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Greta Thunberg, o el legado ambiental que estamos dejando

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Perspectiva

Menudita, de ojos muy expresivos, de rasgos nórdicos, y desplegando emoción y convencimiento en cada palabra que emite, Greta Thunberg es ya una celebridad a sus dieciséis años, y a su discurso e ideas se adhiere cada vez más gente.

¿En qué consiste la cruzada que ha emprendido? En exigir que la Tierra que ella y nuestros hijos heredarán aún sea habitable, y forzar a las naciones y sus dirigentes a aplicar medidas inmediatas que lo permitan, cancelando todas aquellas que afectan negativamente al Medio Ambiente.

La firmeza de su carácter se observó desde que tenía diez años, cuando decidió dejar de comer, abrumada por la depresión cuando supo por una de sus maestras que somos los humanos los principales culpables de la debacle atmosférica que estamos atestiguando en todo el orbe.

Sus padres son relativamente famosos, siendo él (Svante Thunberg) un actor y ella (Malena Ernman) una cantante de ópera, ambos activistas ambientales; al ser confrontados por Greta en cuanto a su congruencia con los ideales que defienden, si con su estilo de vida estaban defendiendo los derechos humanos, renunciaron entonces a viajar en avión (por la emisión de carbono de las naves) y se convirtieron en veganos (aunque Greta comunicó a los medios que Malena a veces come queso mientras ella duerme), apoyando a su hija.

A los 15 años, en agosto de 2018, Greta decidió que todos los viernes dejaría de asistir a clases y, en vez de ello, se presentaría ante el Parlamento noruego para exigir que su país cumpliera con los acuerdos ambientales que firmó en el Acuerdo de París en 2015. Esa acción fue imitada en el mundo por jóvenes y correligionarios, creándose el movimiento ambiental denominado “Fridays for Future (FFF)”, los viernes por el futuro, que está exigiendo se tomen medidas inmediatas para controlar la catástrofe climática.

Hasta qué punto lo hizo empujada por sus padres, esa es una de las grandes incógnitas que sus detractores esgrimen para descalificarla; adicionalmente, poco tiempo después, sus padres publicaron un libro con sus ideas ambientales, con lo que la protesta de Greta parecería tan solo una estrategia para vender ejemplares.

Luego, en este 2019, se trasladó en tren a Davos, Suiza, al Foro Mundial de Economía para hacer una declaración que sacudió a muchos líderes: Los adultos y los sistemas políticos actuales no funcionan; aún estamos a tiempo de cambiar y corregir lo que hemos hecho mal pero, de no hacerlo, estamos todos condenados a muerte. Agregó: “No quiero su esperanza. No quiero que sean optimistas. Quiero que sientan pánico. Quiero que sientan el miedo que siento todos los días. Y luego quiero que actúen. Quiero que actúen como lo harían en una crisis. Quiero que actúen como si nuestra casa estuviera en llamas. Porque lo está.”

El mensaje que manifiesta es a la vez simple como poderoso, y escuchamos un poco de él hace unos días, al celebrarse la Cumbre del Medio Ambiente en la ONU, en Estados Unidos, lugar al que llegó después de una travesía trasatlántica en bote, todo con el fin de no usar un avión y, por lo tanto, no emitir carbono al Medio Ambiente.

Cuando tocó su turno, enfática y al borde de las lágrimas, acusó a los líderes allí reunidos de no mostrar preocupación sino por sus asuntos económicos.

La gente está sufriendo, la gente está muriendo. Ecosistemas enteros están colapsando y estamos a las puertas de una extinción masiva. Y de lo único que hablan ustedes es de dinero y de cuentos de hadas de crecimiento económico eterno. ¿Cómo se atreven?

Están fallando a los jóvenes, y estamos comenzando a entender la magnitud de su traición. Las generaciones futuras están pendientes de ustedes y, si nos fallan, nunca les perdonaremos. Aquí y ahora es donde damos un paso adelante. El mundo está despertando y el cambio viene, les guste o no.

Palabras fuertes de una jovencita que además padece de una condición particular de autismo llamada Síndrome de Asperger, algo que la misma Greta dice la ayuda “a enfocarse más en lo que le interesa, a leer y aprender más.”

No deja de ser curioso que, entre las muchas declaraciones que ha hecho, ha dejado en claro una verdad de Perogrullo: a los políticos no se les puede hablar de ciencia, porque no la entienden, pero deberían apoyarse en los que sí para actuar en beneficio de la humanidad, en clara alusión a todos aquellos que pretenden con palabras sustraerse de las consecuencias del calentamiento global, y no cumplen con los acuerdos que paliarían los efectos de nuestro estilo actual de vida.

Detractores tiene muchos, sobre todo aquellos que cuestionan sus palabras, diciendo que en realidad no es más que una vocera de las ideas de sus padres, que es una artista que sobreactúa en sus conferencias, que es una joven que no entiende de la vida.

Desde esta perspectiva, ¿quién es capaz de desmentir lo que he sucintamente vertido en estas líneas? ¿No acaso está Greta, y los jóvenes que la apoyan, en su derecho de exigir un mejor futuro, comenzando con el estado de salud del hábitat que habrá de heredar de nosotros? ¿No es cierto que de no hacer algo ahora por cambiar estaremos cavando nuestra propia tumba?

Observemos cómo hemos herido a nuestra Madre Tierra, en qué estado la tenemos, y entonces emprendamos acciones que la restañen, que la permitan recuperarse de la barbarie industrial a la que la sometimos.

No hacerlo, como bien dice Greta, equivale a condenarnos como especie, a dejar un legado de muerte a nuestros descendientes.

S. Alvarado D.

sergio.alvarado.diaz@hotmail.com

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