Cine
M. Night Shyamalan es uno de esos directores cuyos filmes no dejan espacio para una opinión intermedia: los cinéfilos los adoran, o los demuelen. En Glass, su filme más reciente, conserva la tradición: a mi xtup le pareció blandengue, y a mí me encantó por las puertas a la imaginación que abre. Glass es la continuación de Fragmentado, película con una gran actuación de James McAvoy de la que les comentamos anteriormente en este enlace, y cierra la trilogía que inició con El Protegido (2000), protagonizada por Bruce Willis y Samuel Jackson.
Noto en Shyamalan una madurez en cuanto a su estilo narrativo con el transcurrir del tiempo: en el pasado, las revelaciones y el punch que llevaban sus filmes los guardaba para el acto final; desde Fragmentado, y mucho más evidente ahora en Glass, si bien es cierto que hay un giro en la trama cerca del final, la historia se va desarrollando con una paciencia y cadencia que estoy seguro es el motivo por el cual muchos no lo toleran. Particularmente en Glass, va dejando pequeñas semillas de información que se conectan en nuestro cerebro cuando finaliza el filme, con lo cual el impacto resulta aún más agradable.
Glass es el nom de guerre que se ha impuesto el personaje de Samuel Jackson, un inteligentísimo criminal que esconde su privilegiada mente detrás de una fachada de enfermedad mental y un muro de silencio. Ha desarrollado un plan durante 19 años, y pronto lo llevará a su conclusión, justo cuando Kevin Wendell Crumb (James McAvoy) sea atrapado y encerrado junto al Vigilante, la fachada que se ha construido David Dunn (Bruce Willis) para atrapar a todo tipo de criminales. Ese plan es el que conocemos a lo largo de la película, mientras los tres son resguardados en una institución para enfermos mentales que se parece mucho a la escuela del Doctor Charles Xavier, rol que McAvoy desempeña en la franquicia de los X-Men, bajo el control de la Doctora Ellie Staple (Sarah Paulson) quien desea convencer a los tres de que no hay nada extraordinario en su comportamiento, que de superhéroes no tienen nada.
Encuentro que, con esta película, Shyamalan hace un homenaje a los libros de cómics y al origen de las ideas de los creadores de tantos personajes. También me parece que hace un guiño a la película que hizo famoso a Bruce Willis, Duro de Matar, al elegir como la arena para la confrontación final a la recientemente inaugurada Torre Osaka. Como en toda película de superhumanos –porque eso son los tres que están encerrados–, existen los buenos y los malos, y los motivos por los cuales se enfrentan, así como el episodio que logró que se les desarrollaran los superpoderes, quedan claros… ¿o no?
La aseveración final del párrafo anterior procede de lo que busca obtener el Sr. Glass: ¿es acaso tan solo vengarse de David Dunn, a quien debe su largo confinamiento, aprovechándose de la Bestia que vive dentro de las múltiples personalidades de Kevin Wendell Crumb? ¿O hay algo más y, de ser así, ese es el accionar de un malvado? ¿Y qué busca en realidad la Doctora Staple? Todas estas interrogantes nos son contestadas en las casi dos horas de filme y, la verdad, Shyamalan nos plantea una interrogante final que a mi juicio es la cereza del pastel, y que disfraza detrás del fin último del Sr. Glass.
De los actores, la película le pertenece a MacAvoy, siguiéndole muy de cerca Samuel Jackson, porque las múltiples personalidades le permiten un rango histriónico fenomenal. Bruce Willis cumple honrosamente su papel, pero la película no es sobre él; mucho del elemento sentimental del filme se apoya en la relación entre su personaje y el de su hijo Joseph (Spencer Treat Clark), y en menor grado en el síndrome de Estocolmo que ha desarrollado Casey (Anya Taylor-Joy), que logra ver la bondad en Kevin y se hermana de la tragedia infantil que lo convirtió en lo que es.
Shyamalan usó una historia simple en Fragmentado y logró un gran éxito en taquilla; Glass sigue los mismos pasos. Al parecer, ha encontrado la fórmula de regresar a las candilejas, y se ha dado cuenta de que no tiene que ser necesariamente complejo, pero sí lo suficientemente inteligente como para hacernos pensar. Glass es una demostración de que el toque del director nacido en la India, que vive desde su infancia en Estados Unidos, allí está, y que puede brindarnos mayores sorpresas cinematográficas en el futuro. Estaremos a la espera, M. Night.
S. Alvarado D.