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Heroína de novela

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Letras

José Juan Cervera

El discernimiento de las fuentes del pasado es una inclinación vital, una inquietud activa que sondea las raíces de la experiencia presente. Lejos está de constituir una perspectiva reaccionaria, puesto que no pretende revivir formas rezagadas en el tiempo, sino interrogar el sentido de los elementos esenciales que adoptan las transformaciones en su curso inminente. Este principio aplica a todos los contenidos de la cultura y de la voluntad que la crea.

El siglo XIX legó cambios decisivos para sentar cimientos sólidos en el mundo actual que sostienen tendencias y actitudes generalizadas en varios ámbitos de la existencia, a pesar de las confusiones e incertidumbres que privan en muchas conciencias como fruto del propio devenir. Así, conocer los antecedentes de lo que hoy se valora o se menosprecia es un ejercicio de lucidez que redunda en beneficios prácticos, aunque para algunos sólo sea una ocupación estéril.

Las obras que se escribieron para el teatro de esa centuria guardan significados que todavía pueden transmitir mensajes frescos a los lectores nacidos mucho después de haberse representado, si están dispuestos a ponderar sus alcances reales y sus efectos sensibles. Acaso logren reconocer también la importancia de autores con cualidades suficientes para trascender glosas y análisis practicados en claustros universitarios y cenáculos eruditos.

El México decimonónico, a la vez que recibió influencias de otros países en ideas y costumbres, se propuso forjar una definición propia, alentando una identidad nacional que afianzara los pasos dados a partir del movimiento insurgente. Pero en este proceso pesaban aún enseñanzas del exterior ante las que no era posible cerrar los ojos por completo. Tales aspectos son susceptibles de rastrearse en la vida y en la obra de sus dramaturgos. Más que referencias muertas, comportan un interés de amplitud grande y persuasiva.

Contigo pan y cebolla es una comedia que conserva su poder de sugestión, pese al contexto en que surgió y a los escenarios a los que fue destinada. Su autor, el veracruzano Manuel Eduardo de Gorostiza (1789-1851), residió un tiempo en España y la estrenó en Madrid en 1833, año en que regresó a México, donde ocupó cargos administrativos de alto rango, si bien se desempeñó igualmente en el servicio diplomático. En su faceta de militar, participó en la defensa del cerro de Churubusco durante la intervención estadunidense de 1847. Fue viajero constante y tuvo una vida agitada, al calor de las convulsiones políticas de ese entonces.

Los investigadores de la historia del teatro en México sitúan a Gorostiza dentro de la corriente neoclásica, y refieren a Leandro Fernández de Moratín como su principal modelo. En efecto, Contigo pan y cebolla identifica esos principios rectores con su escritura. Toma como asunto el de la pretensión matrimonial. El joven que aspira a unir su vida a la de su amada, pese a contar con el beneplácito del padre de ella, debe sortear obstáculos que surgen de la propensión de la muchacha a reconocerse en los personajes femeninos de novelas de amor, que lee con avidez –en los parlamentos menciona la Atala, de Chateaubriand, y Pablo y Virginia de Bernardino de Saint Pierre– y, en consecuencia, prefiere la formación de un hogar en que el sentimiento florezca entre estrecheces materiales y no en la solvencia que puede brindar un enlace ventajoso en términos convencionales.

El hombre práctico y la mujer soñadora parecen encarnar los valores que entonces enarbolaban los movimientos literarios en pugna. El ímpetu sentimental y el acento puesto en la subjetividad que reivindica el romanticismo hacen frente a los dictados de la razón y al principio de la realidad que defiende su contraparte neoclásica. Es así como dos visiones del mundo asumen sus diferencias y tienden al equilibrio de la mano de una táctica ingeniosa que pone en juego quien se percata del extravío a que puede conducir una imagen exaltada y fantasiosa del trato marital.

Es una obra que puede encontrarse en ediciones de diversos años, desde las más antiguas –que son piezas de fondo reservado– a las más recientes, que suelen incluirla en compilaciones antológicas, cuyo propósito de hacer llegar esta clase de títulos a las generaciones nuevas es loable y digno de apoyo, por entrañar un esfuerzo de divulgación que, poco a poco, puede abrir cauces para el disfrute de textos que, además de acumular años, transportan muestras de una renovada vitalidad en movimiento.

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