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Juan José Caamal Canul
Estas “Siluetas y otras ficciones” de Jorge Pacheco Zavala –relatos, cuentos– son intromisiones, intro-visiones, diría yo, de los personajes y, por extensión, del autor. Son atisbos, miradas, perplejidades del alma, del ser que busca y quizá no halla.
Son misivas nostálgicas que no llegan o quizá no existen como tal, son correspondencias vívidas, más que escritas y leídas por aquella misma que las habita, constituyéndose en vivencias más que letras y palabras.
Un continuo diálogo con los objetos o sustancias abstractas, inconcretas, algunos de aquellos supondríamos estáticos o inanimados, pero que solo a través del alma se ven, se palpan, escuchan o perciben del exterior/interior en un continuo intercambio de contrastes.
Intuyo al autor como un ciudadano socialmente adaptado y bien relacionado. En sus escritos encuentro la búsqueda constante y persistente de un estado ideal; la soledad, la conversación con el yo interior, deja escuchar esa voz, la voz que nos guía, la voz interna que nos alumbra o nos hacer perder el camino.
La música barroca, medieval, de autores de trascendencia, además de “populares”, Bach, Vivaldi –Las Cuatro Estaciones, la Suite No. 4–, los instrumentos, violín cello, el laúd, denotan un punto de inflexión desde el presente, el pasado, la vida, la muerte, la noche o el día, la nocturnidad, o el deslumbre. La música como senda que te conduce hacia la ansiada soledad y el derroche de la percepción sensorial y espiritual.
Entresaco una mínima selección de esas descripciones de tránsito hacia estados ideales:
“La luna que te conduce a la espesura del bosque”
“Espacio sumergido en una vorágine de penumbras”
“Se internó en lo profundo del bosque”
“Vivió a la orilla de un lago… las estrellas danzaban”
Percibo en casi todas las historias el paso desde la cotidianeidad, a través de la luz, de los objetos, sonidos, abstracciones, acciones subjetivas que conducen a espacios, siluetas, visiones duplicadas de uno mismo, desdoblamientos emocionales que nos trasladan a estados de ánimo y emociones ideales o platónicos.
Sin embargo, vaga en ese espacio entre la realidad subjetiva y mi mente una idea flotante que no halla sosiego, un sentimiento que tiene que ver con este conjunto de ficciones, que puede ser casualidad o quizá apreciación personal: Quizás también tiene que ver con la selección y agrupamiento de estas historias; un viaje, un retorno, un tránsito a un estado primigenio a través de visiones líquidas, donde la música abre los umbrales que nos conducen a un lugar donde nos sentimos ajenos a la superficialidad, a la vanidad mundana, de lo efímero de las ambiciones humanas a un estado ideal en la noche donde fuimos una vez y no somos, a la vez. Una riqueza de imágenes del transcurrir irreversible, pero del que se anhela un regreso, imposible, claro está; o una metáfora final y concluyente, pero cronológica y real.
La lectura es un andar, un recorrido por estas letras, y andando por estos caminos hallaremos, con fortuna, nuestra voz y la voz del autor.
Toda lectura es personal, individual, intransferible; por las experiencias, por otras lecturas, por la vida misma, nada podemos agregar más que la superficialidad de las entonaciones o énfasis en la musicalidad.
Estos caminos tienen su propia interioridad, su propia sustancia, su inigualable e improbable densidad.
Una voz falsa, una voz superflua edulcorará y debilitará la voz del propio autor y la fuerza vivencial de las historias.
Caminé y anduve por mi voz en estas letras, en la búsqueda y para, y por, el encuentro con el autor.
4 de diciembre de 2018
Jorge Pacheco Zavala, Siluetas y otras ficciones
Editorial Voz de Tinta.
Noviembre 2018.
