coordinando el taller de grabado de la Escuela de Bellas Artes. Pocos grabadores se han hecho ahí, no por culpa del maestro, como algún comentarista de arte quisiera hacer creer a sus lectores, sino debido al miserable equipo de trabajo con que cuenta el taller.
La caricatura por su parte se ha despeñado (salvo las excepciones de siempre) por la mediocridad. Es lamentable mi afirmación pero hemos de reconocer que la tierra que produjo a un Picheta o a un Alonso Rejón (o a un Francisco Sánchez Rejón) no ha logrado producir verdaderos caricaturistas en nuestro tiempo.
Aparte de Picheta, el siglo pasado vio surgir a caricaturistas como el Dr. Eduardo Urzaiz Rodríguez, Miguel Nogués (becuadro) que dibujaron en Pimienta y Mostaza. Los primeros cincuenta años de la presente centuria nos brindan una muestra riquísima de dibujantes humorísticos regionales encabezados por Alonso Rejón (Rex), pero hay que citar algunos nombres ejemplares: Carlos P. Escoffié, editor y dibujante de El Padre Clarencio, el cubano Conrado Massaguer (después celebrado cartonista en la Habana), Luis C. Romero Flores, Bernardino Mena Brito, Patricio Pérez Amora. Este último, dibujante de indisputable ingenio, se suicidó en 1925 arrojándose desde los corredores altos del Palacio de Gobierno. Prosigo: Francisco Sánchez Rejón (también notable músico y maestro). Xavier Batista, Genaro Cocom, Humberto Lara y Lara, (editor, literato y maestro), Gustavo Correa, el Dr. Pedro I. Pérez Piña, Alfredo Barrera Vázquez, Lucio A. Vidal, Raúl Maldonado Cetina, Arturo Abreu Gómez, Alberto Urzaiz Novelo, Carlos Dzib, Fausto Hijuelos, Luis Bassó, Ismael Suárez Palma, José Cetina Ortega, Julio Buendía y Pedro Vadillo Bojórquez.
Verdaderamente hay muchos más, pero mi lista constituiría una imprudencia. En los postreros años han destacado Eliseo Martín Burgos en El Fifirifi, un semanario humorístico de corte de La Caricatura, que infortunadamente dejó de publicarse.
En los actuales cuatro diarios que circulan en el Estado colaboran algunos caricaturistas que evidencian talento para el arte humorístico. Ojalá que perseveren, lo que significaría un renacimiento de este género de dibujo del que Yucatán ha sido tan prolífico a través de los siglos XIX y XX. Ojalá se dé este despertar de la caricatura.
(27 de agosto de 1991)
Roldán Peniche Barrera
Continuará la próxima semana…