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Historia de un lunes (III)

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PLAGAS DE NUESTRO TIEMPO

No es posible cruzarse por la calle con el Br. López sin ser intimidado por esta pregunta: “¿Ha leído Ud. mi más reciente libro?” Porque debo confesar que el Br. López, nativo de Ticul, mayor de edad y egresado de la UADY, es un escritor (en un sentido literal porque escribe), aseveración que respalda una muchedumbre de libros, folletos, plaquetas o simples hojas sueltas que ha venido publicando a través de los tiempos. Su bibliografía es piramidal: han visto la luz unos cuatrocientos textos que tratan todos los temas, excepto la música y la pintura (ha incursionado, sin embargo, en crónicas acerca de la trova yucateca conllevadas por la prensa diaria). Sus escritos incluyen soporíferos tratados gramaticales, exasperantes estudios históricos (antihistóricos), la historia de la cábala en Yucatán (?), una estéril monografía del cine yucateco, una crónica doméstica de la piratería, una abstrusa reflexión acerca de Los mamíferos de Yucatán, de Gaumer, ciertos comentarios a los Comentarios Reales del Inca Garcilaso y una guía gastronómica que consiente una caterva de guisos yucatecos inventados por él mismo.

El Br. López ha editado hasta sus bostezos (ha expresado un honrado impresor) y en la actualidad no posee ningún trabajo en preparación (lo que descreo). Es asimismo un bibliómano que archiva en gruesos álbumes de pacotilla amarillentas actas de cabildo, palimpsestos y hasta obsoletos recibos de luz y de teléfono, cuando esas compañías estaban en manos extranjeras en Yucatán. Cada vez que ha concluido una novela o un ensayo (o un poemario) anda con el manuscrito bajo el brazo a la búsqueda de un editor. Ha logrado que el Ayuntamiento de una villa no lejana a Mérida le edite varios volúmenes de su obra que acaso nadie se preocupe por leer.

Suele detener a la gente en la calle para leerle alguna parrafada de su último libro. Empieza por aconcharlo a uno contra la pared. Entonces se calza las gafas e inicia su difusa lectura. Esto ocurre también en los cafés o en las cantinas, donde también mercadea con sus libros. Una vez discutió con el excelente pintor Armando García Franchi porque éste le compró uno de sus libros sin jamás ocuparse de leerlo.

Su cultura es revisteril: los domingos recorre los puestos de periódicos de la plaza y compra casi todo, desde las revistas pornográficas hasta Mecánica Popular y DUDA, Vanidades y Activa. También lee (o por lo menos compra) las revistas literarias: Vuelta y Plural, y todos los periódicos de la capital. Entonces dilapida el resto del domingo tirado en su hamaca, leyendo aquella papelería mientras mira de soslayo por la televisión a Batman o al Avispón Verde.

Tuve ocasión hace dos años de conocer su sistema de creación: redacta sus cuartillas de noche, a la luz de una lámpara slim-light, con una copa de Presidente encima de su escritorio. Mientras trabaja, acostumbra observar de reojo las noticias que emite Zabludowski. Fuma con impetuosidad.

Su biblioteca es inmensa: posee antiguas ediciones del Quijote, libros impresos en francés del siglo XVII, colecciones incompletas de LIFE en español y de PLAYBOY, un espeso volumen de las Cartas de Indias (edición del Ministerio de Fomento de Madrid, 1877), etc. Sus gustos literarios están representados en los diez volúmenes empastados de la poesía completa de José Inés Novelo, casi todas las novelas de Spota y algunos libros de Antonio Plaza. Presiden la sección literaria los diez y ocho tomos de la Historia de la Literatura en Yucatán, de Esquivel Pren.

(Febrero de 1987)

Roldán Peniche Barrera

Continuará la próxima semana…

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