Letras
Parsifal [Serapio Baqueiro Barrera]
(Especial para el Diario del Sureste)
Hay palabras piratas y son las que navegan en el mar sin fondo del estilo, en el océano sin límites del pensamiento, sin bandera ni matrícula, contraviniendo las ordenanzas y leyes del Resguardo fiscal de la gramática.
Hay vocablos que portan ganchos y hachas de abordaje para combates singulares.
Palabras que en un impulso bárbaro se lanzan y caen por sorpresa sobre las islas donde se irguen las ebúrneas torres de la pureza idiomática.
Vocablos de alma ardiente y sangre cálida que encienden la llama de la vida, unas veces y, otras, hieren y asesinan con fuerza incontrastable y siempre quedan en pie para atestiguar sus hechos, sin derrumbarse, pues en citas de sabios o de poetas serán rememoradas como prueba de erudición.
Con la frente inclinada sobre el papel medita un hombre, mucho tiempo, sintiendo la impotencia de no poder expresar la idea que el cerebro le inflama, y va recordando palabras viejas, desgastadas, frías; recorre con la memoria todo el extenso vocabulario, todo el copioso léxico que atesoró en su vida de estudio y no da con la palabra justa, única, capaz de entrañar su pensamiento, de darle forma externa y viva.
Porque es mentira –con perdón del insigne maestro Gustavo Flaubert– que de la forma nazca la idea.
Se puede construir un palacio de soberbia arquitectónica, plantarlo en el centro de un paisaje edénico y admiraremos sus bellezas, pero habrá siempre necesidad de poblar sus desiertas salas con seres que las hagan resonar con sus pasiones, con sus amores, con sus odios…
Flaubert meditaba con la frente inclinada sobre el papel y construía sus cláusulas rotundas con matemática exactitud, evitando en su prosa magnífica las asonancias, las repeticiones, las aliteraciones, pero sus pensamientos no quedaban iluminados hasta que no acertaba con los vocablos justos, únicos, elocuentes expresivos de sus ideas joyantes.
Mientras tanto, sus cláusulas parecían opacas, a pesar de la belleza de sus formas.
Hubo un poeta neurótico, Rullinat, desordenado e incorrecto, que no sufría al producir sus cantos el martirio del creador de Madame Bovary; cantaba en insólitos raptos y las palabras iban saliendo de su alma, de su boca, coloreados y ardientes.
Sus estrofas eran mosaicos vibrantes, rítmicos. Eran como franjas de iris.
Las cabelleras destrenzadas
de las miradas hechiceras,
son cual banderas desplegadas
sobre sus espaldas, contorneadas…
…cantaba Rollinat. ¿Incorrectos los versos? Sí, pero qué elocuentes. ¡De qué manera tan admirable nos hace ver esas cabelleras destrenzadas, tan semejantes a las banderas desplegadas!
No, repito, de la forma no puede nacer la idea. Mi negación es irreverente y por ello te pido perdón, insigne maestro Flaubert.
Diario del Sureste. Mérida, 10 de julio de 1936, p. 3.